Un amor para Nebraska

Epílogo: Nebraska

Un año después

 

—Voy a matar a Arizona si no llega en este mismo momento. —exclamo.

—Tranquila, amor, no te alteres, dijo que estaba en camino.

—Estamos a unos minutos de inaugurar la posada y le dejé claro que debía estar con nosotras. La posada se llama Adams y ella es un Adams.

Zeke acaricia mis hombros y besa mi mejilla tratando de calmarme.

April me indica que todo está listo y solo falta que llegue Ari para cortar la cinta e inaugurar oficialmente la posada. Y debemos hacerlo antes que los huéspedes lleguen.

Me aparto de mi novio y camino hacia la parte trasera. Angie y Laila me avisan que la tía Ari llegó y que parece que se peleó con alguien.

Arrugo el ceño, abro la puerta y me cruzo de brazos esperando que ella llegue. Está descalza, despeinada y con el vestido pecador que se puso la noche anterior para buscar algo de placer, palabras de ella.  

Ella me mira y suspira.

—No empieces a regañarme que tuve una buena noche. Ya estoy aquí.

—Con resaca.

—Estoy bien—pasa de mí y la sigo de cerca. April viene detrás de mí—. Un tacón se rompió, caí en las piernas de un guapo desconocido. La idea era acostarme con algún guapo argentino, pero les parecía más atractivo un juego de pelota que yo y la verdad no lo entiendo. No se interesen por los argentinos que les gusta el fútbol o asegúrense de interesarse cuando no haya partido—tira las cosas, se quita el vestido y camina desnuda al baño—. El desconocido guapo llamado Troy me sacó de ahí y tuve el sexo más alucinante de mi vida… Puede que haya sido por pasar meses en abstinencia por estar ocupada ayudando con la posada.

—Es tu posada también. —le recuerdo.

—Por eso estoy aquí.

—¿Por qué estás sin ropa interior? —pregunta April y la miro como si importara.

—No me puse sostén, la última vez lo perdí y los que me gustan no son baratos. La tanga se la dejé de regalo a mi ligue de la noche. Aunque no debí hacerlo porque en un momento entró a la fiesta sin globito.

—Tomate la pastilla del día después. —aconseja April.

—No es por los bebés, pues tomo anticonceptivo, es por las enfermedades. Rayos, tendré que hacerme un test de enfermedades en seis meses… No creo que las tenga… Bueno, ya no importa, no es como si pueda volver el tiempo atrás.

—Eres un desastre con los anticonceptivos. Deberías tomar la pastilla si no quieres un bebé—ella me ignora—. No diré más nada.

Salgo del baño, busco un vestido decente y se lo paso en cuanto sale de la ducha y termina de secarse.

—No hay tiempo. —exclamo.

—Nebra, estás demasiado estresada. ¿La tuga te tiene en abstinencia de sexo?

Pongo los ojos en blanco. April ríe.

—Creo que la atiende bien. Estaban ocupados cuando llegué.

—No les daré detalles de mi vida sexual.

—Yo sí—dice Ari lavándose el rostro—. Se llama Troy y tiene un… —le corto la charla y le pido que se apresure.

No me interesa saber los detalles físicos de su cita sexual.

Salgo del baño y le pido a April que la vigile mientras yo me encargo de lo demás.

Normalmente, soy una persona calmada y no me molestan las aventuras y deslices de Arizona, pero hoy es un día importante. Llevamos un año preparándonos para esto y organizamos una fiesta de apertura con los primeros huéspedes de la temporada que reservaron, más algunos amigos.

Todo tiene que salir perfecto para que comience a crecer.

Zeke me intercepta en el camino y tira de mí llevándome al jardín. Lugar que ambientamos para disfrutar de veladas nocturnas.

—Tienes que relajarte. —me dice.

—Lo haré más tarde cuando esto termine y esté entre tus brazos.

—Bueno, necesito que me prestes atención un momento. He buscado el mejor momento para hacerlo y me acobardaba.

—¿A qué te refieres? Después me lo dices, ahora debemos…

Intento regresar al interior, Zeke no me lo permite agarrando mi mano y me ruega que me quede quieta unos minutos, solo unos minutos.

—Nebra, sé que estás estresada y no es el momento, pero si no lo hago mi estómago se comerá a sí mismo y no quiero que eso pase.

—¿Qué…?

Él me suelta e inca la rodilla en el piso mientras saca una pequeña caja azul y la abre mostrándome el anillo más hermoso que vi en mi vida.

Daniel me había regalado un diamante blanco y enorme que me costaba usar, me resultaba incómodo.

La piedra del anillo es de color verde y tiene un tamaño adecuado para mi dedo.

—Te amo con todo mi corazón y el título de novio ya no me gusta, quiero el de esposo y sellar nuestro amor por la vía legal y poder adoptar a Angie oficialmente para darle mi apellido. ¿Te quieres casar conmigo y ser mía para siempre?




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