NARRADOR OMNISCIENTE.
Alejandro sintió la brisa fría de la tarde mientras salía del hospital, un edificio que había sido su hogar forzado durante casi un año.
Cada paso que daba era un recordatorio de los meses de lucha y recuperación física y emocional.
El reciente acto de firmar el divorcio con Eliza, quien aún estaba presa, y los estaría casi por el resto de sus días, marcaba un nuevo comienzo en su vida.
A su lado, su amigo Tom sostenía firmemente la mano de Denis, el hijo de Alejandro, con la misma dedicación y cuidado con la que lo había hecho durante todo ese tiempo.
Tom, con su expresión seria pero comprensiva, se detuvo junto a la entrada del hospital y miró a Alejandro con una mezcla de preocupación y esperanza porque cambiará la opinión.
—¿Estás seguro de que quieres marcharte? —preguntó, con una voz cargada de la sinceridad de quien ha estado al lado de un amigo en sus peores momentos.
Alejandro asintió, su decisión ya era firme.
—Sí, Tom. Necesito empezar de cero —respondió, con su mirada fija en el horizonte, buscando un futuro que aún se dibujaba incierto para él pero lleno de posibilidades.
Denis, con sus ojos grandes y curiosos, miraba a su padre sin saber exactamente qué hacer. El niño se acercó a él prudentemente y Alejandro notó su duda y se agachó a su altura, sonriéndole con ternura.
—Ve y dale un abrazo al tío Tom, hijo. Despídete. —dijo suavemente.
El niño, después de un breve titubeo, soltó la mano de su padre y rodeó a Tom con sus pequeños brazos en un gesto lleno de gratitud y afecto. Tom, conmovido, con lágrimas en los ojos, le devolvió el abrazo, consciente de que su papel había sido crucial en esa transición. Y para ese pequeño al que había aprendido a querer como a un hijo.
—Gracias, Tom —dijo Alejandro, con la voz quebrándose ligeramente—. No sé cómo te agradeceré todo lo que has hecho por nosotros.
—No tienes que agradecerme nada —respondió Tom, soltando a Denis y colocando una mano en el hombro de Alejandro—. Solo quiero que ambos sean felices.
Alejandro sonrió, sintiendo el peso de la gratitud y el alivio en su corazón. Tom era más que un amigo; era un hermano en todo menos en sangre.
—Pronto iré a hacer una visita —anunció mirando al pequeño, que le sonrío dulcemente.
—Esperaremos esa visita con muchas ganas. —Asintió despidiéndose.
Mientras se dirigían hacía el coche, Denis levantó la mirada hacia su padre, y Alejandro detectó que sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza con esperanza.
—¿Me vas a llevar a otro campamento ahora? —preguntó, con su vocecita que apenas era susurro.
Alejandro se detuvo en seco y se agachó nuevamente, abrazando a Denis con fuerza. Le sostuvo la mirada, con sus ojos brillando por la tristeza que esas palabras le habían generado.
—No, hijo. Ya nunca nadie nos va a separar, tú irás donde yo vaya, siempre —dijo con firmeza.
Denis, con sus manitas pequeñas, tomó el rostro de su padre, buscando la seguridad que tanto anhelaba.
—¿Me lo prometes? —inquirió con la inocencia propia de su edad.
Alejandro asintió, con sus ojos brillando con una mezcla de lágrimas y ternura.
—Te lo prometo. Ahora siempre vamos a estar juntos, y seremos muy felices en nuestra nueva casa.
Denis, con un destello de emoción en su rostro, preguntó con entusiasmo pero a media voz:
—¿En la nueva casa tendré una habitación de Batman?
Alejandro rió, esa pregunta, esas palabras, fueron un sonido lleno de alivio y alegría.
—Sí, claro que sí. Tendrás la mejor habitación de Batman que puedas imaginar.
Denis sonrió, con sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y felicidad. Alejandro tomó la mano de su hijo y siguieron caminando juntos hacia el coche.
Mientras se acercaban, Denis, todavía procesando todo lo que Alejandro había dicho, se detuvo y miró nuevamente a su padre.
—Papá, ¿y qué más habrá en nuestra nueva casa?
Alejandro se agachó una vez más, mirándolo a los ojos.
—Habrá un jardín donde podrás jugar, una cocina donde prepararemos tus comidas favoritas, y una sala donde podremos ver todas tus películas de Batman. Pero lo más importante, Denis, es que habrá mucho amor y estaremos juntos siempre.
Denis, con una sonrisa amplia y genuina, abrazó a su padre con todas sus fuerzas.
—¡No puedo esperar, papá! —exclamó con entusiasmo.
Alejandro sintió que su corazón se llenaba de una nueva esperanza. Mientras subían al coche, sintió que, a pesar de las dificultades pasadas, estaban listos para enfrentar cualquier cosa que el futuro les deparara. Con Denis a su lado, sabía que todo era posible.
Encendió el motor y, con una última mirada de agradecimiento a Tom que los miraba de lejos, emprendieron el camino hacia un nuevo comienzo, dejando atrás el dolor y abrazando la promesa de días mejores.
Mis queridas florecillas,
empezamos con una nueva aventura, gracias por seguir aquí en esta historia.
Con cariño;
Nieve Azul.
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Editado: 20.10.2024