ALEJANDRO.
Llegamos al pequeño pueblo de Wiston, nuestra nueva casa, después de un largo viaje.
La casa es modesta pero acogedora, con un jardín delantero que da al parque del vecindario. Esto describe perfectamente lo que quiero para Denis y para mí. Normalidad.
Mientras termino de colocar la ropa en el armario de Denis, noto que él está parado junto a la ventana, mirando fijamente hacia afuera. Un niño y una niña juegan al balón, sus risas se escuchan a la distancia.
—¿Te gusta nuestra nueva casa, Denis? —le pregunto mientras coloco sus camisetas en la parte superior del armario.
Denis asiente lentamente, sin despegar la vista de la ventana.
—Sí, papá. Está bien —responde distraído.
Me acerco a él y me inclino para mirar por la ventana a su altura.
—¿Te gustaría salir a jugar? —pregunto, tratando de captar su atención.
Denis se vuelve hacia mí, su expresión es una mezcla de sorpresa y duda.
—¿De verdad puedo salir? —inquiere con cautela—. Mamá nunca me dejaba salir afuera. Decía que no era seguro, que no la dejara sola.
Siento una punzada de dolor al escuchar esto. No haber podido protegerlo antes me pesa en el corazón.
—Conmigo todo va a ser distinto, hijo —le digo, mirándolo a los ojos—. Ahora todo es diferente. Te acompaño al parque y, si te sientes cómodo, puedes quedarte a jugar tú solo, yo estaré a doscientos metros viendo desde la ventana, en cambio si lo prefieres me quedaré ahí contigo.
Denis sonríe tímidamente, es una sonrisa dulce, que me llena de esperanza, que me hace pensar que todavía puedo recuperar el tiempo perdido con él.
—¿De verdad no te importa, papá? —pregunta, aún inseguro.
—Claro que no me importa. Quiero que te diviertas y hagas nuevos amigos —le aseguro, acariciándole el cabello—. Vamos, te acompaño.
Denis se dirige rápidamente hacia la puerta, y yo lo sigo, sintiendo una especie de nervios mezclados con satisfacción. Al salir, vemos que la niña ya no está. Solo está el niño que sigue jugando, lanzando el balón al aire. Sus ojos verdes se fijan en nosotros con curiosidad.
—Hola —dice Denis tímidamente.
El niño deja de jugar y se acerca.
—Hola, soy Allan. ¿Quieres jugar? —pregunta con una sonrisa, y sin saber porque mi corazón descansa.
Denis asiente, mirando de reojo hacia mí, como buscando mi aprobación. Le devuelvo una sonrisa, asintiendo suavemente.
—Ve, diviértete, hijo —le digo. Al no verlo muy seguro me quedo cerca de ellos, disimulando mientras me entretengo con mi teléfono.
Denis se une a Allan en el juego, su risa pronto se mezcla con la del otro niño. Lo observo por un momento, sintiendo una extraña sensación de calidez en el pecho. Parece que Denis ha hecho un nuevo amigo, y eso me llena de felicidad.
—¿Cómo te llamas? —escucho que pregunta Allan.
—Denis. ¿Y tú?
—Yo soy Allan, pensaba que te lo había dicho. —Cuestiona —¿Te acabas de mudar aquí?
—Sí, justo hoy. Esa nuestra nueva casa —responde Denis, señalando hacia la casa.
Allan sonríe.
—¡Genial! Eres mi vecino. Hay muchos niños en el vecindario. Seguro que harás muchos amigos.
—Espero que sí —dice Denis, y veo un destello de esperanza en sus ojos.
Mientras me alejo lentamente, sigo mirando a Denis. Él está ocupado en su juego, pero de vez en cuando levanta la vista para asegurarse de que sigo allí. Por lo que me quedaré aqui. Le devuelvo una mirada tranquilizadora, que le indica que no me iré.
—¡Papá! —grita de repente, riendo mientras corre tras el balón.
—¿¡Sí, Denis!? —respondo, alzando la voz para que me escuche.
—¡Gracias! —dice riendo, y vuelve a su juego.
Me siento en un banco cercano, viendo cómo Denis corre y juega con Allan.
La escena es simple, pero para mí, es la visión del futuro que siempre quise para nosotros. Un lugar donde Denis pueda ser un niño, donde pueda correr y jugar libremente, sin miedo ni restricciones. Y yo cerca de él.
Después de un rato, me levanto y me acerco a otro punto del parque, observando a los dos niños jugar. Allan se detiene y mira a Denis.
—¿Quieres ir a ver el columpio? —pregunta.
Denis asiente entusiasmado, y los dos corren hacia la estructura de juegos.
—Papá, ¿me empujas? —me llama Denis desde el columpio.
—Claro que sí —respondo, acercándome.
Mientras empujo el columpio, Denis ríe a carcajadas. Allan se ha mudado a otra estructura un “tobogán”. La felicidad en su rostro es todo lo que necesito para saber que tomamos la decisión correcta al venir aquí.
—¿Te gusta nuestra nueva casa? —le pregunto suavemente.
—Sí, papá. Me gusta mucho. Gracias por traerme aquí.
—De nada, hijo. Esto es solo el comienzo. Vamos a ser muy felices aquí, ya lo verás.
Denis sonríe y sigue riendo mientras el columpio va y viene. Yo lo observo, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, todo está bien. Aquí, en Wiston, comenzamos una nueva vida, una vida llena de segundas oportunidades.
—Papá —dice Denis de repente, mientras el columpio se mueve hacia adelante y hacia atrás—, ¿crees que haré más amigos aquí?
—Estoy seguro de que sí, Denis. Este es un lugar especial, y tú eres un niño increíble. Vas a hacer muchos amigos.
—Allan es simpático —dice Denis, mirando hacia donde el niño está ahora tirándose por el largo tubo.
—Sí, parece un buen chico. Y hay muchos más niños por aquí.
—¿Me dejarás jugar con ellos cuando quiera?
—Por supuesto, hijo. Siempre y cuando sea seguro y te sientas cómodo. Quiero que te diviertas.
Denis se baja del columpio y corre hacia el tobogán, riendo mientras se desliza. Me acerco al banco donde está Allan sentado, observando a Denis.
—¿Así que te acabas de mudar? —pregunta Allan, mirándome con curiosidad.
—Sí, llegamos hoy. Estoy muy contento de que Denis haya encontrado un amigo tan rápido —le digo.
—Es un buen chico. Vamos a divertirnos mucho juntos —responde Allan con una sonrisa.
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amor y amistad dolorosa, segundas oportunidades de amor, perdón hijos y desamor
Editado: 20.10.2024