Un Amor para Sanar (2)

CAPITULO 5

SOFIA.

—¡Sofía, la biblioteca ya ha cerrado! —me avisa Bianca desde la puerta—. Vamos, tenemos que irnos, antes de que entre alguien de última hora.

—¡Un momento! —respondo riendo apresurada—. He olvidado mi cartera. Dame unos segundos para buscarla.

Vuelvo corriendo a la sala de lectura y encuentro mi cartera en la mesa donde había estado trabajando. Cuando regreso a la puerta, Bianca me espera con una sonrisa.

—¿Qué te parece si vamos a tomar algo? —me propone entusiasmada.

—No sé, Bianca. No sé si mi madre estará en casa y tengo que recoger a Allan —dudo, mirando el reloj.

—Vamos, como en los viejos tiempos. Hace mucho que no salimos juntas. Solo será un rato —insiste, tomando mi brazo—. Tal vez puedas llamar a Alejandro…

—¡No puedo hacer eso!

—Claro que puedes. Tú has cuidado de su hijo y él se ha ahorrado a una niñera. Así que él puede cuidar a Allan un rato.

Finalmente, no sé cómo lo hace, pero me convence. Llamo a Alejandro y espero que conteste.

—Hola Sofía. ¿Pasa algo?

—Hola Alejandro, No, no tranquilo. Solo… ¿Puedes quedarte con Allan unas horas hasta la tarde? —pregunto nerviosa. —Bianca quiere que salgamos a tomar algo, pero si no puedes, no importa. A ver, esto no es importante, quiero decir que lo dejo para otra ocasión, si tú...

—Por supuesto, Sofía. No hace falta que lo pidas. Los niños estarán encantados. Iremos al parque y luego compraremos una pizza para cenar. Y claro que es importante, tú también necesitas tu tiempo.

—Muchas gracias, de verdad. Te lo agradezco mucho.

—Ve tranquila y disfruta de la tarde.

Cuelgo y por un momento reflexiono sobre las palabras de Alejandro. Mi tiempo… ¿Realmente una madre tiene tiempo para si misma? Le agradezco que piense así; la mayoría de la gente de aquí está chapada a la antigua.

Conozco a Bianca desde que éramos niñas. Perdimos un poco la relación cuando me casé con Darren. Aunque era un esposo amoroso y atento, que luchaba para que no me faltara nada, no le gustaba la idea de que trabajara fuera de casa. Cuando sacábamos el tema alegaba que él trabajaría por los dos. Al principio me molestó, pero luego, cuando me quedé embarazada, hasta lo agradecí. Pude cuidar y criar a Allan a mi manera y estar con él en todo momento, hasta hace unos años, cuando Darren murió. Bianca volvió a mi vida para ofrecerme un empleo en la biblioteca, justo cuando más lo necesitaba. Darren había invertido todo nuestro dinero en la clínica que abrió, pero al morir, se perdió casi todo. Bianca me ha apoyado en todo y desde entonces es como una hermana para mí.

Me dirijo al bar con ella. Al llegar, me sorprende ver que está bastante lleno, pero se puede estar tranquilo. Pedimos una copa y nos relajamos, disfrutando del ambiente.

Todo parece ir bien hasta que noto la presencia de Bea en una mesa cercana. Es una chica joven y bonita, pero bastante superficial y creída, por lo que a mí respecta. Ahora debe de ser la asistente de Alejandro, ya que el viejo Tomás la contrató porque era amigo de su padre.

Lo recuerdo bien, porque yo iba a solicitar ese empleo.

Nos mira y se ríe, hablando con su amiga, lo que me incomoda profundamente. No entiendo su actitud y, después de un rato, la curiosidad me vence.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te ríes? —le pregunto directamente.

Ella me mira con desdén antes de contestar.

—Oh, nada, solo me presento. Soy Bea, y soy la asistente de Alejandro, aunque creo que ya me conoces. Tú eres la viuda del doctor Darren, ¿no? La que quería mi puesto.

Me quedo paralizada, tratando de entender a qué se refiere.

—Ya sé que ahora estás en la biblioteca y eres amiga de Alejandro. Pero déjame decirte que es mucho mejor que no te acerques por el bufete —ríe, y finalmente, me habla del incidente con Albert, el joyero, en el despacho de Alejandro—. Alejandro tuvo que defenderte. Porque tienes citas con tipos y luego los dejas con las ganas, ¿verdad? Como si fueras una…

—¿De qué hablas, niña? —la interrumpe Bianca, visiblemente molesta.

—Solo digo que me parece muy injusto que él tenga que pasar por eso. Tú eres viuda y te has cerrado al amor, ¿por qué no dejas a Alejandro libre para que pueda ser feliz? Lo tienes ahí cuidando de tu hijo y él tiene bastante con el suyo.

No deberías dejar que Alejandro se acerque tanto. La gente del pueblo va a empezar a hablar. Y para alguien en su posición no es justo.

Alejandro le debe haber contado sobre el favor que le he pedido, ya que todavía estaba en el despacho cuando lo llamé. No sé por qué, pero solo de pensar en lo que ella me está diciendo, se me encoge el corazón.

—Alejandro y yo solo somos amigos —le respondo, intentando mantener la calma.

Ella se ríe con desprecio.

—Conozco a las mujeres como tú. Quieres atraparlo porque es un buen hombre y tiene una fortuna, aunque no lo demuestre.

La tensión aumenta y Bianca no puede permanecer callada.

—Basta ya, deja en paz a Sofía. Eres una estúpida —dice, defendiéndome y situándose a mi lado—. ¡Lárgate!

—Pues claro que me voy, no quiero que me vean con la escoria del pueblo.

La asistente de Alejandro se marcha con un aire de superioridad. Me siento abrumada por la situación.

—Lo siento, Bianca. Creo que ha sido un error salir esta noche —le digo, sintiendo el peso del error.

Me levanto y nos vamos del bar. La noche, que había comenzado con la esperanza de un momento de distracción, termina con un sabor amargo y unas ganas terribles de ponerme a llorar.

*

ALEJANDRO.

*

Estoy saliendo del despacho cuando recibo la llamada de Sofía. Su voz suena un poco nerviosa al principio, pero rápidamente me explica la situación: necesita que cuide a Allan por un rato porque Bianca la ha convencido para salir a tomar algo. Acepto sin dudarlo, sabiendo lo importante que es para ella tener un poco de tiempo para sí misma.

—Por supuesto, Sofía. No hace falta que lo pidas. Iremos al parque y luego compraremos una pizza para cenar. Y claro que es importante, tú también necesitas tu tiempo.




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