Un Amor para Sanar (2)

CAPITULO 9

SOFIA.

*

Entro en la biblioteca con un leve malestar. No puedo evitar sentirme molesta con Bianca por haberle explicado a Alejandro lo que pasó en el bar.

Aunque no puedo negar que aprecio su amistad y lo hace para protegerme, me resulta difícil aceptar que Alejandro se haya ido de la cafetería hecho una furia a su oficina.

Mientras busco un lugar tranquilo entre las estanterías, me encuentro con Bianca, que está organizando unos libros.

—Hola, Sofía —me saluda con una sonrisa que pide disculpas—. ¿Cómo ha ido?

—Hola, Bianca —respondo, tratando de mantener la calma—. Bien, gracias. —Suspiro. —Pero necesito hablar contigo sobre lo de hoy. ¿Por qué le contaste a Alejandro lo que pasó en el bar? No debiste…

Bianca me mira con una expresión de sorpresa, pero no parece molesta. Se encoge de hombros, como si lo viera de la manera más natural del mundo.

—Él tenía derecho a saberlo —dice, y añade con una sonrisa—. Aunque no esperaba que reaccionara así, debo decir que ese hombre me agrada. Tiene carácter y, además, está bastante bueno. ¿No crees? ¿En serio no ves en él algo más que un amigo?

—Bianca, no empieces.

—Cariño, solo digo que Darren murió hace tiempo y Alejandro se merece rehacer su vida. Aunque no sé si él…

Niego rotundamente con la cabeza, aunque en el fondo, algo se despierta en mí con sus palabras. La idea de que Alejandro pueda ser más que un amigo comienza a asentarse en mi mente desde hace días aunque trato de no darle importancia. Solo estoy agradecida con él.

—No puedo pensar en relaciones todavía —le digo, con un tono que espero sea convincente—. Y, además, tú tampoco has tenido nada serio desde que tu ex se fue a la gran ciudad. ¿No?

Bianca me mira, un poco sorprendida, pero también con cierta comprensión en su mirada.

—He superado a Tom, pero aún no encuentro a nadie que me haga sentir lo mismo —admite—. No obstante, eso no significa que no pueda tener mis propios intereses. Tom está totalmente superado.

Sigo sintiendo que hay algo en lo que Bianca dice que resuena conmigo, aunque trato de mantener la conversación en el terreno de la amistad.

—Haré como que te creo —le respondo, con una sonrisa forzada—. Aunque la verdad es que me parece que deberías poner más atención a lo que sientes.

Mientras seguimos hablando, no puedo evitar pensar que tal vez, en lo profundo, lo que siento por Alejandro podría ser algo más. Sin embargo, por ahora, prefiero mantenerme en mi posición y no dejarme llevar por lo que podríaser una simple atracción pasajera.

*

ALEJANDRO.

*

Noto cómo la furia recorre mis venas mientras conduzco hacia la oficina. El incidente con Sofía ha dejado una marca en mí; ya tuve suficiente con una persona tóxica en mi vida como para dejarme arrastrar por otra, que encima no es nadie. El verdadero detonante de mi malestar es el comportamiento de Bea. ¿Quién se cree que es?

Me estaciono bruscamente y entro al edificio completamente decidido.

Antes de llegar a la oficina de Bea, decido que Caroline, la recepcionista, debe ser testigo de la conversación para evitar tergiversaciones. Conozco a las personas como ella.

—¡Caroline! —la llamo, mi tono es autoritario—. Ven a mi oficina ahora.

Caroline llega rápidamente, y la hago pasar a la oficina, indicándole que se quede cerca de la puerta. La presencia de un testigo es crucial.

—¡Bea! ¡Beatriz Montañés! ¡A mi oficina ya!

Bea entra a la oficina, visiblemente nerviosa, sin entender qué está pasando. La miro con una furia que no puedo disimular; apenas puedo contenerme. No voy a perder tiempo.

—Beatriz, quiero que sepas que estás suspendida de empleo y sueldo durante 15 días. Tu comportamiento ha sido completamente inaceptable. Me da igual quién te haya colocado aquí; tu actitud ha cruzado todos los límites. El próximo paso será el despido, y si vuelves a meterte en mi vida o en la de mis amigos, te demandaré por difamación, injurias y calumnias. No sé cómo pudieron contratar a alguien con una ética tan pobre, pero lo que sí sé es que no voy a tolerar más tu comportamiento invasivo.

Bea abre la boca para protestar, pero la interrumpo con una mirada severa.

—Además, voy a asegurarme de que tu carta de recomendación, que de seguir así necesitarás pronto, refleje esta suspensión. Esto quedará registrado en tu currículum con una advertencia seria. Tu comportamiento ha sido vergonzoso y totalmente inapropiado.

Bea intenta defenderse con voz temblorosa.

—¡Eso no es lo que pasó! Las cosas no fueron así. Esa chica… Solo traté de...

La interrumpo, ya que mi paciencia se está agotando.

—Yo creo ciegamente en mi amiga Sofía —digo con firmeza—. Si ella dice que tú la encaraste y te metiste en su vida, confío en su palabra. No necesito escuchar tus excusas.

Caroline está atenta, observando el intercambio con un rostro serio. No me gusta comportarme de manera irascible ni prepotente, pero sé por experiencia que las malas hierbas hay que arrancarlas de raíz.

Me vuelvo hacia ella para asegurarme de que todo quede documentado correctamente.

—Caroline, por favor —pido con voz más suave al dirigirme a ella—, asegúrate de que todo esto quede registrado en la ficha de Bea. Si vuelve a actuar de esta manera, o muestra falta de profesionalismo en cualquier aspecto, será despedida y enfrentará posibles consecuencias legales. Eso incluye su vestimenta.

Bea está claramente humillada y furiosa, y sale de la oficina con pasos temblorosos. Yo me quedo con una grata sensación de alivio, sabiendo que he tomado medidas para proteger a quienes me importan.

—Gracias, Caroline —le digo con un tono suave—. Puedes regresar a tu puesto.

Caroline asiente, sonríe triste y se va, dejándome solo en la oficina.

Mientras me siento en mi escritorio, el enojo sigue burbujeando dentro de mí, pero hay un alivio por haber puesto fin a esta situación.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.