Un Amor para Sanar (2)

CAPITULO 11

ALEJANDRO.

Bea parece que ha comprendido lo que intenté transmitirle. Ayer se reincorporó al despacho y, al llegar esta mañana, he notado que ha venido temprano a trabajar. Luce un conjunto formal, serio y recatado, muy diferente al estilo más relajado que llevaba antes de su ausencia.

—Señor Brox, el señor Vans está aquí.

—Perfecto. Que pase, por favor. —Respondo en un tono neutral, no pretendo que la oficina sea un campo de batalla. Dije lo que tenía que decir y no hay más.

Albert entra en la oficina con una actitud tranquila, como si el enfrentamiento previo nunca hubiera sucedido. Ha venido a solicitar mi ayuda con respecto a su herencia, que comparte con dos primas. Después de conversar un rato con él, entiendo lo que pasa; Ellas no quieren vender la casa, pero tampoco comprarla, lo cual le está generando dolores de cabeza.

—Llamaré a su abogado para discutir los detalles y nos pondremos en contacto una vez que tengamos más claridad de lo que sucede.

—Perfecto. Los Grey han organizado una barbacoa para todos los vecinos mañana. Si descubro algo relevante mientras tanto, te lo comunicaré allí.

—No me han invitado, así que no estoy seguro de si asistiré. Pero si recibo una invitación y obtengo información útil, te la haré saber.

En ese momento, llaman a la puerta y Caroline entra después de recibir la señal.

—Me marchó, Alejandro. Nos vemos más tarde —dice al tiempo que sale del despacho.

—Señor Brox, ¿recuerda que le mencioné que hoy saldría diez minutos antes para llegar a tiempo a la cita con el oculista?

—Sí, lo recuerdo. Acabo de revisar un último caso y ahora estoy preparándome para ir a buscar a mi hijo Denis. Esta tarde quiero dedicarme a comprarle ropa nueva, ya que la que tiene se le está quedando pequeña. Por lo tanto, no estaré disponible. Aprovecha para tomarte la tarde libre para relajarte y avísale a Bea también.

—Gracias, señor Brox. —Caroline asiente con una sonrisa. —Se lo comunicaré a Bea.

—Caroline, ¿cuándo empezarás a tutearme? Soy mucho más joven que tú.

—Pero aún así, sigue siendo mi jefe. —Caroline sonríe tiernamente y sale de la oficina.

Recojo algunos documentos importantes, cierro mi portátil y me despido de los empleados que aún están en los pasillos. Salgo de la oficina y el cielo gris se torna amenazador. En el camino hacia la escuela de Denis, empieza a llover con fuerza. El chaparrón cae tan repentinamente que apenas tengo tiempo para poner el parabrisas a máxima velocidad.

Cuando llego a la escuela, me encuentro con Denis esperando bajo el toldo, empapado y tiritando junto a sus demás compañeros de clase. Lo abrazo rápidamente y le ofrezco mi chaqueta para protegerlo del frío.

—¡Vaya, Denis! ¡Estás chorreando! Vamos a casa, tengo que secarte y luego llevarte a comprar la ropa que necesitas. No puedo demorarlo más.

Mientras ayudo a Denis a subirse al coche, veo a la madre de Sofía acercándose lentamente, sujetando un paraguas que no parece ofrecer mucha protección contra la lluvia que cada vez es más intensa. Se acerca a la puerta del coche justo cuando estamos a punto de partir.

—¡Hola Amanda! —le digo desde el coche—. Veo que está empapada. ¿Le gustaría que los lleváramos a su casa?

La abuela de Allan, visiblemente aliviada, acepta la oferta con una sonrisa.

—Te lo agradecería mucho, Alejandro. Está lloviendo a cántaros y no sé si llegaré a casa en estas condiciones y Sofía todavía no ha podido cerrar la biblioteca.

Allan y Amanda se acomodan en el asiento trasero, junto a Denis, y nos dirigimos hacia la casa. La lluvia sigue cayendo con fuerza, pero el viaje es rápido y, pronto, llegamos. La abuela baja del coche con una expresión de gratitud y se dirige a su casa con Allan mientras yo me despido.

—Gracias por el favor, Alejandro. Cuídate. Esperemos que el clima mejore mañana.

—Esperemos que si, de todas formas siempre puede contar conmigo si lo necesita.

Me distrae un mensaje que llega a mi teléfono.

“Buenas tardes señor Brox, lo invitamos a la barbacoa que vamos a celebrar la comunidad de vecinos. Iba a realizarse hoy, pero lo hemos pospuesto para mañana. Esperamos y agradecemos su asistencia. Sr. y Sra. Moon.”

Está es la invitación a la famosa barbacoa que mencionó Albert.

Después de secar a Denis y cambiarlo de ropa. Con una última mirada a la lluvia, decido que regresemos al coche y me dirijo a la tienda.

La lluvia ha disminuido un poco, pero el suelo sigue mojado.

Me apresuro a buscar las prendas adecuadas para Denis, con la esperanza de encontrar algo que le guste y le quede bien.

La tienda está cálida en comparación con el aguacero afuera, por lo que paseo tranquilamente y pronto encuentro varias opciones.

Finalmente, después de seleccionar varias prendas que creo que serán perfectas para Denis, me dirijo hacia la caja.

—Hola señor Brox —dice la mujer que está tras la caja, es morena de ojos negros.

—Hola… —sé que la he visto pero no recuerdo donde.

—Soy Samanta Andrew. Nos conocemos del colegio —sonríe amable.

—Ah, ya. Disculpa. Sabía que te conocía de algún sitio.

Ella acaba de acomodar las prendas en la bolsa, cobra el importe y se despide. Es una mujer bonita, de hecho bastante.

Al llegar a casa, preparo la cena, veo a Denis acurrucado en el salón, y me siento aliviado al ver que cada día está más cómodo conmigo.

Desempaco las bolsas de ropa nueva y se las muestro.

—Denis vamos a probarte la ropa nueva que hemos comprado y luego vamos a cenar una sopa, nos vendrá bien tomar algo caliente.

Denis, ahora está mucho más animado, se prueba la ropa y muestra una sonrisa de satisfacción. Mientras lo observo, me siento satisfecho por haber podido encontrar lo que necesitaba para él y por haberle dedicado tiempo a pesar de la lluvia y los contratiempos del día. Me estoy planteando seriamente contratar a alguien, para ayudarme con las cosas básicas.




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