SOFIA.
Cuelgo el teléfono y miro a mi madre, sintiendo la urgencia en mi pecho.
—Mamá, tengo que ir a casa de Alejandro. Denis no se siente bien y necesitan un termómetro. Vuelvo pronto.
Ella asiente, comprensiva como siempre.
—Ve, Sofía. Cuida de Denis. Nos vemos luego.
Me pongo una chaqueta, cojo el termómetro y salgo rápidamente de casa. El cielo sigue nublado, pero la tormenta ha amainado un poco.
Mientras camino hacia su casa, no puedo evitar sentir una mezcla de ansiedad por el pequeño y hacía Alejandro, quien siempre parece estar ahí cuando más lo necesitamos.
Llego a su casa en pocos minutos. La preocupación me acompaña mientras camino hacia la puerta con el termómetro en la mano. Toco el timbre y en seguida Alejandro abre, con una expresión que confirma lo que temía: Denis realmente no se siente bien.
—Gracias por venir tan rápido, Sofía —me dice, y su voz, normalmente firme, suena un poco más suave de lo habitual.
—No hay de qué, Alejandro. Vamos a ver cómo está Denis.
Alejandro me guía hasta la sala de estar, donde Denis está tumbado en el sofá, acurrucado bajo una manta. Se ve pálido y sus ojitos, normalmente brillantes, están vidriosos. Me acerco a él y le sonrío con ternura.
—Hola, campeón. Vamos a ver cómo estás, ¿de acuerdo?
Denis asiente débilmente mientras le coloco el termómetro bajo el brazo. Espero en silencio, tratando de mantener la calma para no preocupar a Alejandro más de lo necesario. Cuando el termómetro pita, lo saco y reviso la temperatura. Tiene fiebre, pero no es demasiado alta.
—Tienes un poco de fiebre, Denis —le digo suavemente—, pero no te preocupes, vamos a bajarla pronto.
Miro a Alejandro y le pido un paño húmedo. Él asiente y rápidamente va a buscarlo. Mientras espero, me siento al lado de Denis y lo abrazo, tratando de darle un poco de consuelo. El pequeño se acurruca contra mí, buscando el calor y la seguridad que parece necesitar en este momento.
—Me duelen las piernas y la espalda —me dice con un hilo de voz, y puedo sentir su malestar en cada palabra.
Le acaricio el cabello, tratando de reconfortarlo.
—Es normal, Denis. Te has constipado, y a veces eso hace que el cuerpo duela un poco. Pero pronto pasará, te lo prometo.
Alejandro regresa con el paño húmedo y lo coloco suavemente en la frente de Denis. Luego, Alejandro le da una cucharada de antitérmico para ayudar a bajar la fiebre. Denis se toma el jarabe con una mueca, claramente no le gusta el sabor, pero se esfuerza por no quejarse.
Después de beber el jarabe, Denis se acurruca aún más en mi regazo y, con voz baja, me dice algo que me deja totalmente parada.
—Te quiero mucho, mucho, Sofía.
Por un momento, siento que el mundo se detiene. La sinceridad en sus palabras me llega al corazón, y una oleada de emoción me invade. Lo miro, encontrando sus ojos que, a pesar de la fiebre, están llenos de cariño. No puedo evitar sonreírle, profundamente conmovida.
—Yo también te quiero mucho, Denis —le respondo, mi voz apenas un susurro.
El pequeño se acurruca aún más cerca, susurrando algo incomprensible mientras comienza a cerrar los ojos, agotado. Lo abrazo con fuerza, sintiendo su respiración lenta y pesada mientras cae en un sueño profundo.
ALEJANDRO.
Me quedo completamente paralizado al escuchar lo que Denis le dice a Sofía. "Te quiero mucho, mucho." Esas palabras salen de su boca con una sinceridad que me desarma, y no puedo evitar sentir un nudo en la garganta. Denis no menciona a su madre, Elisa, casi nunca, y aunque me duele admitirlo, no parece extrañarla. Pero ahora, mientras lo veo abrazado a Sofía, tan pequeño y vulnerable, es evidente que echa de menos una figura materna en su vida.
No puedo apartar la mirada de ellos dos. Denis, acurrucado en los brazos de Sofía, parece encontrar en ella todo el consuelo y el amor que necesita de esa figura. Y Sofía… su expresión, su ternura al cuidar de mi hijo, me hace darme cuenta de algo que me había negado a ver hasta ahora. Hay algo en la forma en que ella lo mira, en cómo se preocupa por él, que me hace sentir un calor extraño en el pecho.
Cuando me acerco a ellos, veo que Denis ya se ha quedado dormido. Su pequeño cuerpo está completamente relajado en los brazos de Sofía, y ella lo sostiene con una delicadeza que me enternece.
Me inclino para tomar a Denis en brazos, y cuando lo hago, nuestros rostros quedan peligrosamente cerca. Puedo ver los labios de Sofía, tan cerca de los míos, y trago grueso, sintiendo un torrente de emociones contradictorias.
¿Qué estoy haciendo? No puedo… no debo fijarme en Sofía de esa manera. Es mi amiga, mi apoyo constante, pero nada más. Y ahora, con Denis apegado a ella de esta forma, cualquier pensamiento más allá de la amistad parece fuera de lugar, incluso egoísta.
Levanto a Denis con cuidado, tratando de apartar esos pensamientos de mi mente. Siento el peso de su pequeño cuerpo relajado contra mí y me alejo de Sofía, que me observa con una expresión que refleja la misma mezcla de confusión y emociones que estoy sintiendo.
—Lo llevaré a su cama —le digo en voz baja, como si temiera romper la calma del momento.
—Claro, Alejandro —responde ella, aunque puedo notar un leve temblor en su voz. Se levanta, tratando de recobrar la compostura—. Supongo que… me voy. Nos vemos mañana.
Asiento, incapaz de decir mucho más. Sofía se dirige hacia la puerta, y antes de salir, nos lanza una última mirada, sus ojos encontrándose con los míos durante un segundo que parece eterno. Luego, sin más palabras, cierra la puerta tras ella.
Me quedo en silencio por un momento, el rostro de Denis todavía está cerca del mío. Siento su respiración ahora tranquila y, con mucho cuidado, lo llevo a su cama, donde lo acuesto con suavidad. Pero incluso mientras lo arropo, mis pensamientos siguen regresando a Sofía, a cómo me he sentido cuando nuestros rostros estuvieron tan cerca, cuando me di cuenta de lo que Denis siente por ella. No puedo verla como una mujer, es demasiado importante para nosotros como para que algo salga mal. Es más ni siquiera me ve como a un hombre, lo dejo claro. Ella vive para Allán.
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Editado: 20.10.2024