Un amor por recuperar (3)

CAPITULO 2

TOM.

El aire frío de Wiston me golpea cortante y despiadado al salir de la casa de Alejandro, pero no tanto como los recuerdos que esta ciudad me obliga a enfrentar.

Las calles, las casas de ladrillo, los jardines cuidados... todo me devuelve a ella, a quien fue y a lo que me hizo. Pero hoy algo es diferente. Hoy tengo claro que no soy el mismo de entonces.

He regresado por mi padre, porque él me necesita, porque la enfermedad ha destrozado su salud y porque tengo un deber como hijo. Pero, en el fondo, también sé que he vuelto para enfrentar todo lo que dejé atrás. Y entre esos fantasmas está ella. Bianca. La chica que convirtió mi amor en odio, que me arrancó el corazón y se fue sin mirar atrás. La que se atrevió a llamarme "pasatiempo", como si todo lo que le di no tuviera ningún valor.

Tenía esperanza. Creía que si la amaba lo suficiente, si le daba todo de mí, sería suficiente para que me eligiera. ¡Qué iluso fui. Pero ahora sé la verdad: nada habría sido suficiente para esa mujer. Ella nunca valoró al muchacho dulce y entregado que fui. Se rió de mí, de mi amor, y de mis sueños. Me ilusionó con un futuro juntos y se marchó sin contemplaciones, pero ahora soy yo quien hará lo mismo. No pienso quedarme estancado en lo que pudo ser. No pienso ser el eterno enamorado de una chica que no supo valorarme.

Cada paso que doy, cada mirada a esta ciudad, me recuerda lo mucho que me desgarró su rechazo. Pero esta vez, estoy decidido a demostrarle lo que perdió. No más lamentos, no más noches en vela pensando en ella. Voy a encontrar a alguien mejor, alguien que realmente me valore. Alguien que no necesite compararme con un ideal que ni siquiera ella puede alcanzar. Porque ahora sí soy alguien. No soy aquel chico ingenuo, que se conforma con migajas. No soy el que esperaba cada noche una llamada o que ella volviera diciendo que lo amaba. Ahora soy un hombre decidido, alguien que ha aprendido a levantar murallas, alguien que no permitirá que nadie más lo humille.

Miro hacia el cielo gris, inspirando profundamente el aire frío de Wiston. El pasado me hirió demasiado, y he aprendido a vivir con ello. Pero también me enseñó a endurecerme, a dejar de lado las fantasías. Así como ella fue fría y despiadada al marcharse, así seré yo ahora. Sin remordimientos. Sin segundas oportunidades. Encontraré a alguien que me haga sentir completo, y cuando lo haga, sabré que Bianca solo fue un capítulo amargo en mi historia. Ella me arrancó el corazón, sí, pero no supo destrozarlo. Y yo... yo me encargaré de demostrarle que su desprecio fue lo mejor que me pudo pasar.

—Hijo… llegas pronto, —habla mi padre desde el sofá cuando entro al salón de casa. —A tiempo para una partida de ajedrez. —Sonríe.

—No. Justo a tiempo para la cena, —dice mi madre besando mi mejilla. Voy a preparar la mesa.

—Gracias mamá, en diez minutos vamos, —contesto acercando la mesa con el tablero hacia papá.

BIANCA.

Me despido de Sofía en la puerta de su casa, tratando de ocultar la incomodidad y la tristeza que llevo por dentro. Ella me observa, percibiendo algo en mí.

—¿Estás bien, Bianca? —pregunta con esa mezcla de dulzura y preocupación que me hace sentir expuesta.

—Sí, no te preocupes, estoy genial —miento, forzando una sonrisa. Nos abrazamos y, finalmente, me alejo de su casa.

Tom está aquí; ha vuelto, y sé que lo que me espera será más desgarrador que cuando lo dejé partir. A pesar de haber dejado en claro que no desea estar cerca de mí, en su mirada fría aún he podido entrever al mismo chico del que me despedí hace seis años.

Al llegar a casa, veo a mamá recostada en el sillón, con una manta sobre las piernas y una sonrisa tranquila al verme. Me acerco y la envuelvo en un abrazo suave, sintiendo su fragilidad, pero también su calidez.

—¿Cómo te sientes hoy, mamá? —le pregunto suavemente.

—He tenido un buen día, hija —responde, acariciando mi cabello—. Cada día es una bendición, ¿no?

—Sí, claro que sí —le sonrío, tratando de no pensar en todo lo que ha pasado. Pero, como si fuera inevitable, el recuerdo de Tom regresa y lo menciono antes de poder evitarlo—. Ah, por cierto... Tom ha vuelto. —Podría no decirle, pero se va a enterar de todas formas.

La expresión de mamá cambia, su sonrisa se torna curiosa y algo preocupada.

—¿Has hablado con él?

—Sí, hemos hablado —asiento, esbozando una sonrisa pequeña.

—¿Y? ¿Qué te ha dicho? —pregunta, anticipando algo en mi silencio.

Suspiro, sintiendo el peso de esas palabras que aún me duelen.

—Me dijo que prefiere que mantengamos las distancias. —sonrío, ocultando las ganas de llorar.

El brillo en sus ojos se apaga un poco, y veo una sombra de tristeza en su rostro.

—Mi niña... Siento que... si no hubiera pasado lo de mi enfermedad, quizás ustedes...

—Mamá, no tienes por qué culparte —la abrazo con fuerza, tratando de consolarla—. Tom y yo somos ya pasado. Y está bien así. Yo estoy bien así. Vamos a hacer palomitas y a ver una película, ¿te parece? Hoy solo quiero estar tranquila y contigo.

Ella me observa por un momento, y sé que no está del todo convencida.

—Bianca —dice suavemente—, ¿y si él no es solo parte del pasado? A veces, lo que sentimos no desaparece solo porque intentemos apartarlo. O finjamos que no existe.

Desvío la mirada, incapaz de sostener la suya.

—Mamá... él dejó claro lo que quiere. Solo tengo que aceptarlo. Y lo he aceptado. No hay más.

Mamá toma mis manos y las aprieta, mirándome con ternura.

—Cariño, si aún lo amas, no tienes que negártelo a ti misma. Está bien sentir, aunque duela.

Intento reír para aligerar el momento.

—Vamos a ver una película, mamá. Ya es suficiente drama por hoy, ¿no? Seguramente se vaya en unos días y todo vuelva a la rutina.

Ella asiente, aunque sus ojos siguen reflejando preocupación.

—Está bien, pero prométeme que no te cerrarás al amor solo por miedo. Te mereces ser feliz, Bianca. Con o sin Tom.




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