Un amor por recuperar (3)

CAPITULO 9

BIANCA.

No sé en qué momento todo ha cambiado. Desde que Tom regresó, hemos estado discutiendo, llegando incluso a ser indiferentes el uno con el otro, pero esta noche... hay algo en él que es diferente.

Lo noto en su mirada, en cómo me observa. Ya no está esa frialdad de siempre. Ahora puedo ver que hay algo cálido en sus ojos, algo que no esperaba, y no sé qué hacer o como actuar ante ello.

Cuando su brazo me rodea, me quedo quieta, sin saber cómo reaccionar. Estoy sorprendida, pero aún así no quiero moverme.

Sus brazos me recuerdan a cómo eran sus abrazos antes. Fuertes y seguros. Por un instante, me siento increíblemente bien entre ellos, pero no entiendo por qué. Esto no debería estar pasando.

Desde que llegó, siempre ha sido frío conmigo, incluso un poco cruel a veces. Pero ahora, este gesto inesperado me desconcierta. Me ayuda a subir al coche con tanta delicadeza que no sé qué pensar.

No hablamos. No sé si es porque él no quiere o porque yo no sé qué decir.

Sofía está atrás, con la mirada perdida. Seguro sigue dándole vueltas a lo que dijo Blas sobre Darren.

El silencio en el coche es incómodo, pero no puedo evitar mirarlo de reojo. Su mandíbula está tensa, sus manos firmes en el volante... pero hay algo en su cara, una suavidad que no le había visto antes.

Cuando llegamos a casa de Sofía, Tom se baja rápido del coche y camina hacia Alejandro, que ya lo está esperando en la puerta, visiblemente nervioso. Me quedo sola, mirando por la ventana y observando cómo hablan. Los gestos de Tom son tranquilos, casi casuales, pero está tan serio que impone.

Intento respirar hondo y calmarme, pero mi cabeza no para. Cierro los ojos y vuelvo a ese abrazo, a esa calidez que todavía parece envolverme.

Pasan unos minutos antes de que Tom vuelva al coche. Su presencia llena todo, aunque al principio no dice nada. Se sienta, cierra la puerta y me mira, en silencio, por un momento que parece eterno.

—Bianca —dice al final, con voz baja—, ¿te parece bien que vayamos a mi apartamento? Creo que tenemos que hablar.

Lo miro, sorprendida. Mi cabeza está llena de preguntas. ¿Por qué quiere hablar conmigo? ¿Qué es tan urgente? Pero no puedo decir nada. Solo asiento, demasiado confundida para rechazarlo.

Arranca el coche, y el sonido del motor rompe el silencio. Las luces de la ciudad pasan rápido por la ventana, pero no puedo concentrarme en nada. Mi corazón late fuerte, y cada kilómetro que recorremos me hace sentir que esta conversación puede cambiar todo entre nosotros.

TOM.

El silencio en el coche es ensordecedor, pero no me importa. Sé que Bianca está tan confundida como yo. Puedo verla de reojo, sentada con las manos entrelazadas sobre el regazo, mirando por la ventana como si buscara respuestas en las luces de Winston. Yo no sé ni por dónde empezar. Pero esta conversación no puede esperar más.

Cuando llegamos a mi apartamento, me bajo primero para abrirle la puerta del coche. Ella me sigue, en silencio, y subimos juntos. Cada paso que damos por el pasillo parece alargar la tensión entre nosotros, pero lo único que puedo hacer es mantenerme en movimiento.

Abro la puerta y la dejo pasar. Bianca entra, dubitativa, como si no supiera si pertenece aquí o no. No digo nada al principio, solo cierro la puerta detrás de nosotros y camino hacia la cocina.

—¿Quieres algo de beber? —le pregunto mientras dejo las llaves sobre la mesa. Mi tono es más suave de lo que esperaba, pero no puedo evitarlo.

—Agua está bien —responde, con la voz apenas un murmullo.

Le sirvo un vaso y se lo doy. Ella lo toma y se sienta en el sofá, pero no bebe de inmediato. Sus ojos me siguen, como si intentara leerme, como si buscara al hombre que cree conocer.

Rompo el hielo de la única manera que puedo.

—¿Qué pasó con Blas? —le pregunto, apoyándome en el respaldo de la silla frente a ella. Mi voz es firme, pero no dura—. ¿Te hizo algo antes de que yo llegara?

Ella niega con la cabeza rápidamente, y su mirada baja al vaso de agua para luego clavar sus ojos en los míos.

—No, no llegó a hacerme nada. Solo me quiso intimidar... y después dijo cosas que no tenían sentido. Pero nada más.

Asiento, sintiendo un alivio que no esperaba. Blas Connor no es alguien peligroso, solo es un borracho, pero no lo quiero cerca de ella. Por lo que veo, Bianca está bien, al menos físicamente hablando. Sin embargo, no puedo dejar pasar lo pálida que se ve, lo cansada que está.

—¿Has comido algo? —le pregunto.

—No, pero no tengo hambre —responde de inmediato, esquivando mi mirada.

—Vamos, Bianca. Tienes que comer algo. Acompáñame a la cocina —digo, y me levanto sin darle opción.

Ella duda un momento, pero termina poniéndose de pie. La llevo a la cocina y le indico que se siente en uno de los taburetes mientras empiezo a buscar algo sencillo que preparar. Abro la nevera, saco un par de cosas y me pongo a trabajar.

Puedo sentir su mirada fija en mí mientras corto unas verduras y preparo algo rápido. Cuando levanto la vista, la veo. Está sorprendida, aunque intenta ocultarlo. Lo sé porque conozco cada uno de sus gestos, incluso después de todo este tiempo.

Sé que no entiende lo que está pasando, y no la culpo. ¿Cómo podría? La última vez que estuvimos así de cerca, ella me dejó. Me dejó con unas palabras que aún me atormentan.

"No eres suficiente para mí."

Pero ahora sé la verdad.

Mientras cocino, no puedo dejar de pensar en todo lo que vivió. Pasó por todo eso sola: vendió su beca, rehipotecó la casa, trabajó y estudió al mismo tiempo mientras su madre luchaba contra el cáncer. Todo para protegerme, para que no viera su dolor. Y yo, como un tonto, pensé que no era lo suficiente para ella, cuando en realidad, lo que no quería era cargarme con su sufrimiento.

No puedo dejar de preguntarme cómo pudo soportar todo el proceso ella sola. Y ahora está aquí, sentada frente a mí, confundida, y aunque parece vulnerable, por primera vez en años, me doy cuenta de lo fuerte que es, que ha sido, y de lo mucho que la sigo queriendo, aunque no quiera reconocerlo.




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