Un amor predestinado

Capítulo # 4

Capítulo # 4

Horas después.

La familia Lombardi Murphy se reunieron en la clínica para celebrar, los únicos que quedaron en la mansión fue Dante, Samantha, Matt y Cinzia, lamentablemente tienen una tradición con los empleados en la clínica y no pueden dejar de asistir; poco a poco fue llegando Chloe con Piero, Samantha había preparado la mesa y como los empleados no quería comer en el comedor principal, para no, irrespetar, Dante decidió que pasaran la cena navideña en la cocina, no le importa el lugar solo quiere disfrutar de su futura esposa e hijo.

Cinzia emocionada.

—Está delicioso. 

Piero asombrado.

—Todo esto lo hizo Samantha.

—Así es —afirma ella.

—La señora, cocina, delicioso —habla una mucama sin dejar de comer.

—Está, es la primera navidad de mi Emanuele —dijo con emoción y nostálgica— me hubiera gustado que mis padres estuvieran aquí.

—Ahora nos tienes a nosotros —habla Dante risueño.

—Nosotros nos iremos después de comer —habla Chloe mirándolos— los padres de Piero nos quieren allá.

—Está bien —murmura, Samantha apenada, esta es su realidad. Ahora tiene a su bebé y a Dante.

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En la mansión Mancini.

Samuele Mancini, un hombre de setenta años, mirando a su hijo de treinta y cinco años, y a su mujer.

—Es increíble que tenga tantos años, que no sé nada de mi hija —comenta él con dolor— Sarah se fue, cuando solo tenía dieciocho años y no sé nada de ella.

Su esposa, Idara, se casó tres años después de que su esposo Samuele perdiera a su hija.

—Pero tienes a Samuele y a mí.

—Tú eres madre, debes de entenderme —suelta con dolor— sé que nunca podría darme nietos, pero… dejó de tocar y eso me dolió.

Sam uniéndose a la conversación.

—Hace dos años, estuve investigando y no encontré nada de ella —comenta serio— deberíamos investigar al profesor con quien se fugó—propone su hijo— tal vez la encontremos.

—Sarah, es el retrato de su madre Samantha —explica nostálgico— saber que ella nunca podía darme nietos, me devasto.

—Existen muchos tratamientos, hoy en día —dijo agarrando su mano— no deberías de preocuparte, sé que la encontraremos.

Sam asintió con la cabeza y suena el timbre.

—Debe de ser Nydia.

A Samuele no le agrada. La futura esposa de su hijo, la ve tan superficial.

—Cariño, porque sigues aceptándola —habla en voz baja a su mujer.

—Dejemos, que crea un poco —murmura con una sonrisa.

Samuele se siente cada día mal, porque su hija Sarah fue la unión de su primer amor, amo tanto a Samantha que para él fue tan precioso y único cuando Sarah nació, se enamoró perdidamente de su pequeña hija, sabía que ser padre a la edad de diecinueve años era un reto y más siendo un músico profesional, su esposa no pudo darle otro hijo porque su matriz se había vuelto débil por los bebés que había perdido sin ninguna razón, no quisieron exponerse más y no intentaron buscar otro embarazo, entonces se dedicaron a enseñarle a Sarah de todo, a la edad de diez años manejo el idioma español y francés a la perfección, y eso lo enorgullecía al solo verla participar en los recitales, era tan hermoso apoyarla, hasta que su mujer murió y Sarah se volvió rebelde.

Solamente supo de ella cuando le dijo, que se iría con Ryan Scott y no volvería jamás. En ese momento, pensó que era una rabieta normal en una jovencita, más pasaba el tiempo, entendió que su hija no volvería nunca, intentó buscarla y nunca tuvo éxito, no sabía si ella cambió de apellido o simplemente se había quedado con el Scott. Lamentablemente, es un apellido muy común en Italia, sería buscar una aguja en un pajar.  

—Dentro de unos días, será el evento de caridad —habla su mujer sonriéndole— deberíamos ir.

—Porque no, tengo años que no voy a ningún evento social.

Idara está más que complacida, porque su esposo está dando pequeños pasos para volver de nuevo a la alta sociedad, desde hace casi veinte años que no asiste a ninguna fiesta o reunión, su esposo se niega que vaya para evitar que pregunten por Sarah.

Samuele estuvo platicando con Nydia, mientras que su hijo le pedía a la mucama que trajera comida a su prometida.

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En la mansión Lombardi.

Dante está mirando a Samantha detalladamente, se ve muy hermosa con ese pantalón de vestir hasta la cintura, una blusa de color azul cielo con mangas, se ve tan elegante, su cabello suelto y rizado. Definitivamente, su prometida es una belleza, pronto será su esposa por la ley y madre de su pequeño campeón.   

Samantha llevó a Matteo a su habitación, para que duerma con tranquilidad, la música comenzó a sonar y ella buscó a Dante para que bailaran, le encanta bailar desde que era una niña.

Él sonrió.

—Bailemos.

Chloe y Piero se quedaron un rato más y estuvieron bailando hasta que llegó la hora de irse, Samantha no quería que se fueran, pero debía de entender que ellos tienen una familia y no puede entrometerse con ellos. 

—¡Qué buena está la fiesta! —exclama Gian llegando en compañía de su esposa— la reunión estaba aburrida.

—Sí —afirma Rosetta alegre— quiero comer un poco.

—En la mesa hay dulces y comida —comenta Dante sin dejar de bailar.

Rosetta fue hacia la mesa y comienza a comer dulces.

—Todo delicioso.

Gian acercándose a Cinzia.

—Bailemos.

—Está bien —dijo alegremente.

Poco a poco fue reuniéndose la familia y disfrutar de la buena comida que había hecho Samantha para ellos, el que estaba fascinado es Armando con los dulces, Diana decidió cuidar a su nieto y descansar un rato.

Samantha sentada en el sofá y al lado de ella Dante. 

—Están muy animados.

—Normalmente, llegábamos de la clínica y dormíamos.

—Qué aburrido.

—Ahora en adelante, nuestras navidades, serán diferentes contigo —dijo agarrando su mano y besándola— eres única.




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