Un amor prohibido

· 6. Al aire ·

Salir todo el día de casa para ir a secciones de fotos o a entrevistas jamás había sido un problema tan grande hasta ahora que tengo un perro viviendo en mi habitación. Más concretamente hablando, Blue tiene una semana y media viviendo a escondidas en mi casa. ¿Que por qué no se lo he entregado a Demián? Sencillo. Nessa está todo el día rondando la casa, lo que me imposibilita hablar con él cinco minutos a solas. Podría dejar al perrito en la puerta de su casa y huir, pero ¿qué hay de si alguien me ve, tira una foto y saca de contexto que salga corriendo de su jardín delantero? No, gracias. Ya tengo suficientes problemas como para añadir otro a la lista.

También había pensado anteriormente enviar a Jen, pero no quiero correr el riesgo de que Nessa vaya a despedirla si la ve. Lo mejor, por el momento, es ir convenciendo a Dalia poco a poco de que esto es mala idea, y así que termine por desistir de esta idea ella sola.

Volviendo a lo inicial, hoy es otro de esos días en que saldré de casa a las seis de la mañana y volveré, con un poco de suerte, a las nueve de la noche. En palabras más sencillas, Nessa organizó mi itinerario. Otra vez, aunque juró que después de que cumpliera los diecinueve me dejaría hacerlo.

Intentando ver el lado bueno de esto —sigo sin encontrarlo y probablemente no vaya a hacerlo—, me escurro fuera de la habitación, aprovechando que Blue juega con mi almohada, deshilándola. No sé cómo explicaré eso, pero deberé encontrar la manera. Pero de eso ya me encargaré más adelante.

Cruzo todo el pasillo que me lleva hasta las escaleras, y luego de bajarlas, me quedo de pie frente a la puerta de salida, esperando a por mi padre, que gracias al cielo si me acompañará esta vez. No tengo que esperar mucho, pues Rowan sale a mi encuentro casi tan pronto como siente que no entraré en la cocina.

—¿No vas a desayunar?

—No —niego—. Comeré algo cuando vuelva.

Además, no es como si este vestido me dejara comer algo, realmente.

—Tienes que comer algo, Enya. Aunque sea solo un poco de lo que Jennifer preparó para el desayuno —intenta convencerme, acercando un pequeño vaso a mi—. Mira, es chocolate con espuma, tu preferido.

—Lo siento, papi, pero ya es tarde y me cepillé los dientes justo antes de bajar —lo rechazo, sabiendo que me arrepentiré más delante de no tomar al menos un bocado de comida.

Aun sin estar del todo convencido, mi padre aleja el vaso de cristal de mí. En ese mismo instante, Nessa atraviesa las puertas llevando puesto un costoso vestido hecho por una de sus amigas —la misma diseñadora que hizo el mío—, y cuando ve lo que mi padre me estaba ofreciendo anteriormente en el vaso, parece estar horrorizada. A pesar de, no dice nada y murmura algo sobre esperarnos en el auto antes de salir de la casa. Cuando ella ya ha salido, ambos nos despedimos de Jen y salimos de la casa, en mi caso, con el corazón en el puño sin saber muy bien el motivo.

· · ·

—Volvemos al aire en tres, dos, uno —dice la directora del programa. A su lado, una mujer con un guion me mira atentamente, sin siquiera parpadear.

—Volvemos con Enya Callahan, la modelo femenina del momento, que nos ha estado contando durante todo el programa cómo fue ser una modelo desde la cuna, y sus secretos de belleza —el entrevistador deja de ver a la cámara y me mira, sus ojos brillantes y su frente ligeramente perlada por el sudor que causan los focos que hay sobre nosotros—. Dime, Enya, como ya es esta mi última pregunta antes de que termine este primer segmento, ¿me dejarías preguntar algo un poco más...atrevido?

El grito del público que hay en el estudio no se hace esperar, seguido de las súplicas porque diga que sí. Yo simplemente rio, intentando ganar algo de tiempo mientras espero que Nessa, sentada en la primera fila, me haga algún tipo de seña para saber qué decir. Así es como lo he tenido que hacer siempre. Pero esta vez ella no hace nada, y eso empieza a desesperarme.

Sé por experiencia —las veces que he visto entrevistas de famosos hechas por este mismo presentador— que The Backstage tiene una muy mala fama. En primer lugar, el entrevistador, Wilburn Snake, tiene por costumbre hacer preguntas fuera de lugar y comentarios subidos de tono.

El que termina por salvarme es mi padre, que levanta ambos pulgares, haciendo que el público incremente más su euforia. Quito la vista de mi padre, y mirando al entrevistador, asiento.

—Claro, ¿Por qué no?

La sonrisa de Wilburn se amplía.

—Me gusta tu actitud, pero definitivamente más la de tu padre, que aceptó gustosamente —el público ríe, pero pronto el entrevistador les pide silencio para poder hablar—. Antes quiero pedirle a un muy buen muchacho que nos ha acompañado tras bastidores toda la noche que dé la cara y pase aquí adelante. Señoras y señores, Demián Kozlov.

Miro hacia las cortinas que se encuentran detrás de mí y hacia donde el entrevistador señala. Estas se abren y es revelada la figura esbelta de Demián. Y si antes con mi entrada gritaron bastante, con Demián pareciera que fueran a quedarse sin voz. Incluso llegué a pensar que alguien se desmayaría por la emoción.

El andar del pelinegro es lento, pero aun así llega con rapidez a mi lado, donde se sienta luego de saludarme con un asentimiento de cabeza. El olor a Appell, el perfume que creó la marca de su madre, me envuelve en cuanto se acomoda junto a mí.

—Público, por favor —el entrevistador tranquiliza a la multitud—. Van a asustar a nuestros invitados.

Por fin los vítores cesan, pero las miradas persisten. Se sienten...pesadas. Y aún más la de Nessa, que parece querer culparme de algo que no es mi culpa. Ella fue la que aceptó la entrevista, después de todo.

—Demián, Enya... —el entrevistador nos señala mientas menciona nuestros nombres—, antes de continuar, ¿podrían por favor saludarse correctamente? —el público vuelve a emocionarse.



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En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 06.05.2024

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