Un amor prohibido

· 14. Equipo de investigación I ·

La escena que hay ante mis ojos es irreal, tanto que por instinto me muevo en dirección al bullicio.

—¡Que alguien llame a seguridad! —se escucha un llamado de auxilio proveniente de alguna parte de todo el alboroto.

Entre todas las estrellas y sus acompañantes, una fan consiguió colarse y acercarse lo suficiente a su preferido. Me acerco más, consiguiendo distinguir en ella unos ojos rojos, grandes gafas de sol sobre su cabellera larga y castaña y una pollera amarilla chillón. La reconozco al instante como aquella chica que casi suplicó que el pelinegro le firme una "teta".

—¡Seguridad, seguridad! —alguien vuelve a gritar, desesperado, pero no parecer haber nadie cerca. De hecho, ahora que veo más a detalle a mi alrededor, me doy cuenta de que todos graban el bochornoso momento, pero nadie hace algo por ayudar. Ni siquiera los miembros del Staff, pues ni siquiera están a la vista.

Sintiendo pena por el pelinegro —al que la chica tiene agarrado de la camisa, ahora con los botones abiertos, revelando el pecho con varios rasguños por las mortales uñas de la chica—, me dirijo en su dirección, apartando estrellas que solo graban sin hacer nada.

Asqueroso. Así es como me encuentro el mundo de la farándula. Nadie es tu amigo cuando estás por hundirte.

A pesar de la multitud, por fin puedo llegar al lado de Demián, y me sorprende que, al mirarlo a los ojos, parece asustado. Sin pensarlo mucho, tomo su mano y la halo hacia mí, provocando que la atención de todo el mundo se dirija a mi persona, incluso la de la chica.

—¿Por qué tocas a mi novio!?

Qué miedo. Está borracha, aunque su aliento huele bastante fuerte y no solo a alcohol.

—Lo siento, lo tomaré prestado un rato.

Aprovechando su desconcierto, finjo que hago una señal de paz con mi dedo índice y dedo medio, luego los junto y los pongo firmes, apunto específicamente al hundimiento que hay en la base del cuello y clavo mis dedos allí, provocando que eventualmente la fanática se desmaye al faltarle el aire.

O se muera, todavía no sé qué tan fuerte le di.

La chica cae al suelo y nadie hace nada por sostenerla.

—¿Está muerta? —oigo murmurar a alguien—. ¿Enya Callahan acaba de matar a alguien?

Sin pensarlo mucho más que haber "apuñalado" a alguien en la garganta, vuelvo todo mi cuerpo hacia los murmullos con una cara de evidente odio. Odio por este maldito mundo en donde disfrutas ver a los demás en el suelo porque significa que tú puedes estar en la cima. Odio porque es un mundo donde disfrutas usar a los que están por debajo de ti de escalera hacia tu propio éxito.

—¿Y ustedes qué hicieron por defenderlo, más allá de sacar una cámara y fingir temor de la situación? Nada, ¿cierto? —nadie dice nada, pero ¿qué dirían?—. Ustedes son ciertamente...asquerosos.

Y vuelvo por donde vine, sabiendo que probablemente me vayan a colgar en mi casa por esto.

· · ·

—¡Estuviste genial!

—Nessa va a ahorcarme.

—Pero, aun así, tu hiciste chin fiu fua —ella imita mi movimiento con los dedos—. ¡Eso fue genial!

—Más razón para ahorcarme.

Dalia baja sus dedos y me sonríe.

—Lo hiciste bien. Lo salvaste de un aprieto. Estoy segura de que al menos tu padre lo entenderá.

Frunzo la nariz cuando noto que periódicamente la limosina va frenando. Estamos llegando a casa de Eris, por ende, se acerca la hora de mi desgracia.

—Gracias por venir conmigo esta noche, aunque haya arruina-

No puedo continuar porque Dalia está tapándome la boca.

—Hiciste algo bueno por alguien que no te cae bien. Eso es un avance en su relación, de la que, por si no lo has notado, soy la fan número uno.

Sonrío con tristeza.

—Igualmente lo siento. Iba a ser tu noche.

—Nuestra —ella me corrige—. Somos mejores amigas. Y lo fue. Me demostraste que si defiendes a si a tu enemigo mortal, a mí me defenderás como todo un ninja.

No puedo evitar reír de sus ocurrencias. Extiendo mis brazos en su dirección y ella no tarda en corresponder. Luego del abrazo y de despedirnos, ella se desmonta de la limosina y se va a su casa. El trayecto de vuelta a la mía se hace corto y lúgubre. Cierro los ojos, y antes de poder tranquilizarme del todo, me encuentro de pie en el frío asfalto del frente de mi casa. Miro los zapatos en mis manos y más abajo, mis pies descalzos. Estoy acabada. Doy un paso al frente, cuando el sonido de pasos me espanta.

—¡Enya, espera!

Me sorprende bastante escuchar la voz de Demián, y más cuando justamente estamos frente a mi casa. Intento acallarlo con mi mano una vez lo tengo de frente, pero él no me lo permite.

—Prometo que seré breve —él ni siquiera me permite hablar. Suelto un suspiro y asiento, dándole permiso de proseguir—. Muchas gracias por lo de hoy. Te debo una.

Aparto mi vista de su media sonrisa de agradecimiento y la llevo a su pecho, todavía descubierto. Las heridas ya no sangran, pero todavía hay sangre seca sobre su piel.

—Deberías ir a que te desinfecten eso antes de que sea tarde —él asiente dos veces, pero no se quita de enfrente de mi—. Deberías estar más pendiente a tu alrededor —murmuro—, y tratar de conseguir nuevos amigos —añado al recordar haber visto a dos de sus "amigos" modelos grabando sin hacer nada.

—Ya sabía que no eran amigos verdaderos, si es a lo que te refieres.

—Pero vivirlo es diferente, ¿no?

Demián titubea antes de asentir.

Siento pena por él. Algo que me salvó de creer que todos me amaban fue el pesimismo de Nessa. "No te quieren por lo que eres, te quieren por lo que tienes. No lo olvides, Enya". Fueron esas duras palabras recordadas todos los días por las cual sigo manteniéndome de pie en un mundo tan hipócrita como este.

—Demian —lo llamo.

—¿Sí?

—No me debes nada.



#2811 en Novela romántica
#1109 en Otros
#336 en Humor

En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 06.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.