Un amor prohibido

28. Cara

Son las primeras horas de la madrugada. El sol ni siquiera ha salido, pero eso no impide que Rowan, Nessa, Adara, Jennifer y yo nos hayamos levantado y salido de la casa. Tiemblo de frio ante una ventisca gélida que cala mis huesos mientras veo como se aleja el auto de mi padre. Jen y mi tía Adara me ayudan a entrar nuevamente a la casa una vez que el auto ha desaparecido un par de cuadras más arriba.

Miro las maletas colocadas a un lado de la puerta mientras Jen me guía a un sofá donde Blue se encuentra durmiendo para que me siente y descanse. Hago un puchero inconscientemente cuando veo a mi tía Adara colocarse un abrigo grueso por encima de su ropa.

—No te vayas —le pido.

Ella sonríe tiernamente y antes de acercarse y dejarme un casto beso en la frente. Luego peina mi cabello con delicadeza y sonríe un poco más.

—Prometo que volveré a visitarte en cuanto pueda.

—Pero me quedaré sola.

—Aquí está Jennifer. Y también tu amiga la que se pasó la noche gritando “Lo sabía, lo sabía”.

Me rio por la imitación de Dalia de mi tía, pero pronto vuelve ese sentimiento de tristeza.

—Entonces prométeme que te cuidarás mucho.

—Tú también, preciosa. Jennifer, cuídala mucho. Nos vemos.

Siendo ayudada por Jen, mi tía sale de la casa con sus maletas y aborda un taxi que pronto se pierde en la oscuridad de la madrugada. Me acuesto junto a Blue, que luego de lamerme el rostro varias veces termina por dormirse a mi lado. Las horas siguientes empiezan a pasar con una lentitud extraña hasta que dan las tres de la tarde.

· · ·

—Repíteme porqué debemos ver a esa chica a las tres. Aunque con su historial de tardanza, seguro la veremos a las seis y media.

Ruedo los ojos mientras, encerrada en el baño terminando de desenredarme el cabello, escucho a Dalia criticar a Sadashi hasta el cansancio.

—Solo digo que nadie que llegue tarde es digno de confianza.

—¿Y qué hay de mí?

—Es diferente, las celebridades se hacen esperar.

Inevitablemente rio. —No soy una celebridad.

—Si tú lo dices. Pero insisto, no es de confiar.

Dalia continúa hablando, pero mi mente poco a poco se va desconectando de nuestra conversación y toda mi atención se va dirigida a Demián. Desde ayer no hablamos, pero esta mañana, cuando estaba despidiendo a Rowan y a Nessa, lo vi irse con su agente.

Que salga tan temprano es algo conocido para cualquier modelo: Entrevista en algún programa matutino, o probablemente sección de fotos en un lugar lejano.

—¡Enya! —grita Dalia del otro lado.

Me apresuro a abrir la puerta y me encuentro a Blue arrastrando a Dalia por toda la habitación.

—Solo quería jugar con ella, pero cuando tiré la pelota por la ventana sin querer, se molestó y empezó a usarme de juguete —ella se lamenta.

Empiezo a reírme por lo ridículo del asunto, pero pronto, cuando veo a Blue halarla muy fuerte de la ropa, la llamo para que se aparte de ella y la deje en paz. Cuando ya es libre, Dalia se pone en pie, arregla su despeinado afro y señala a Blue, molesta.

—Ya no te quiero. Eres muy malvada —Blue aúlla bajito como respuesta.

Jennifer interrumpe la pelea entre loba y humana para informarme que abajo hay alguien abajo que quiere verme. Miro el reloj. Son las tres y quince, así que probablemente sea Sadashi.

Bajo las escaleras con ayuda de una Dalia que no deja de murmurar cosas como que desde siempre supo que Demián y yo nos traíamos ganas. En un punto empiezo a sentirme identificada con algunas cosas que dice, pero mejor ni se lo digo o terminaré cavando mi propia tumba. Una vez abajo, veo que un hombre y una chica me esperan afuera.

Al llegar, Sadashi se abalanza sobre mi sin mucho cuidado de lastimarme. Hago un esfuerzo sobrehumano por no parecer grosera y no apartarla, pero finalmente es Dalia quien termina apartándome de ella.

—Ah, hola, Dalia. No sabía que tú también ibas a estar aquí. Lástima por ti.

—¿Lastima? —Dalia se ve aún más encojonada que antes, pero no dice nada.

Intento interferir entre la batalla de miradas que ambas están librando, pero una vez más siento esa mirada fría y calculadora sobre mí, por lo que inconscientemente giro la cabeza en dirección al hombre que acompaña a Sadashi, creyendo sentir que la mirada es suya.

Es el mismo rostro de un asesino. La misma mirada que te infunde temor. El mismo personaje culpable de que, cuando cierro los ojos, el recuerdo rojo de la muerte me obligue a abrirlos nuevamente.

—Oh, veo que pudiste reconocer a este magnífico hombre —la voz con tono burlón de Sadashi y todos los demás sonidos suenan amortiguados—. Te presento a Dmitry, tu asesino.

· · ·

Narrador omnisciente.

Galway, Irlanda. Hace quince años.

Cara era perfecta, o al menos a los ojos de su hermana menor lo era.

Ella se sentaba correctamente, era un encanto en todo sentido de la palabra, usaba las mejores creaciones de su madre en ropa infantil, por lo que siempre iba decentemente vestida y sin mancha o arruga en sus prendas. Era el orgullo de su madre, en pocas palabras.

Mientras Cara iba a clases de piano, ballet y acompañaba a su madre a su boutique a sus inocentes siete años, Enya se encerraba en su habitación y obligó a sus sirvientes a que la enseñaran a leer solo para poder saber lo que tenían escritos los diarios que leía su padre a diario. No entendía mucho, pero los leía y era capaz de recitar de memoria todo lo que en ellos se hallaba.

A estas alturas ya era más que evidente para sus padres que Enya y Cara eran polos opuestos. Y no necesariamente debieron llevarse mal, pero Enya no conseguía procesar el frío trato de su madre hacia ella, así que empezó a evitar a su hermana, ya que siempre su madre iba siguiendo a la ojiazul. No hablaba con ella, ya no jugaban a las casitas y no comía en el comedor. Le parecía más fácil a su corta edad ignorar el rechazo maternal a intentar asimilarlo.



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En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 11.05.2024

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