Un amor prohibido

30. Verdad oculta

—¿Ella está bien? ¿Por qué no nos permiten pasar a verla?

—Enya necesita descansar, señora Callahan. Y usted también.

—Pero...

—En cuanto despierte, le hagamos la revisión de rutina y esté estable, la llamaremos.

—Está bien. Gracias por todo, doctora.

Las pisadas se alejan y ya no se escuchan más voces.

No siento nada...

· · ·

Tengo sed y me duele mucho el cuello. Intento hacer algo, pero estoy muy débil. No puedo ni hablar. Pasan los minutos y logro entreabrir los ojos, pero nada más.

Evito bajo toda circunstancia mirar a el lado izquierdo, pues de ese lado hay una ventana y la luz me molesta. Es un poco tenue, pero mis ojos no están acostumbrados a ella. Pasan unos segundos más, y es cuando siento que alguien toma mi mano suavemente.

—Por favor despierta, Enya —Nessa llora.

Dejo de mover mis ojos y me quedo viendo a un punto fijo, estática. ¿Ella llora por mí?

Hago todo lo posible por girar la cabeza en su dirección, y lo logro con más facilidad que antes. La imagen que capto hace que se me agüen los ojos.

Están mi tía Adara y mi padre, sentados en un sillón para dos, dormidos, y en una silla al lado de mi cama está Nessa con su mano entrelazada a la mía y la cabeza gacha.

Quiero apartar mi mano de la de ella, pero eso le alertaría que ya estoy despierta y no quiero por nada del mundo me hable. No ahora.

Vuelvo la cabeza a mi posición anterior y cierro los ojos. Las lágrimas que estaban acumuladas en mis ojos empiezan a caer, corriendo por mi cuello hasta perderse en la bata del hospital, y es cuando siento que ella se mueve a mi lado.

—¿Estás despierta? —la ignoro—. Yo... Llamaré al doctor.

Me aprieta un poco la mano y luego sale de la habitación. Segundos después vuelve con el doctor.

El doctor me hace algunas revisiones con ayuda de tres enfermeros, y luego de decirme mi estado, colocarme más sedantes y ver que estoy estable, se van, dejándome otra vez con Nessa.

—Ahora que puedo hablar contigo, Enya, quiero decirte algo que debí de decirte hace mucho...

—Así que lo que necesitaba para que me quisieras era que intentaran matarme. Lo anotaré para cuando sienta que ya no me aprecias —escupo mis palabras con amargura.

—No, estas equivocada. Yo te quiero, Enya. Como no tienes idea, pero...

—Pero querías más a Cara.

—No es eso. Es complicado.

Por dentro quiero gritarle que me lo explique. Quería preguntarle por qué nunca pudo quererme o mirarme con cariño. Pero algo me detiene. Es el miedo. ¿Y si no tiene razones para justificarse y solo me odiaba? No podría perdonarla jamás.

La escucho llorar. Llora amargamente, pero se dentro de mí que esa no es ni la mitad de la amargura que he sentido en mi vida.

—Yo perdí a mi hija esa noche —la escucho decir entre el llanto.

—Y yo a mi hermana, mi infancia, mi inocencia, mi sueño, mi vida... Pero no a mi madre, porque ahora comprendo que a ella jamás la tuve.

Mis palabras solo hacen que el llanto de Nessa sea más fuerte, causando que mi padre se despierte. Mi tía Adara ya lleva un buen rato viéndonos con dolor. Se pone en pie y le tiende una caja de pañuelos desechables a Nessa.

—Deja de llorar y explícaselo, Nessa. Dile a tu hija por qué estúpidamente la odiaste, cuando ella no tenía la culpa de nada.

Volteo mi cabeza en cuanto escucho acercarse a mi tía Adara.

—Yo estaré afuera, Enya. Pero prometo cuidarte como esclava hasta que mejores —ella sonríe con dulzura y deja un beso en mi cabeza. Luego se va, dejándome con un sentimiento extraño en mi garganta.

Cuando ya nos encontramos a solas los tres, Nessa empieza a hablar por lo bajo.

—Conocí a tu padre cuando trabajaba de modelo para una revista polaca en Irlanda. Tenía unos diecinueve años y era más que caprichosa, competitiva —dice mientras le toma de la mano a mi padre—. En el trabajo tenía problemas por mi actitud, así que no nos llevamos bien en un inicio.

—Aún recuerdo cuando me decía: «Yo trabajo aquí, sí, pero en cuanto me sienta incómoda me largaré. Se lo aseguro, señor Callahan» —comenta mi padre entre risas.

Juego con las intravenosas que tengo en el brazo, pero no los miro. Mi padre lo nota y me toca el brazo, pidiéndome en silencio que los mire. No lo hago.

—Empezamos a salir, y poco tiempo después tu madre salió embarazada de Cara. Después de discutirlo un buen tiempo, tu madre y yo tomamos la decisión de casamos.

—Cuando nació Cara estábamos muy felices. Pasaron tres años y ella no paraba de pedir una hermanita. Solo tenía tres años, pero nos exigía una hermana como si fuera nuestra jefa.

Mi padre y ella rieron suavemente al mismo tiempo.

¿A dónde quieren llegar con esto? Porque enserio no lo entiendo. ¿Me están restregando en la cara lo felices que eran con Cara?

—Todo cambió el día que renuncié a mi trabajo como modelo. Mi jefe estaba obsesionando con la idea de que me quedara con él, a su lado, pero yo no quise. Yo amaba a tu padre y no quería dejarlo. Entonces...

Ahora si los miro. Los ojos de ella están llenos de lágrimas y mi padre esta ceñudo y cabizbajo.

¿Qué les pasa?

—Te juro que no quería odiarte, pero al verte a ti...yo le veía a él. Perdóname, Cariño. Nunca fue tú culpa, es solo que yo era muy estúpida.

No hablo, no digo nada y eso la tiene mal. No deja de llorar y pedirme perdón mientras busca apoyo en mi padre. Tampoco tengo nada qué decirle, solo sé que ese día pasó algo, pero ¿qué pasó?

El miedo se apodera de mí, pero no me detengo y lo hago. Abro la boca y lo pregunto.

—¿Qué pasó?

Nessa se apoya del pecho de mi padre mientras sorbe su nariz y niega.

—Fue mi culpa —pero por la cara de mi padre estoy cien por ciento segura de que no fue su culpa.



#12347 en Novela romántica
#7191 en Otros
#1161 en Humor

En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 11.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.