Ese día, me encontraba junto a mi mejor amigo en aquel lugar apartado, testigo de tantas de nuestras historias y escapadas. Era un claro oculto entre los árboles, junto a un lago de aguas tranquilas. Las ramas se mecían suavemente con el viento, y el césped verde estaba cubierto levemente por las hojas caídas. Un lugar silencioso, lejos de todo, donde ambos podíamos compartir nuestros más íntimos secretos y aventuras. Aquel era nuestro refugio, nuestro lugar favorito... nuestro lugar secreto.
Hablábamos de cualquier cosa que nos interesara, al mismo tiempo que mirábamos el lago. Nuestras manos se rozaban suavemente entre el pasto verde donde estábamos sentados, creando un vínculo que parecía tan natural como cada mirada cómplice. Las risas siempre fluían sin esfuerzo, formando parte de nuestras animadas conversaciones. Pero, de repente, surgió ese tema. Aquel que nos hizo cambiar, el que nos llevaría a arriesgarlo todo. Las palabras dejaron de fluir con la misma facilidad, y el aire se tornó denso, cargado de algo que ambos sabíamos que nunca podríamos ignorar.
—La verdad, es que yo quiero a alguien que sepa besar, que me robe el aliento, que sea capaz de monopolizar cada uno de mis suspiros, y me haga ver el cielo y el infierno con un solo beso, —respondí a esa curiosa pregunta, sobre cómo imaginábamos a nuestra pareja ideal, aunque en mi caso, sería mi chico ideal, sin embargo, Mariano no es consciente de mis gustos hacia los chicos; temo que se aleje de mí si le cuento.
—¿En serio? Yo podría hacer eso, dime algo más interesante. —Enunció haciendo alarde, minimizando mis gustos, lo observé y bufé ante sus ocurrencias, acordándome de Johan, ese chico de negros cabellos, ojos verdes y nariz perfilada, considerablemente alto para su edad, y todo un nerd, con esos redondos lentes que ocultaban sus largas pestañas y no dejaban apreciar en totalidad el verde bosque de sus ojos; ese chico que tanto me gusta, desde que estábamos en sexto grado.
—¿Y tú? —lo miré expectante—, ¿Tienes a alguien en mente? Me extraña que toques tanto el tema, teniendo en cuenta que es raro que te interese este tipo de asuntos —aclaré—. Escupe, charlatán ¿Quién es la pobre víctima? —intrigado, pregunté con toda confianza.
Pienso en quién será la chica que llame la atención de este galán a mi lado, pues es más que obvio, es muy difícil que a este hombre una chica le llame la atención, aunque tenga a toda una jauría de ellas detrás de él.
Pues bien, Mariano es un chico alto, de contextura delgada, su cabellera castaña, con rolos notables, sus ojos de color avellana, y esas leves pecas que decoran desde sus rosadas mejillas hasta su perfilada nariz. Posee unos labios rosados no muy carnosos, y mandíbula levemente enmarcada para su edad. Aunque eso es lo único favorable que tiene para ofrecer, porque su personalidad charlatán y extrovertida dice mucho para los ojos extraños que no tratan realmente con él.
—La verdad, sí tengo a alguien en mente, lo he estado viendo mucho estos últimos meses, aunque solo puedo mirarlo —su mirada estaba perdida en el lago a la vez que sus palabras se escurría por mis oídos—, debo admitir que, a pesar de todo, me sigue gustando mucho, mi corazón late con intensidad al estar cerca de esa persona, incluso ahora, me sigue gustando mucho más de lo que creí posible. —Continuó hablando para luego posar sus ojos avellanas en mí, y regalarme esa típica sonrisa que tranquiliza mi corazón, aún recordando aquellos momentos difíciles en el que había estado para mí, donde me sonreía y decía que todo estaría bien, me regalaba sus brazos que me rodeaban mientras lloraba; realmente es un amigo que no cambiaría por nadie en el mundo, no quisiera perder su valiosa amistad.
—Debe ser una persona muy especial para que te haga sentir así de bonito, ojalá alguien se fijara en mí de esa misma manera. —Expresé dejando escapar un largo suspiro, al mismo tiempo que desvíe mi vista al azul cielo, pensando en mi chico nerd con lentes que tanto me gusta, no puedo evitar esbozar una tonta sonrisa al recordarlo, pero sabía que este amor nunca se efectuaría más que en mis pensamientos.
—Lo es, demasiado, quiero que él lo sepa. —Se sinceró, abriendo su corazón de la manera más bonita que haya oído. De pronto, giró su rostro hacia mí, sonriendo de forma que me parece nostálgica, me hace pensar en quién es él…
«Espera, ¿Acaso dijo “él”? ¿No es una chica?»
Luego de haber analizado la última frase, se me hizo irreal el hecho de que a Mariano, al igual que yo, le pueda gustar los hombres. Lo miro directamente, con mis ojos llenos de sorpresa, tal vez, pensando que mis oídos escucharon mal, tal vez sea un equívoco, no es algo que se diga así a la ligera.
—Mariano... ¿Acaso esa persona es un...? –mis palabras se vieron abruptamente interrumpidas, por los labios de mi mejor amigo.
Un beso.
¡Él me está besando!
La sorpresa que abruma mi mente en este momento es grande, mis ojos miraban de cerca el rostro de Mar, simplemente me tomó desprevenido.
Sus labios se movían de forma sincronizada sobre los míos, obligándome a seguirle el ritmo. Una de sus manos estaban sobre la mía en el pasto, y la otra tomaba firmemente mi rostro, profundizando más el beso, buscando más de mí, como si su vida dependiera de ello, su lengua buscó con desespero la mía, danzando en una guerra dónde se aventuró a explorar el interior de mi boca, robándome el aliento, hasta el punto que nuestros pulmones exigían ese oxígeno que tanto necesitamos para vivir y hace que nuestros corazones latan desenfrenados.