Un amor que florece

3. Esto es Real.

—Mariano, para —Trato de separarme deliberadamente de él, pero fue intil cuando sus labios volvieron a chocar con los míos, evitando que pueda articular alguna otra palabra—. ¡Para ya! —repito nuevamente y lo empujo lejos de mí, y marcando un brazo de distancia por mi bien personal.

—Yo... Lo siento —respiró hondo al mismo tiempo que soltaba una sonrisa nerviosa—. Me emocioné—. Finalizó, y rascaba su nuca, muy sinvergüenza de su parte.

—Pues, tu descontrol de emociones se están subiendo de tono —Le reclamo, aún con la respiración entrecortada.

Unos segundos más y muero por asfixia de besos.

Ya me vi en los noticieros, en primera plana: «Joven pelirrojo gay de dieciséis años muere ahogado por un beso de su novio.»

—No estaría mal la causa de muerte —pensé, pero negué de inmediato ante la ocurrencia—. ¡Pero qué rayos estoy pensando! ¡Qué vergüenza! Pero así es como realmente me veía en ese momento.

—Lo sé, seré más cuidadoso —dijo excusándose tratando de acercarse, pero a mi no me va a engañar fácilmente, porque sé cuales son sus intenciones ocultas.

—Siempre dices lo mismo, además, siempre te digo que cuides dónde tocas, pervertido —Lo regaño apuntando con mi dedo, a la vez que retrocedía dos pasos cuando él avanzaba uno. Seguía sintiendo la sensación de su mano en mi abdomen que pretendía ir descendiendo.

—Lo siento, pero no puedo evitarlo —admitió—, ¿Cómo no tocar a la persona que me gusta si la tengo en mis brazos?

—Ya te dije que aún no estamos en edad para eso.

—Pero en el amor no hay edad—- ¿Cómo es que siempre tienes una respuesta para todo?

—Como sea, hay límites que poner, hasta que seamos mayores de edad —le recordé calmado pero con firmeza, cruzando mis brazos.

—Para eso faltan dos años —reclamó como un niño de cinco años a quien le prometieron comprar su vídeo juego favorito si solo aprobaba el año.

—Y como sé que me amas, podrás esperar pacientemente —respondo caminando hacia él, envolviendo su cuello entre mis brazos y dejando un cálido pero rápido beso en la punta de su nariz.

—Juegas muy sucio —dijo tomando mi cintura en sus manos, devolviéndome el mismo gesto—, usas mis palabras en mi contra y no es justo, pero esperaré por ti —Finalizó besando mis labios esta vez.

—Ya basta de mimos, se supone que vine a tu casa a estudiar no a esto. Ve preparando unos bocadillos y yo voy sacando los materiales de estudio —Le ordené, halando el puente de su nariz para luego separarme de su agarre ágilmente, dirigiéndome hacia el escritorio de su habitación, que estaba cerca de la ventana, justo al lado de su cama.

Mariano, acto seguido, se dirigió a la cocina a preparar bebidas y bocadillos para nosotros, mientras yo me dispuse a ir sacando los libros y cuadernos de matemáticas entre otros materiales que íbamos a necesitar. Conocía muy bien el vertedero que él tenía de habitación, el mismo que en innumerables veces fueron testigos de nuestras pijamadas, horas de juego y estudio. En ocasiones, organizamos su habitación, pues soy muy quisquilloso con el orden, pero, aún así, siempre se las ingenia para tenerla igual.

Aprovechando que Mariano seguía en la cocina, me dispuse a recoger las ropas sucias que siempre tenía regadas por doquier y echarlas en el cesto, tendí su cama, y bajo la almohada pude encontrar esa vieja foto que nos tomaron cuando ambos éramos pequeños; si no recuerdo mal, teníamos ocho años en aquel entonces.

Éramos unos niños, en esa época solo nos interesaba jugar y divertirnos juntos. Ver cómo todavía guarda aquella foto de forma especial, me hace darme cuenta, de lo serio que son sus sentimientos hacia mí, haciéndome preguntar cuando empezó a verme de esa manera.

—Traje tu postre favorito, rojo —me exalté al verlo entrar sin previo aviso, aún tenía la foto en mis manos, y de paso, también mi corazón; sus ojos siguieron con asombro la foto que sostenía, para luego enrojecer en el acto y mirar a cualquier punto donde podía evitar el contacto visual.

—Yo —tragué con dificultad—, estaba organizando un poco, ya sabes que no tolero el desorden, y —titubeo con dificultad—, encontré esto —intenté explicar, rebuscando las palabras adecuadas para poder justificar mi acto de invasión a su privacidad, que, fue sin querer por cierto.

—No pensé que aún la tuvieras —rasco mi nuca nerviosamente—, yo también tengo la mía guardada —continué hablando, volviendo a colocar la foto en su lugar, me acerco hasta él—. No fue mi intención husmear, la encontré por casualidad mientras ordenaba tus cosas —tomé su manos, cuando ya estaba frente a él, y busqué contacto visual.

—En parte es mi culpa —Mariano respiró hondo posando sus ojos en mí—, sé que siempre que estás aquí, tú y tu TOC les dan por organizar todo lo que vean fuera de lugar —tanteó un tanto en mis mañas, haciéndome rodar los ojos.

—Por otro lado, no me importa que hayas encontrado la foto, solo me apena un poco, mis sentimientos hacia ti están cada vez más expuestos y eso me aterra; el poder que tienes sobre mi en este momento —rascaba su nuca nerviosamente, señal de que está organizando sus pensamientos. Siempre me ha gustado esa característica tan única de él—. La verdad, llevas gustándome un buen tiempo —Mariano caminó hacia su escritorio y dejó la bandeja con bebidas y bocadillos ahí, para regresar hasta mí y tomar mis manos y besarlas gentilmente.




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