Un amor que florece

19. Reducidos a nada.

Un día había pasado desde que vine a vivir con mi padre y mi hermano, aún no me acostumbro a la idea, cuando me instalé en mi habitación me sorprendió ver las decoraciones en mi habitación, con colores en tonos azules y blanco, la cama combinada a la perfección con la habitación, un escritorio al lado, con una lámpara de forma de elefante, me causó gracia cuando lo ví, porque no imaginé que recordaran mis gustos de niño, en la pared habían pegado unos cuantos poster de Iron Man, Itashi, John Legend y Edd Sheeran. Hay un poco de cada cosa que me gusta.

“Fue idea de tu hermano”

Fue lo que dijo papá cuando mostraba mi habitación y mi hermano se apenaba mientras me ayudaba a desempacar. No puedo evitar esbozar una sonrisa al recordarlo.

Y también me siento agradecido de la comprensión que mostraron ellos hacia mí, al no presionarme a hablar y darme el tiempo de poder descansar y disipar mis constantes pensamientos.

Hoy estoy solo en casa, papá fué a trabajar hoy, y mi hermano anda arrastrándose con los trabajos finales de fin de año de la universidad, a pesar de eso; hoy siento que respiro por primera vez en mucho tiempo, de alguna forma no me he permitido pensar ni una sola vez en él o en lo que pasó en la escuela, ni tampoco en mi madre. Es como si mi mente estuviera en blanco, aún tratando de procesar todo, por qué de alguna forma todos estos cambios los siento tan irreales y difíciles de procesar, que simplemente estoy en blanco.

Desde ayer no reviso mi celular, y aún sigo planteando la idea de cambiar de número, estoy seguro que si enciendo a Júpiter ahora, solo recibiré muchas notificaciones de mensajes negativos que me arruinarán el día.

¿Estaría mal entrar en crisis ahora? Por supuesto. Me respondo a mí mismo mientras siento los párpados pesados.

(...)

— ¡Lukas, ya llegué!—, escucho una voz lejana— ¿Luk, estás ahí?— vuelvo a escuchar y abro los ojos perezosamente, ¿Cuándo me quedé dormido?

— Derek—, digo en un gran bostezo, y el mencionado hace aparición por la puerta de mi habitación.

— oh, aquí estabas; justo acabo de llegar —, dice entrando y sentándose en la orilla de mi cama, para revolver mi cabello.

— si, es que me quedé dormido —, le respondo sentándome también y estirando mi cuerpo, a pesar que dormí aún me siento muy agotado.

— puedo darme cuenta de eso, veo que no has comido nada, tu desayuno está en el mismo lugar donde lo dejé —, me dice mientras me reprocha con la mirada.

— ah, es que no salí de mi habitación, lo olvidé — me excuso apenado evitando su mirada, la verdad es que no tengo apetito.

— ¡no me vengas con esa, son las 4 de la tarde yá!—, abro los ojos en grande al escuchar la hora, y veo el reloj en la pared de mi habitación, y en efecto, son las 4:11 p.m.— además no puedo dejar dejar que te conviertas en una rata de habitación, necesitas salir mas—, dicho esto, sin permitirme reprochar lo último, me sacó a la fuerza de mi cama, mientras me obligó a bañarme y vestirme para sacarme a comer y recorrer un poco el área.

— ya te dije que esto no es necesario —, me quejo por vigésima vez.

— y ya te dije, que si es necesario, y que además mientras yo esté a cargo, tú no tienes ni voz ni voto en esta decisión ¿Quien es mayor de edad, tiene cédula y echó su primer voto hace dos años aquí?—, me hecha en cara arrebatándome mi derecho a queja

— …tú —, respondo entre dientes, conteniendo mis ganas de reírme por sus ocurrencias.

— ¡exacto! Por eso debes de escucharme, además soy el mayor—, dice pasando su mano alrededor de mi cuello y adentrándonos a una cafetería.

— bueno pero ya, bájale un cambio por favor — ruego mientras trato de bajarle el paso y la emoción antes de chocar con alguien.

— ¡Vamos a sentarnos allí! — señala una mesa vacía justo en la esquina frente a una ventana con vista hacia afuera.

Asiento sin más, resignado a ser arrastrado hoy por su energía y emoción, y se supone que Derek es el viejo aquí.

— ¿Qué les gustaría comer?—, pregunta un mesero mientras nos observa con ganas de incendiar el mundo si no respondemos rápido, al menos eso me pareció a mi.

— bueno, déjame pensar ¿Qué te gustaría comer Luk? Pide lo que quieras —, odio tener el poder de la decisión en este preciso momento, tal vez mi yo de nueve años estaría encantado y feliz de elegir todas sus preferencias, pero este no es el caso, mi yo de 16 años es un indeciso de mierda que ni siquiera sabe decidir su orientación sexual. En fin.

— no estoy seguro, elige tú—, enuncié con desgano mirando a la ventana, para evitar la mirada penetrante de mi hermano.

— pasa, así pierde toda la gracia— dijo arrebatándome el menú, y el chico que espera nuestro pedido rueda los ojos exageradamente.

— haber—, Derek se detiene un momento a ver con detenimiento el menú—, quiero una pizza de pepperoni con doble queso, acompañado de dos coca cola, la mía con poco hielo por favor, recuerdo que te gustaba mucho eso—, me dijo alegre y luego mirando al chico y guiñandole el ojo, me sorprendo ante el gesto.

El mesero se fué ruborizado.

— ¿Qué fué eso?—, cuestiono interesado




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