Un amor que florece

21. No dejaré que te pierdas.

Derek

— ¡Lukas por favor escúchame! ¡Trata de calmarte! Tu puedes, pasará pronto, respira—, trataba de consolar mi padre mientras yo daba vueltas de un lado a otro en la habitación — ¡Derek detente por un momento que no ayudas!—, sentenció y pasé mis manos entre mis enredados cabellos, mientras trataba de calmar los impulsos negativos que crecían en mí

— ¡Vale, vale, me calmaré!—, digo respirando hondo y mirando al techo, no me agrada nada la idea de que mi hermano esté experimentando pleno ataque de pánico, y me siento un poco culpable al respecto, no debí presionarlo ni revisar su celular... Ya sabía acerca de su orientación sexual cuando mamá habló aquella noche, sabía que no presagiaba buen augurio, pero nunca pensé que era para tanto.

Mamá nunca explicó está situación cuando nos dijo que nos trajéramos a Lukas antes de tiempo, cuando se supone que vendría a inicios de enero, sabíamos que no estaría bien con ella cuando supimos su orientación, sabiendo lo que ella piensa al respecto.

Cuando Lukas vino apenas ayer, al ver su mirada y esas grandes ojeras, además de que ha bajado considerablemente de peso desde la última vez que lo vi, qué fue hace poco por cierto, entendí que algo andaba mal. Papá me comentó acerca de que le vio abrazado de Mariano y llorando cuando llegó a buscarlo e hizo que se separaran al instante, ya que ellos dos habían tenido algo según lo que le contó nuestra madre. Aunque no estoy del todo convencido con esa teoría de que Lukas se entrometió en la relación de su mejor amigo.

¡Dios!

— Lukas —, voy y le abrazo fuertemente, y acaricio su cabeza, en un intento de calmarlo— no puedo dejar que te pierdas, así que por favor no te hundas, haré lo posible para que puedas volver a sonreír y ser mejor que antes, porque vales más que esto, no creas nada de lo que te hicieron sentir, sabes que no es verdad —, poco a poco su respiración se va regulando y le siento corresponder el abrazo, a la vez que oculta su rostro, papá le soba la espalda y se mantiene en silencio.

Le hice señas a papá para que saliera de la habitación, en un principio no quería, pero luego de tanto insistir, a regañadientes salió, dando una última mirada llena de preocupación a su hijo.

Me mantuve a su lado largas horas, hasta que se quedó dormido con una expresión melancólica en su rostro... Las ojeras en sus ojos eran testigos de muchas noches pesadas de no poder dormir.

Me levanto con mucho cuidado de no despertarlo y salgo de puntillas de la habitación, cerrando la puerta con suma delicadeza. Bajo las escaleras y me dirijo a la sala de estar, ahí estaba papá sentado frente al televisor apagado con una expresión pensativa.

— si hubiera sabido que terminaría así, hubiera hecho todo lo posible de quitarle la custodia de Lukas a esa mujer —, comenta una vez estuve sentado a su lado.

— no estoy del todo seguro, pero ella sabe de la situación por la que está pasando su hijo, no creo que sea tan mala para haberlo ignorado —, trato de ilusionarme pensando en cualquier respuesta, pero tampoco me puedo engañar negándome a la realidad.

Esa mujer es mala.

— Mañana iré a la escuela a resolver el asunto, incluso si tengo que poner una demanda lo haré, pero no permitiré que mi hijo siga sufriendo así —, palmeo la espalda de papá, se qué alguna solución buscará, siendo de los mejores abogados.

— el necesita ayuda, antes de que decaiga más, lo más sensato es llevarlo a un psicólogo—, digo, y da hasta risa que la mujer que tengamos como madre se diga ser una psicóloga, me enoja; da risa que a su propio hijo no pueda entender, comprender y ayudar, pero si a sus pacientes, siento mucha grima ante esa mujer inculta. será graduada y estudiada de una buena universidad, pero a mi vista es solo una inculta, ni más, ni menos.

Al día siguiente papá se comunicó con el director de la escuela informando todas inquietudes acerca del tema que estaba pasando Lukas, del como los profesores no hicieron la vista gorda, los alumnos simplemente estaban acosando a un compañero de forma bastante cruel, y simplemente quedó impune.

—Buenos días, Lukas ¿Cómo te sientes?—, Luk al fin había salido de su habitación, lucía triste y demacrado, sus ojos ya no brillaban, no había rastros de aquella alegre sonrisa que siempre adornaba su rostro, es cierto de que Lukas siempre fue un chico introvertido, pero con sus seres más cercanos siempre era cálido y abierto, impregnaba alegría a su alrededor, por eso, me duele verlo de esta forma, tan destruido.

Me devolvió una cansada mirada, y asintió en un intento de sonrisa, para después fijar su vista en sus manos entrelazadas sobre la mesa, jugueteando con ellas nerviosamente.

—¿No tienes hambre? te prepararé algo de comer, ya que no has comido nada en toda la mañana, y ya van a ser las doce— trato de que mis palabras sean natural, no quisiera incomodarle, es lo menos que necesita ahora—¿Qué te parece unas tostadas?— Empiezo a rebuscar en busca del pan, mis manos tiemblan un poco y dejo caer el frasco de jalea, que se rompió en un ruidoso estruendo al momento que tocó el duro suelo.

—No tienes que preocuparte, no tengo apetito, pero gracias— al fin articuló palabra conmigo, me giré a verlo maldiciendo a mis adentros, por mi torpeza, le miré preocupado.

El simplemente negó con la cabeza y se levantó para acercarse a mi, y recoger los pedazos de vidrios rotos, le detengo, haciéndole gesto con la cabeza, de que lo haría yo mismo.

— come algo por favor—, le digo — no puedes quedarte sin comer, aunque sea un bocado ¿sí?— suplico, y él asiente, le revuelvo el cabello y le guío nuevamente a su lugar, para después disponerme a limpiar mi desastre y prepararle algo de comer.

Al final, en la tarde vimos una película y platicamos un rato, Luk parecía mas relajado.

le observo dormir en el sofá de la sala, pero aún dormido su expresión era triste y cansada, aquellas oscuras bolsas que adornaban alrededor de sus ojos, le hacía parecer un mapache malhumorado. Me pregunto dónde quedó aquel chico alegre.




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