Las semanas pasaron y la relación entre Isabelita y José Miguel se hizo más intensa y significativa. Sin embargo, la dualidad de su vida secreta comenzaba a pesarle a Isabelita. A medida que su amor por José Miguel crecía, también lo hacía el miedo y la culpa por ocultar la verdad a su familia. Cada encuentro clandestino aumentaba la ansiedad de ser descubierta, y la presión de mantener el secreto empezaba a afectar su bienestar emocional.
Isabelita, normalmente alegre y llena de vida, se encontraba cada vez más introspectiva y distraída. Doña Isabel notó el cambio en su hija, pero lo atribuyó a los cambios propios de la adolescencia. Sin embargo, el Dr. De la Vega, con su naturaleza observadora y meticulosa, comenzó a sospechar que algo más estaba sucediendo.
Un día, mientras Isabelita caminaba sola por el jardín de la mansión, Alejandro, su hermano mayor, la alcanzó. Alejandro, siempre protector y atento, había notado la inquietud en su hermana y decidió hablar con ella.
"Isabelita," comenzó Alejandro con suavidad, "te he notado diferente últimamente. Pareces distraída y preocupada. ¿Hay algo que te esté molestando?"
Isabelita dudó por un momento, temiendo revelar demasiado, pero también sintiendo la necesidad de compartir sus sentimientos con alguien de confianza.
"Es complicado, Alejandro," respondió finalmente. "Hay cosas que están pasando en mi vida que no sé cómo manejar."
Alejandro la miró con comprensión y cariño. "Sabes que puedes confiar en mí. Siempre estaré aquí para apoyarte, sin importar lo que sea."
Las palabras de su hermano le dieron a Isabelita un poco de consuelo, pero aún no se atrevía a confesar la verdad sobre su relación con José Miguel. Sabía que, aunque Alejandro era comprensivo, la noticia podría desencadenar una reacción impredecible en su familia.
Mientras tanto, José Miguel también lidiaba con sus propios conflictos internos. Aunque estaba profundamente enamorado de Isabelita, sabía que su relación era una amenaza constante para ambos. La diferencia de clases sociales y la oposición anticipada del Dr. De la Vega pesaban sobre su conciencia. Pero su amor por Isabelita era tan fuerte que no podía imaginarse la vida sin ella.
Una tarde, mientras Isabelita y José Miguel se encontraban en su escondite junto al río, hablaron de sus miedos y ansiedades. Sentados bajo un viejo roble, con el sonido del agua corriendo suavemente a su alrededor, Isabelita expresó sus preocupaciones.
"José Miguel," comenzó con voz temblorosa, "siento que estamos viviendo en una burbuja que podría estallar en cualquier momento. Mi padre sospecha algo, y temo lo que podría pasar si descubre nuestra relación."
José Miguel la miró con tristeza y comprensión. "Lo sé, Isabelita. Yo también tengo miedo. Pero nuestro amor es real y fuerte. No quiero perderte, pero no sé cómo enfrentar a tu familia y a la sociedad."
La desesperación en los ojos de Isabelita hizo que José Miguel sintiera un dolor profundo. Sabía que no podían continuar viviendo en el limbo, pero también sabía que enfrentarse a la realidad sería extremadamente difícil. Decidieron, por el momento, mantener su amor en secreto mientras buscaban una solución que les permitiera estar juntos sin poner en riesgo a Isabelita.
El dilema de Isabelita se volvió aún más complejo cuando comenzó a notar cambios en su cuerpo. La náusea matutina y la fatiga constante eran señales inconfundibles. Isabelita se dio cuenta de que estaba embarazada. La noticia, aunque producto de su amor por José Miguel, la llenó de terror. Sabía que esta revelación cambiaría todo y que no podía ocultarla por mucho tiempo.
En una noche fría y estrellada, Isabelita se armó de valor y decidió contarle a José Miguel sobre su embarazo. Se encontraron en el mismo lugar junto al río, donde tantas veces habían compartido sus sueños y esperanzas.
"José Miguel," dijo Isabelita, tratando de contener las lágrimas, "tengo que decirte algo muy importante. Estoy embarazada."
José Miguel la miró con sorpresa y preocupación. Tomó sus manos con ternura, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
"Isabelita," respondió con voz suave, "esto cambia todo. Pero también es una bendición. Tenemos que encontrar una manera de estar juntos y cuidar de nuestro hijo. No permitiré que enfrentes esto sola."
Aunque las palabras de José Miguel eran reconfortantes, Isabelita sabía que su camino sería aún más difícil. Decidieron que debían enfrentarse a su familia y la sociedad, pero no sabían cómo. Con el corazón lleno de amor y miedo, se prometieron una vez más que enfrentarían juntos cualquier desafío que se les presentara.
La presión aumentaba y el tiempo corría en contra de ellos. Isabelita sabía que pronto tendría que confrontar a su padre, y la anticipación de esa confrontación la llenaba de ansiedad. Pero, con José Miguel a su lado, se sentía más fuerte y determinada a luchar por su amor y su futuro juntos.
A medida que los días se volvían semanas, Isabelita y José Miguel continuaban encontrándose en secreto, planificando y soñando con un futuro en el que pudieran estar juntos sin temor. La batalla que se avecinaba sería dura, pero su amor les daba la fuerza para enfrentarse a cualquier adversidad, sabiendo que, pase lo que pase, lo harían juntos.