Y en el principio…
…se hizo la luz.
Todo fue un caos, un caos perfectamente ordenado y parejo. Un desorden de estrellas tan perfecto y conciso que hacía dudar de los azares.
“Dios no juega a los dados”. Decía Albert Einstein.
El cosmos mismo, no jugaba a los dados con aquella magnífica y compleja creación de sistemas y galaxias.
Se formaron los planetas, y en esos planetas, se formó la vida. Un mundo se fue creando dentro de otro, un universo diminuto dentro inmiscuido en otro universo hasta volverse infinito e imposible de comprender en una sola existencia.
Millones y millones de años de formaciones y mutaciones y el humano…
…sólo era un leve parpadeo de aquella magnífica creación.
¿Era posible que estuviésemos solos?. ¿Era posible que el humano— que dentro de ese universo tan basto era tan solo un ligero nacimiento, una especie joven que apenas y daba sus primeros pasos— fuese el ser más inteligente de todo el universo?.
Marianela sabía que siquiera pensarlo era una clara muestra de arrogancia y egocentrismo de parte suya y de cualquiera que se atreviera a dudarlo.
Mientras veía las estrellas en el techo de su casa junto con sus dos mejores amigas, todos esos pensamientos de crisis existenciales le llenaron la cabeza de tantas incógnitas.
—¿Creen que haya vida inteligente en algún otro planeta?— inquirió sin dejar de ver el cielo. Se encontraba despejado aquella noche.
La suerte de vivir en un pequeño pueblo alejado de la ciudad, era que no había contaminación que le impidiera admirar las estrellas.
—Por supuesto que la hay— respondió xiomara, acostada a su lado, alzando sus manos y tranzando dibujos en el aire—. Te aseguro también que vinieron hasta acá y nos ayudaron a convertirnos en lo que somos. ¿No has visto alienígenas ancestrales en History Chanel?. Ahí te cuenta de todo.— afirmó la morena resuelta.
—Entonces son bien malos haciendo su trabajo— repuso Aurora colocando sus palmas en el piso para sentarse. Su cabello castaño claro estaba desaliñado y lleno de pequeñas piedras que se hallaban en el techo—. No creo que exista vida inteligente en otro lado y si la hay, deben estar muy muy lejos. Además, todos saben que esos programas son para gente crédula Xio, deja de ver esas cosas.
—Tú ves las Kardashians y yo no te digo nada.
—Al menos ellas son reales.
Xiomara se levantó y la miró ofendida.
— A veces me da pena ser tu amiga, de verdad.
Marianela sonrió sin decir nada. Ella no era mucho de palabras a pesar de que su cabeza estaba tan llena de pensamientos e ideas que abarrotarían un rascacielos entero.
Las tres adolescentes acostumbraban a subir al techo de la casa de Xiomara para ver el cielo y conversar de todo un poco. Eran vecinas, compañeras de colegio y mejores amigas desde el jardín de niños. Subir a aquel techo ya era una tradición de años, era su lugar especial.
El tema de los “extraterrestres” casi nunca era mencionado por ellas. Lo veían más como un tema de conversación interesante que citar cuando estaban muy aburridas, no como un tema serio. Eran adolescentes, apenas y podían digerir los problemas de sus vidas; ese cambio de niño o adulto que estresaba a la mayoría.
—Cambiando de tema, ¿saben que por fin que carreras van a ingresar mañana?— pregunto xiomara. Casi al instante las otras dos chicas bufaron fastidiadas.
—¿Pero por qué arruinas la noche?. De saberlo, no estuviese durmiendo en tu casa hoy. Me vine para acá porque mamá quiere que estudie medicina. ¿Cómo voy a estudiar medicina si detesto tener que lidiar con la gente?— dijo Aurora cansina—. Esa vieja está loca.
Xiomara sonrió divertida. Aurora tenía excelentes notas, podía estudiar cualquier carrera que deseara, el problema radicaba en que no tenia idea de qué estudiar. En cambio ella sabía que estudiaría, pero no tenía el promedio. Debía esforzarse aún más.
Marianela agachó su cabeza y miró sus manos. De inmediato sus dos amigas la observaron preocupadas. Sabían que aquel gesto lo hacia sólo cuando algo le entristecía.
—¿Qué ocurre Mari?.
—Voy a estudiar derecho.
—¡¿Qué?!. ¡Pero si tu mueres por ser astrónoma!— exclamó incrédula Xiomara—. Ni siquiera puedes hablar en público sin vomitar.
—Me dijeron que la astronomía no me daría de comer. Incluso se burlaron de mí y le dijeron a mi hermana menor que sólo contaban con ella para sacarlos adelante porque yo era un caso perdido. No quiero decepcionarlos esta vez y es obvio que no voy a contar con su apoyo si llego a elegir una carrera como esa— limpió sus lágrimas traicioneras y sorbió su nariz.
Xiomara y Aurora la miraron con pesar. Marianela siempre había adorado las estrellas desde que era una niña y ahora debía escoger una carrera que nada tenía que ver con lo que realmente deseaba.
La abrazaron intentando consolarla y la joven pelinegra se desarmó en llanto.
—Pues tus padres pueden irse al carajo.
—¡Xiomara!— le reprendió la castaña aguantándose la risa.
—¿Dije algo que tú no pensaras?. Ellos no pueden vivir a través de ti, aunque sean tus padres, no estás obligada a complacerlos. Si realmente te hace feliz la astronomía, ¡hazlo!. Además, los científicos ganan más que un abogado y son menos odiados. Sólo que en su ignorancia no pueden verlo. — tomó sus manos y alzo su cara—. Confiamos en ti, sabemos que puedes lograrlo. Así que mañana entrarás a la página y colocarás Astronomía porque es lo que te sale del forro del—
—Ya entendió, Xiomara. Ya entendió— le interrumpió Aurora—. No tienes porqué acudir a tu diccionario de camionero.
La tímida pelinegra sonrió, alentada por las palabras de su amiga a pesar de que el miedo del que dirían sus padres seguía allí. Siempre se había esforzado por impresionarlos con sus notas y sus méritos pero nada era suficiente para ellos e incluso se rieron en su cara cuando les dijo lo que deseaba estudiar.
Alzó la mirada al cielo en busca de una respuesta. ¿Qué podría hacer?.
Volvieron a tumbarse sobre el techo, sumidas en sus pensamientos.
De pronto, una esfera verde se coló en el cielo. Todo ocurrió demasiado rápido para que ellas pudiesen asimilarlo.
La esfera verde se mantuvo estática y abruptamente subió de arriba hacia abajo y luego de derecha a izquierda, como si estuviese dibujando una a cruz a gran velocidad. Volvió a detenerse estática y arrancó perdiéndose como una estrella fugaz.
Se levantaron y se miraron las caras, ninguna palabra salía de sus bocas. Estaban estupefactas y quedaron más conmocionadas al ver casi cinco minutos después a tres aviones de la fuerza aérea volando la misma trayectoria que el objeto volador no identificado.
—¿Qué mierda fue eso?— pregunto Aurora luego de salir de su pasmo.
Xiomara no parpadeaba y negaba con la cabeza una y otra vez—. No lo sé, ¡pero fue demasiado sensacional!. ¿No es así, Mari?. ¿Mari?.
Pero la joven no estaba escuchando a ninguna de sus amigas. Su vista se hallaba prendada al cielo. En su mente, sólo pensaba una cosa.
El cosmos no juega a los dados.
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Editado: 24.08.2020