Un amor que viene de otro mundo (libro Uno)

Capítulo uno: aparición.

En alguna parte del océano atlántico.

19:45 pm.

Aviones militares merodeaban el océano, “paseo de rutina” le decían los de la base aérea. Nada más que un protocolo que debía hacerse semanalmente.

—¿Todo bien, Sargento Colombo?.

Escuchó decir a través del intercomunicador. Ascendió unos tres metros más, ahora estaba a cien metros sobre el nivel del mar.

—Los controles funcionan perfecto. No hay nada en el radar. Al parecer hoy también volvemos temprano a casa— bromeó. Miró nuevamente el radar, dentro del círculo apareció de pronto un objeto cilíndrico—. Espera, algo ha aparecido en el radar. ¿Puedes verlo?.
Miró el cielo, justo en la dirección que le indicaba su radar pero no veía más que nubes grises.

—También lo veo. Maldición, hay otro. Hernández, ¿tú también puedes verlo?.

El avión se acercó al lugar junto con las otras tres naves. Frunció el ceño. ¿Podía ser un error?.

—Sí. Pero en mi radar aparecen tres, espera, desaparecieron. Ahora aparecieron de nuevo. ¿Qué demonios?.

—¿Me escucha en el comando central, cambio?.

—Los escuchamos. También estamos viendo a los objetos en el radar. ¿No logran ver nada?.

—Negati— se calló apenas vio a las tres figuras cilíndricas aparecerse a veinte metros de donde ellos se encontraban—. ¿Qué es eso?.

Ni siquiera le daban oportunidad de maniobrar y llegar hasta ellos. Las figuras cilíndricas se movían a una velocidad supersónica. En un momento estaban en el este y en un parpadeo estaban en el oeste.

—Eso no son aviones— comentó uno de los pilotos sin ocultar su pasmo.
Los pilotos no les quedó de otra que quedarse estáticos en el aire y ver como las extrañas formas se movían de un lugar a otro, como si estuviesen burlándose de ellos.

Las cámaras de los aviones estaban grabando así que todos en la base de control podían ver perfectamente lo que los pilotos estaban presenciando.
Uno de los aviones retrocedió, yéndose a la dirección contraria en que los objetos se encontraban pues, su radar había parpadeo por unos segundos, viéndose una figura casi imperceptible.

—Sargento Colombo, ¿qué está haciendo?— escuchó la voz directa del centro de comando.

—De momento una figura apareció en el radar pero desapareció muy rápido. Debo asegurarme.

—Sargento Colombo, no haga nada y vuelva aquí. Todos vuelvan aquí.
No obedeció. En vez de escoltar a los extraños objetos como sus demás compañeros, siguió el rastro del otro.

Su presentimiento no falló al ver dos objetos planos con una leve curvatura en la parte arriba. Podía ser una nave de otro país de no ser porque no emitía ningún ruido de propulsión y se mantenía estática, como si fuesen sostenidas por un campo anti gravitacional.  Estaban muy lejos como para verlas a detalle. Inesperadamente, una de ellas se sumergió en el mar mientras la otra se desvió hacia tierra.

—¡Ha impactado!. ¡Uno de los objetos ha impactado contra tierra!.

—¡Vengan aquí todos de inmediato!.

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Pueblo de bella vista.

19:55 pm.

—Tía, quiero ir a la fiesta con mis amigas— se quejó la jovencita haciendo pucheros.

Marianela acomodó el trípode de su telescopio de forma que no quedara desbalanceado sobre el pasto.

—Le dijiste a tu madre que querías ver las estrellas conmigo.

—Era una mentirilla. Puedes decirle que me quede viendo las estrellas contigo toda la noche. No seas así y déjame iiiir.

Marianela sonrió. Amarró su cabello y colocó su ojo sobre el ocular. Sus manis viajaron hacia el ajustador de latitudes sin necesidad de ver y fijó el buscador.

—Si algo te pasa, seré yo la responsable. No irás a ningún lado. Mentir es malo.

—¡Tía, por favor!. ¡¿Acaso no fuiste joven?!.

—Sí y jamás me escapé. Así que te quedarás conmigo. Cuando eras pequeña te gustaba ver las estrellas, ¿qué te pasó?.

—Las estrellas son aburridas— refunfuñó—Marianela no lo creía así pero comprendía que su sobrina tenía gustos diferentes a los suyos—. Los abuelos dicen que estás tocada del coco por todos esos libros de OVNIS que escribiste.

La pelinegra torció su boca. Diecisiete años habían pasado y aún sus padres no podían aceptar el hecho de que había preferido ser astrónoma a abogada. No sólo eso, que se había desligado de la parte científica y se había especializado en ufología. Eso terminó de matarlos.

Era una carrera que le resultaba graciosa a muchos, pero no a ella.

Habían suficientes evidencias para tomar en serio el campo de los objetos voladores no identificados. Ella misma era una prueba de ello. Aún no podía olvidar su accidente de hace doce años.

—Bueno, esos libros de OVNIS han pagado sus cuentas y también la carrera de tu madre. Así que aprécialos un poquito más.

Muchos decían que sus libros eran una charlatanería y que incluso la organización en la que trabajaba, era una burla. Para ella no era así, era un trabajo tan serio como cualquier otro.
Una esfera azul pasó refulgente dejando una estela verde en el cielo. Alumbró tanto que incluso parecía que fuese de día y cayó a la tierra desapareciendo de la vista de todos.

—¡¿Qué fue eso?!— gritó la niña viendo a su tía emocionada.

Marianela no respondió. La tomó de la mano y se montó en su auto dejando el telescopio a la intemperie.

●●●●

Base aérea Nacional. Comando Central.

20:03 pm.

—¡¿Qué demonios fue eso, Sargento Colombo?!.

Los cuatro pilotos bajaron de sus aviones y se quitaron los cascos. La sargento Colombo peinó su cabello corto y castaño hacia atrás y suspiró.

—¿Por qué me pregunta a mí, señor?.
Estoy igual de sorprendida que usted.

—Se le dio una orden, le dijeron que se fuera.




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