No pasó mucho tiempo antes de que Josué tuviera que regresar a su hogar. Nuestro reencuentro fue breve, pero intenso. Nos habíamos reencontrado como si no hubiera pasado el tiempo, y nuestro amor seguía siendo el mismo.
Pero la realidad nos golpeó de nuevo. Josué se preparó para irse, y yo me sentí destrozada. Habíamos vuelto a estar juntos, pero ahora tendría que dejarlo ir de nuevo.
Nos abrazamos fuerte, como si no quisiéramos soltarnos. Josué me susurró al oído que me amaba, que siempre me amaría. Y yo le dije lo mismo.
Mientras lo veía irse, sentí una mezcla de tristeza y alegría. Estaba triste porque lo perdía de nuevo, pero alegre porque lo había vuelto a ver, porque sabía que nuestro amor seguía vivo.
Suspiré profundamente, tratando de calmar mi corazón. Aún éramos unos adolescentes, pero nuestro amor era fuerte, era real. Y sabía que, aunque la distancia nos separara, nuestro amor nos mantendría unidos.
Me quedé mirando el horizonte, sabiendo que Josué estaba allá, en algún lugar, pensando en mí. Y sonreí, porque sabía que nuestro amor era eterno.