Un amor, sin fin

El frío y el dolor

Pasé mucho tiempo sufriendo, llorando cada vez que me tocaba. Mi piel era como un campo de batalla, un recordatorio constante del dolor y el miedo.

Cada toque era como un cuchillo que me cortaba el alma, cada caricia era como un abismo que me tragaba. Me sentía como un hielo, fría y dura, como si el amor y la pasión se hubieran congelado en mi interior.

No quería que él tocara mi piel, no quería que sus manos me acariciaran. Me sentía como si quemara, como si el frío me consumiera por dentro.

Mi cuerpo era un templo vacío, un lugar donde el amor y el deseo habían sido desterrados. Me sentía como una sombra, un reflejo de la persona que una vez fui.

Pero en mi corazón, aún ardía una llama, una llama que Josué había encendido. Y sabía que algún día, esa llama se convertiría en un incendio que me liberaría de la prisión de mi dolor.




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