Seguí en contacto con Josué, nos seguíamos diciendo lo mucho que nos queríamos. Pero yo guardaba el silencio, un silencio que me pesaba en el corazón.
No podía estar con él, no podía arriesgar su vida. Tenía miedo de perderlo, miedo de perder su amistad, miedo de perder su amor. Simplemente miedo.
Me sentía como si estuviera viviendo en una prisión, una prisión que yo misma me había construido. Me sentía atrapada en un laberinto de miedo y duda.
Pero a pesar del silencio, a pesar del miedo, mi amor por Josué no cesaba. Seguía siendo fuerte, seguía siendo puro.
Y Josué, sin saberlo, seguía siendo mi luz en la oscuridad, mi esperanza en el desespero. Seguía siendo el aire que respiraba, el sol que iluminaba mi día.
Y aunque no podía estar con él, aunque no podía expresar mi amor, sabía que algún día, encontraría la fuerza para superar mi miedo y estar con él, para siempre.