Sin imaginármelo, mis pensamientos y anhelos se convirtieron en realidad en mis sueños. Cada noche, al cerrar mis ojos, soñaba con Josué. Soñaba que estaba conmigo, que no había distancia, que nada más importaba que estar juntos.
Sus brazos me abrazaban, sus besos me acariciaban, sus labios me susurraban palabras de amor. Sentirlo era diferente, era como si estuviera allí, a mi lado. Cada sueño se convirtió en una linda historia, una historia de amor que trascendía la distancia.
Sus caricias parecían reales, tan reales que me hacían sentir segura, protegida. Mi corazón latía con emoción, y mi alma se sentía completa. En esos momentos, nada más existía, solo nosotros dos.
Dicen que soñar no cuesta nada, pero para mí era todo. Mis sueños eran mi refugio, mi escapatoria, mi conexión con Josué. En ellos, la distancia desaparecía, y nuestro amor brillaba con intensidad.
En esos sueños, veía un futuro juntos, un futuro lleno de amor, risas y abrazos. Y aunque despertaba con lágrimas en los ojos, sabía que nuestros sueños compartidos nos unirían algún día.