Josué me llenaba de esperanza día a día, con cada conversación, con cada palabra. Le preguntaba por qué aún no tenía alguien en su vida, y él me respondía con una sonrisa:
"Hay alguien tan especial en mi mente y en mi corazón que nunca va a poder olvidar".
Mi corazón saltaba de emoción al escuchar esas palabras. Creo tener la esperanza de que esa persona soy yo. Y sé que voy a luchar por él, pase lo que pase.
"¿Quién es esa persona?", le preguntaba, intentando contener mi emoción.
Josué se reía y me decía: "Tú ya lo sabes".
Y yo sonreía, sabiendo que era un juego de amor y esperanza. Un juego que estábamos dispuestos a jugar juntos.
Nuestras conversaciones se convirtieron en un baile de amor y esperanza. Cada palabra, cada gesto, era una prueba de que nuestro amor era real.
Un día, Josué me dijo: "No puedo imaginar mi vida sin ti. Eres mi razón de ser".
Y yo respondí: "Yo tampoco puedo imaginar mi vida sin ti. Eres mi todo".
En ese momento, supe que nuestra conexión era más que una simple amistad. Era un lazo de amor que nos unía, a pesar de la distancia.