Un Amor Tan Travieso

Capítulo 3

Durante la mañana en la mansión de Víctor Fortunato, Celenia, Amelia y su amiga Perla, le enseñaban como bordar pañuelos en el Salón Rosales a Emelina. Este era el lugar favorito de las damas en aquella mansión, decorado con flores, cortinas con bellos encajes y una gran chimenea que les calefaccionaba durante el invierno.

— Te está quedando muy bien ese contorno Emelina — decía Perla que estaba al lado de la pequeña enseñándole — trata de hacerlo un poco más delgado, así se verá mejor.

— Si señorita — respondía Emelina a aquella mujer de cabello castaño rojizo

— Dime tía Perla

— Si señorita — Emelina se sonroja, ya que, por su respuesta, las damas en el lugar comenzaron a reír — Perdón. Tía Perla

Aquella mujer abraza a la niña presionándola contra su pecho, debido a la ternura que le provocaba.

— Pero que niña tan adorable y bien portada, además nos ha traído galletas de mantequilla para hacer más agradable este día — decía Perla de manera afectuosa

— Las galletas, ¿las has preparado tú? — pregunta sonriente Celenia

— Oh, no señora. Los hizo la cocinera, yo no sé cocinar nada... lo lamento mucho si la he defraudado

— Claro que no Emelina — respondía rápidamente Celenia

— Si te parece bien, puedo enseñarte a cocinar ¿eso te gustaría? — preguntaba Amelia, ya que aprendió de su madre que era la antigua cocinera en la casa Fortunato.

— Si, eso me gustaría muchísimo — sonreía muy alegre la joven, con un brillo de emoción en sus ojos

— Ah ¿Qué no es adorable esta criatura? — volvía a abrazarla Perla, a lo que la niña correspondía de manera afectuosa.

Las mujeres comenzaron a reír, pero se detienen al ver que abren la puerta y aparece Sergio que miraba en el interior.

— ¿Qué pasa mi amor? — pregunta Amelia a su hijo

— Nada. ¿Puede salir un momento Emelina? — preguntaba aquel joven de cabello rubio

— Claro que si — respondía Amelia

Inmediatamente Emelina se levanta y va con Sergio fuera del salón. Al cerrar la puerta, aquellas damas comienzas a cuchichear.

— Creo que alguien más, también piensa que aquella niña es adorable — reía Perla junto con sus amigas.

Mientras caminaban por los pasillos, Sergio le hablaba alegremente a Emelina, en dirección a una sala de menores dimensiones que las otras de aquella gran mansión, pero igualmente grande.

— Pedí que trajeran el insectario hasta aquí, ya que lo tenía en mi habitación — decía Sergio al llegar al Salón y mostrarle con orgullo su colección

Emelina miraba sorprendida aquello que para ella era una gran colección, muy bien ordenada y cada insecto tenía su nombre bajo de él, se notaba que también investigaba sobre ellas y que le había dedicado mucho tiempo.

— Es impresionante — comentaba Emelina asombrada — existen muchas que no conozco.

— Mi tío Jamal cuando va de viajes a Arabia, me trae algunos insectos de regalo

— Tienes tantos... me encantaría tener una colección así

— Y ¿Por qué no tienes una? Ya me di cuenta que te avergüenza que sepan que te gustan los insectos

Emelina da un suspiro triste, sin apartar la vista del insectario.

— Yo tenía uno, no era tan grande como éste, pero me había esforzado en reunir los insectos cuando vivíamos en Cuba. Me gustan los insectos, porque es una colección fantástica, ya que se puede aprender mucho de ellos, además de ser hermosos.

— ¿Qué pasó con tu insectario?

— Mi madre lo descubrió cuando empacamos para regresar a España, ella me regañó diciendo que guardar bichos era asqueroso y no es digno de una señorita, así que lo rompió y arrojó.

— Pero puedes iniciar nuevamente tu colección...

— No puedo, mi madre me azotará si descubre que volví a crear el insectario

— Pero no tiene que saberlo. Podrías tener tu colección aquí, todos creerán que es mío y puedo ayudarte a recolectar para que lo inicies — decía emocionado Sergio

— Si, además podríamos intercambiar — Emelina estaba chispeante de emoción que le producía saber que podría volver a tener su colección — Yo rescaté algunos insectos de mi antigua colección... pero están en frascos.

— Le pediré a mi padre otra vitrina para que sea tu insectario

— Sebastián ¿él también los colecciona?

— Claro que no, a él le dan asco. Debiste de notarlo por como actuó con la argiope

Emelina seguía impresionada mirando el insectario de Sergio, ya que había algunos de ellos que podrían ser especies dignas de joyería. No podía quitar la vista de un escarabajo realmente precioso

— Ese escarabajo, es muy hermoso...

— La Chrysochroa ocellata... también es mi favorita, tío Jamal me la trajo de uno de sus viajes

Siguieron hablando, sin darse cuenta de que el tiempo pasaba, hasta que una sirvienta les informa que ya el almuerzo estaba servido.

Rápidamente Emelina y Sergio formaron una amistad, y ya tenían una pasión en común, acompañado de un secreto, solo les faltaba tiempo para conversar de aquel tema en privado.




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