Un Amor Tan Travieso

Capítulo 4

Los días se hicieron semanas y estos contaron meses.

Emelina le gustaba compartir con las señoras Fortunato, puesto que estar con ellas le hacía sentirse una mujer adulta que, compartía con sus amigas, por otro lado, también escuchaba los chismes que traía tía Perla a colación cada tanto, debido a que ella tenía muchos amigos en la servidumbre de otras casas, además de amantes de alta sociedad, prácticamente tenía oídos rondando a todas las familias burgueses, incluidos la realeza.

Por las tardes tomaba lecciones en compañía de Sebastián y Sergio, sobre historia y literatura.

Ya los jóvenes se conocían bien, Sergio era gracioso y compartía el gusto por la entomología, formando una buena amistad. Lo malo, es que era brusco al jugar o al tratar con ella, puesto que en ocasiones le daba palmadas en la espalda tan fuertes, como si se tratase de otro muchacho, pero su mayor pecado, era ser demasiado bromista, ya que le gustaba asustarla, colocando ranas en sus bolsillos, o gusanos en su cabello.

Por otro lado, Sebastián era muy distinto. Él era amable y delicado en su trato hacia ella, además de siempre darle una sonrisa, y a Emelina le gustaba estar con él, puesto que le defendía de las desagradables bromas de Sergio. Para ella, Sebastián era un príncipe soñado, pero lamentablemente, le desagradaban los insectos, haciendo que Emelina, tema que él pueda descubrir su secreto.

Durante una tarde, en la mansión de Don Víctor Fortunato, invitaron a los Calero a tomar el té. Sebastián ese día no estaba con ellos, puesto que se había resfriado y se quedó en casa, guardando reposo en cama.

Ver caminar al padre de Sergio con aquel bastón, siempre le llamaba la atención a Emelina, pero sentía que era grosero preguntar por ello, ya que nadie tocaba el tema. Pero su curiosidad era muy grande y mientras se encontraba con Sergio en los jardines, alejados de la vista de todos para cazar insectos, se atreve a preguntar.

— ¿Por qué tu padre camina con un bastón?

— Porqué puede caer si no lo usa y todos se darían cuenta de su secreto — contestaba de forma natural.

— ¿Qué secreto?

Sergio que estaba buscando insectos en las hojas de los arbustos, deja de hacer aquello para mirar a Emelina de manera sería.

— Te lo diré, si me prometes que no te burlaras cuando te lo diga.

— Si, lo prometo

Sergio mira en todas direcciones para asegurarse de que no había nadie cerca.

— Él tiene tentáculos en vez de piernas

La expresión de la niña cambia rápidamente a enfado, por aquello tan ridículo que Sergio le estaba tratando de hacer creer.

— Eso es mentira

— Bueno, no te culpo. Ya sabía que no me creerías. Es una deformación muy fea que tiene, se hace más notorio cuando le cae encima agua salada de mar.

Emelina se le queda mirando a su amigo de manera sorprendida, ya que él no reía como otras veces para hacerle una broma

— ¿Eso es verdad?... me estas engañando

— ¿Qué ganaría con eso?, si no me crees está bien, Sebastián te lo conformaría, pero no está aquí.

— Quiero ver si eso es verdad

— Hazlo, pídele que te muestre los tentáculos, pero él se negará. Lo que puedes hacer es lanzarle un poco de agua con sal, así salen los tentáculos de debajo de sus pantalones.

...

Víctor había ido al baño y ya estaba de caminando de regreso a la sala en donde se encontraba con sus invitados. Por el pasillo se encuentra con Emelina, quien tenía una jarra de agua en las manos.

— Emelina ¿Qué haces aquí? — sonreía Víctor

Sorpresivamente, ella le lanza un poco del contenido de la jarra en las piernas, mirándola sin entender porque hizo aquello. De una esquina se ve a Sergio que le decía.

— Fue muy poco, arrójale más

Inmediatamente ella le lanza todo el contenido de aquella jara, empapando hasta su ropa interior, escuchando como su hijo carcajeaba desde la esquina y a Emelina que le miraba expectante, como si es estuviera esperando a que algo pasara.

— ¡EMELINA!, PERO QUE HAS HECHO, ¡CONDENADA MOCOSA! — gritaba furioso Manuel, quien había salido también del Salón de té, para ir al baño.

— No padre... lo siento — decía asustada Emelina con los ojos llorosos

Manuel estaba tan avergonzado de lo que su hija había hecho a uno de los hombres que trataba de impresionar para conseguir un matrimonio ventajoso, y ahora todo ellos estaba arruinados por aquella travesura, lo que le hizo descargar su rabia, dándole una cachetada a la pequeña, que se acompañó inmediatamente de los chillidos que producía el llanto de la niña.

— No Manuel, no golpee a la niña — le detenía Víctor

— Me disculpo con usted por esto — decía de manera dura y seria Manuel — le aseguro que corregiré este comportamiento en casa...

— No, la pequeña no ha tenido la culpa de esto, pero yo sé quien si — Víctor mira molesto en la esquina, donde se ocultaba su hijo — Sergio, ven aquí ¡INMEDIATAMENTE!

Las mujeres que estaban en el salón de té, salen apresuradamente al escuchar los gritos y ven la escena donde Manuel tenía por una mano a su hija, quien lloraba frotándose los ojos y a Víctor, con los pantalones empapados llamando a su hijo.

— Pero Víctor ¿Qué te ha pasado? — preguntaba asustada Amelia acercándose a su esposo.

— Bromas de Sergio que arrastraron a la pequeña Emelina — nuevamente Víctor grita furioso en dirección a la esquina — VEN INMEDIATAMENTE SERGIO, O TE IRA MUY MAL

De la esquina se asoma asustado Sergio, mostrando solo la mitad de su cuerpo. Amelia se acerca de manera furiosa a su hijo y lo toma por una mano para llevarlo al lugar.

— Pídele disculpa a Emelina por lo que sea que le hayas dicho para hacer esto — decía Víctor

— Disculpa Emelina... fue una broma tonta — decía asustado Sergio y las manos le temblaban, puesto que ya sabía que le darían azotes con el cinturón cuando ellos se fueran.

La niña solo asentía con la cabeza sin dejar de llorar.




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