Un Amor Tan Travieso

Capítulo 7

Sergio le pidió a Jamal que lo acompañe a darle el arlequín que compró su madre para Emelina.

Fueron una tarde a la hora del té a casa de los Calero. Jamal y Sergio esperaban en la sala, hasta que llega Doña Leona Calero, quien al ver a aquel apuesto árabe, se le dibuja una sonrisa en el rostro, además de adquirir un rubor en las mejillas.

Sergio ya sabía que esa era la reacción que producía su tío en las damas, y era ese el motivo del que le haya pedido a él que le acompañe, puesto que así podría hablar con Emelina, sin que presten atención a lo que ellos conversen. Lo que no esperaba, es que Emelina tiene la misma reacción que su madre al ver a Jamal, solo que su sonrisa se borra deprisa al ver a Sergio y esto le hace dudar de que estar ahí fuera una buena idea.

— Esperamos no interrumpirles con nuestra presencia, puesto que tan bellas damas deben de estar muy ocupadas — Jamal usaba su tono de voz galante, que hacía que las mujeres siempre bajen la guardia

— Ay no, como cree señor, es tan agradable que se tomen el tiempo de visitarnos — sonreía Leona, ofreciéndole tomar asiento y llamando a las sirvientas para que sirvan té y bocadillos.

— Hemos venido, porque Sergio quiere darle un regalo a aquella bella señorita — indicaba Jamal a Emelina, quien inmediatamente se sonroja, agachado la cabeza para ocultar la sonrisa que se le dibujaba en el rosto.

— Claro que si — Leona apremia a su hija para que valla donde el muchacho.

Emelina se acerca malhumorada donde Sergio, quien traía una gran caja de cristal con un arlequín en su interior, hermosamente decorado con vestidos de sedas y encajes.

— Te he traído este regalo, espero que te guste — decía Sergio de manera tímida

— Muy bonito, gracias — Responde con tono frío Emelina, recibiéndolo y llevándolo a la mesa que estaba cercano a la pared

— ¿Te ha gustado?

— Ya dije que es muy bonito ¿ahora también eres sordo?

— Pero no lo has visto — Sergio inmediatamente toma el cristal que cubría al muñeco que y lo levanta para retirarlo.

Emelina no entendía a qué se refería, puesto que era sólo un arlequín, pero Sergio le hacía gestos para que viera debajo de la ropa del muñeco, mirando cada tanto a los adultos que charlaban, para evitar que la señora Calero descubra ese secreto.

Al levantar el traje del muñeco, había una pequeña urna de cristal con aquel hermoso escarabajo en su interior, que era la joya del insectario de Sergio.

— La Chrysochroa ocellata... pero ¿Por qué? — pregunta impresionada Emelina

— Porqué quiero ser tu amigo — respondía de manera suave

— Pero es tu favorito

— Pero tú eres la única persona que puede darle el valor que realmente merece, y no quiero perder una amistad así. Te prometo que ya no volveré a hacerte más bromas.

— Es difícil volver a confiar en ti — dudaba Emelina

— Puedo hacer un juramento — Sergio dibuja una cruz con sus dedos sobre su pecho, a la altura del corazón — juro que no volveré a mentirte, si descubres un engaño de mi parte, te obsequiare mi insectario completo.

— ¿De verdad? — abría mucho los ojos Emelina

— Si, de verdad

Emelina duda por un momento, pero tampoco quería seguir con el enfado hacia Sergio, puesto que extrañaba sus pláticas y hablar sobre entomología.

— Esta bien — Emelina da un suspiro, acompañado de una sonrisa y a su vez advierte — Pero no vuelvas a colocar gusanos en mi cabello o ranas en mi vestido.

— Lo prometo... ¿eso quiere decir que esta todo olvidado?

Emelina asentía con la cabeza y comienza a reír cubriéndose los labios

— ¿Por qué te ríes?

— Por qué ya no estaba enfadada y quería reconciliarme contigo cuando te volviera a ver. Pero esto es mucho mejor, ahora ese hermoso escarabajo es mío... Aun no puedo creer que me lo obsequiaras

— Me lo puedes devolver, si quieres — decía esperanzado

— Ahora es mío — reía feliz Emelina — Pero estoy muy agradecida de tu otro regalo

— ¿Del arlequín?

— No... me refiero a tu amistad, ahora entiendo que para ti es importante y eso me alegra, porque yo también quiero seguir siendo tu amiga. Gracias.

Emelina se acerca para darle un abrazo a Sergio, quien inmediatamente lo corresponde muy alegre.

La señora Calero que estaba charlando con Jamal, deseaba interrumpir aquella muestra de afecto, puesto que no estaba bien que un varón y una dama tengan tanta cercanía, pero interviene Jamal, al leer sus intenciones.

— Que adorables es la inocencia de los muchachos, ¿no le parece mi querida señora Leona? — Jamal usaba su característico tono seductor para hablar.

— Es verdad, la inocencia de los muchachos es una bendición, espero que eso nunca lo pierdan y sean corrompidos por este mundo de pecado

— Muchas veces, las bendiciones son confundidas con pecado por ser hermosas, y pensamos que tenemos que venir a este mundo a sufrir, pero en realidad, debemos de disfrutar — Jamal toma la mano de la señora Calero para depositar un beso en ella.

Un calor recorría el cuerpo de aquella mujer, quien saca su abanico para poder refrescar aquel notorio rubor de sus mejillas y ocultar la sonrisa que se dibujó en su rostro




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