Un Amor Tan Travieso

Capítulo 9

Al regresar a casa luego de aquella tarde en el arroyo, Sergio ocupa una jaula en donde se encontraba un pájaro de felpa, para que sea la guarida de aquel pequeño pichón. Le dejan un poco de semillas y agua, acomodándolo en una sala fresca al lado de un gran ventanal.

Ya se estaba haciendo tarde y Sebastián se ofrece para acompañar a Emelina a casa, así poder pasar un momento más a solas, rechazando la invitación a cenar por parte de Amelia.

— Bueno, nosotros vamos a cenar — decía Amelia a su hijo luego de despedir a Emelina y Sebastián, viéndolos alejarse en su carruaje.

— No mamá, iré a cenar a casa de tío Jamal — responde Sergio, ofreciéndole el brazo a su madre para que se apoye en él para caminar al interior de la casa.

— ¿Otra vez? Me pregunto porque tanta cercanía últimamente con él o será que, ¿es más bien cercanía con alguna de las mujeres de tu tío?

— Madre, no haga preguntas que no quiera saber la respuesta — respondía Sergio con un tono travieso.

Amelia reía ante aquella picardía tan característica de su hijo, separándose cuando llegan al comedor, puesto que Sergio se dirige a su dormitorio para preparar su bolso.

— ¿El muchacho no cenará con nosotros? — pregunta Perla al ver que ingresaba al comedor Amelia, sin su hijo

— Ira a cenar donde Jamal

— Eso está mal, muy mal — se levanta Perla para ir a hablar con Sergio

— Déjalo Perla, está en el periodo de descubrir — intervenía Víctor que ya estaba sentado en la mesa.

Perla hace caso omiso a lo que le decían sus amigos y va a hablar con él muchacho, encontrándolo en su dormitorio, mientras él estaba colocando unas prendas limpias en una bolsa de tela.

— No debes de ir a quedarte tan seguido en casa de ese hombre, él está pervirtiendo tu inocencia y corrompiendo tus virtudes

Sergio lanza una carcajada al escuchar a tía Perla decirle aquello

— Pero tía, mi inocencia ya la he perdido hace mucho, creo que has llegado un par de años tarde

— No me refiero a eso. Cada vez te estás pareciendo más a ese hombre. Actúas cómo él y le hablas a las damas como él lo hace. Quiero que sepas que eso te traerá muy malas consecuencias.

— ¿Por qué tía? Que tú no te entiendas con él, no lo hace una persona que no merece respeto o admiración.

— Pues, en eso te equivocas — Perla da un suspiro para aclarar sus ideas — Mi querido niño, a las mujeres no le gustan los mujeriegos, ni los sinvergüenzas...

— Estas diciendo ¿Qué yo soy eso? — pregunta con mal humor

— No, pero quiero evitar a que llegues a eso, puesto que él no puede darte buenos ejemplos y termines arrepintiéndote cuando entiendas de lo que te estoy hablando.

Sergio le da una sonrisa cariñosa a tía Perla y le besa en la mejilla.

— Gracias tía por tu preocupación, pero yo no soy como él... nunca tendría un harén en casa. Ya me advirtió que eso son muchos líos — volvía a reír Sergio al ver el rostro de fastidio de Perla.

Sin decir nada más, Sergio sale del dormitorio y se marcha por el pasillo, dejando a Perla preocupada por su situación y preguntándose si tal vez esas preocupaciones solo estaban en su mente, debido al enfado que tenía en contra de Jamal.

...

Ya el temible día de la fiesta del club de inversionistas había llegado y Emelina había ido a visitar temprano por la mañana a la Señora Amelia, puesto que debía terminar de decorar el tocado que usaría en su cabello y que había trabajado con ella y tía Perla durante esos últimos días.

— Debes de estar emocionada Emelina por este baile — comentaba Amelia a la joven al dar algunas puntadas al bordado que tenía el lazo que decoraría su cabello esa noche.

— No señora Amelia. En realidad, estoy asustada — respondía la joven, que cocía pequeñas mostacillas color perlado.

— ¿Temes comprometerte?

— Al contrario. Temo no tener pretendientes y quedarme soltera... eso humillaría a mi familia.

Amelia comienza a carcajear, ya que le producía tanta ternura aquella joven.

— Pero Emelina, creo que tú no te has dado cuenta de tu propia belleza, dejarás cautivados a muchos. Tu problema será elegir a un marido dentro de tus pretendientes.

— Gracias señora Amelia, es usted siempre tan amable conmigo. Pero, aun así estoy preocupada.

— Claro que sí, pero yo estaré ahí y podrás conversar conmigo si te sientes sola o nadie te invita a bailar. Pero estoy segura que eso no pasará.

— ¿Nuevamente preocupada por el baile? — Sergio había entrado al salón Rosales en donde estaban aquellas dos mujeres hablando

— ¡Sergio!, sabes que es de muy mal gusto escuchar las conversaciones ajenas — le regañaba su madre al verlo, pero él hace caso omiso a lo que le decía, acercándose al sofá en donde se encontraba sentada su amiga.

— Demos un paseo, quizás eso te haga olvidar tus preocupaciones.

— Pero estoy con tu madre terminando mi cinta — respondía decaída Emelina

— No te preocupes querida. Sergio tiene razón, ve con él y distráete — intervenía Amelia de manera alegre — terminaré de colocar los adornos y lo dejaré aquí para que te lo lleves a casa.

— Oh, muchas gracias por ayudarme, es usted mi benefactora — Emelina le daba un abrazo a Amelia y salía con Sergio del salón Rosales.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.