Sergio había invitado a Emelina a almorzar en un restaurante que tenía deliciosos postres con frutas de temporada y de esta forma alegrarla, para hacerle olvidar sus preocupaciones, hasta que ya tuviera que dejarla en su mansión para que se preparé para la fiesta de esa noche.
Emelina meditaba al escuchar a su amigo charlar, comiendo una tarta de fresa y mientras lo hacía, pensaba que, si se casaba con Sergio, su vida sería muy divertida, siempre tendrían algo nuevo que hacer, no discutirán, ya que él era muy pacífico y prácticamente nunca se enojaba. Pero, si ella pudiera elegir, le gustaría que quien se presente a su puerta mañana, era Sebastián.
Sebastián robaba los pensamientos de Emelina, puesto que era enigmático y cautivador, sus ojos siempre le expresaban mucho y solo la miraban a ella, a diferencia de Sergio, quien era cautivador y coqueto con todas las demás, y ella sabía que tenía aventuras con las mujeres de su tío Jamal, pero a ella, nunca le hablaba de esa manera seductora y debido a eso, es que involuntariamente mellaba en la autoestima de Emelina, sintiéndose poco deseada y creyendo que era por su apariencia.
Un ejemplo de la galantería de Sergio se hace presente, cuando saliendo del restaurante, él saluda a una mujer de aproximadamente 30 años de edad, hermosa y voluptuosa, con cabello castaño oscuro, peinado delicadamente con un hermoso tocado, pero llamaba la atención lo perfecto de sus curvas, lo que nuevamente hacía sentir a Emelina demasiado niña al compararse con aquella dama.
— Mi querida Baronesa, que afortunado los ojos que la ven, agraciando al mundo con tan deliciosa belleza — saluda Sergio, tomando de la mano de aquella mujer y depositando un beso en ella.
— Mi señor Fortunato, el placer es mío de encontrarme con un hombre tan encantador como usted — saluda aquella mujer.
— Le presento a mi querida amiga, la señorita Emelina Calero — Sergio acerca a Emelina para presentarle — Emelina, ella es la Baronesa de Biada, viuda del Barón de Biada
— Es un agrado conocerla, señora Baronesa — realiza una pequeña reverencia
— El agrado es mío, siempre es satisfactorio conocer a pequeñas señoritas, puesto que son adorables y usted querida, realmente lo es.
— Ella debutará en sociedad esta noche — informaba Sergio
— Que encantador, estoy segura que una jovencita como tú, atraerá a un buen partido — comenta la Baronesa
— Muchas gracias señora Baronesa — respondía incomoda Emelina.
Algo en aquella mujer no le gustaba, quizás porque en todo momento trataba de decirle que ella era una pequeña jovencita, lo que nuevamente hacía que se sintiera insegura con su apariencia, puesto que aquella mujer era hermosa y sensual, en cambio ella, seguía siendo una niña que no tenía suficiente pecho para rellenar el escote de los vestidos. Sus miedos regresaron, de pensar que en la alta sociedad existen muchas mujeres hermosas como la Baronesa, y que alguna de ella pueda captar la atención de Sebastián esa noche en el baile.
Charlaron otro poco más, en donde aquella mujer solo le hablaba a Sergio, prácticamente ignorando a Emelina, hasta finalmente despedirse de la Baronesa. Sergio acompaña en el carruaje a su amiga hasta su mansión, para que pueda alistarse para la fiesta de esa noche.
— Sergio ¿Te gusta la Baronesa? — Pregunta Emelina de manera pensativa mirando por la ventanilla del carruaje
— Es una mujer hermosa, pero ¿Por qué lo preguntas?
— Porqué pienso que tú le atraes
— No lo creo, ella puede tener al hombre que quiera, no se estaría fijando en un chiquillo como yo.
— ¿Cómo la conociste?
— Tiene una empresa de cerámicas, así que hace negocios con nosotros para la compra del carbón. Tuvo que tomar las riendas de esa fábrica luego de que su esposo falleciera.
— Pobre mujer, debe ser triste perder al compañero de tu vida.
— Para ella no — ríe Sergio — Desde que enviudó, es como si hubiera renacido, dice mi padre que ellos no eran un matrimonio feliz. Tenían mucha diferencia de edad... él podría haber sido su abuelo.
— Pero ahora ella puede elegir con quien quiere casarse, estoy segura que te está coqueteando, por eso es que te decía cada tanto que la pases a visitar y tomes el té en su mansión.
— ¿Estas celosa?
— Un poco si... temo que alguien te alejé de mi lado y que ya no podamos ser amigos.
— Me refería a estar celosa de manera romántica, que pueda amar a otra mujer.
— Claro que no, si estuviera celosa porque le coqueteas a otras mujeres, ya habría enloquecido ¿no te parece? — se burlaba Emelina.
El carruaje se detiene en la puesta de la mansión de los Calero. Emelina abre la puerta para bajar, pero Sergio la detiene.
— Que sea cortes con las damas, no quiere decir que les esté coqueteando — aseguraba Sergio con un dejo de preocupación.
— No te enfades — reía Emelina — quizás no coqueteas, pero si tienes aventuras con ellas... por eso visitas la casa de Tío Jamal tan frecuentemente.
— ¿Desde cuándo piensas que soy un pervertido? — pregunta molesto Sergio — solo estuve con una de ellas un par de veces y ya crees que tengo muchas amantes. Tal vez fue un error haberte contado eso. Pensé que nos teníamos confianza como para decirnos las cosas.
— Si la tenemos — respondía apresuradamente al ver la molestia de su amigo — perdóname, no es que crea que eres un lujurioso o algo por el estilo. Es solo que te pareces a tío Jamal en cómo le hablas a las mujeres y bueno... él tiene un harén y todo eso... disculpa, fue una broma de muy mal gusto, lamento haber insinuado algo como eso.
— Nunca podría enfadarme contigo, mi querida Emelina — Sergio le daba un pellizco suave en la mejilla y continúa — tal vez te doy la apariencia de ser despreocupado, pero no soy un mujeriego. Soy responsable, leal y fiel.
— Me siento muy mal, te he ofendido ¿Cómo puedo compensarte por haberte insultado? — pregunta realmente afligida