Sergio y Emelina habían entrado nuevamente a la mansión luego de estar en los patios, para tomar el té con Doña Amelia en el salón Rosales, por mientras esperaban a Sebastián, que llegaría en cualquier momento.
Al pasar por el hall para subir por las escaleras, ven a Don Víctor quien sostenía su bastón en frente de él para apoyarse, hablando con la Baronesa de Biada quien estaba por marcharse, pero sonríe al ver a Sergio.
— Mi estimado señor Fortunato, me preguntaba si le vería — sonreía la Baronesa, estirando su mano para que Sergio le salude
— Baronesa, dichosos los ojos que le ven. No esperaba su visita — sonreía Sergio, mientras tomaba de su mano y depositaba un beso en ella.
— La señora Baronesa ha venido para ver asuntos de negocios — respondía Víctor y se dirige a la Baronesa — ya pronto estos temas los deberá tratar con mi hijo.
— Eso sería un gran placer — sonreía de manera seductora aquella mujer. Mira a la joven que estaba al lado de Sergio y hace una ligera inclinación de cabeza — Es un gusto verla nuevamente señorita.
Emelina hace una corta inclinación estirando su vestido en forma de respeto para saludar a aquella señora.
— El gusto es mío señora Baronesa.
— Los rumores corren y supe por ahí, que está comprometida con Don Sebastián Fortunato
— A si es señora Baronesa.
— Eso es encantador, muchas felicidades, esto para una jovencita es el gran acontecimiento de su vida.
A Emelina le desagradaba el tono con que siempre le hablaba esa mujer, entre burla e inferioridad, lo que producía en ella un completo desagrado.
— Bien, ya debo marcharme — la Baronesa se despide de Emelina y Víctor, para finalmente llegar a Sergio — Como siempre un agrado saludarle, espero algún día podamos tener más tiempo para charlar un poco más.
— Es verdad, siempre nos vemos de manera esporádica — sonreía Sergio, mirando de reojo a Emelina — Permítame acompañarla hasta su mansión.
— Oh, eso es tan amable de su parte y estoy encantada de que lo haga — sonreía alegre la Baronesa
Sergio se acerca para ofrecerle el brazo a aquella mujer y caminar a su lado, pero antes de poder hacerlo, siente un ligero tirón en su manga
— Pero, Sergio... ¿se te ha olvidado que tomaríamos el té? — pregunta Emelina, con un ligero tono de enfado en su voz.
— Ah sí. Pero tu prometido ya vendrá por ti para que puedan tomar el té juntos. En cambio, la Baronesa no tiene quien le acompañe. Será para otra ocasión — nuevamente Sergio se acerca a la Baronesa y le ofrece el brazo para que puedan marcharse, girándose levemente para despedirse de su padre y Emelina.
Emelina tenía las manos empuñadas en su vestido por sentir el abandono de parte de Sergio. Sabía que esto no le debería importar, debido a que él posiblemente esté interesado en cortejar a aquella mujer. Pero si le importaba y estaba molesta de que puedan arrebatarle a su amigo.
— Emelina, acompáñanos a tomar el té con Amelia, por mientras esperas a Sebastián — le ofrecía de manera agradable Don Víctor, con una sonrisa que le recordaba a Sergio
— Muchas gracias, es un placer tener su compañía — acepta Emelina, acompañándolo hasta el salón Rosales.
...
Sergio estaba complacido al ver la mirada molesta de Emelina al marcharse con la Baronesa. Pero ahora que estaba con aquella mujer en el carruaje, no sabía si esa fue la mejor idea, puesto que debería de aceptar una invitación a tomar el té a o beber alguna copa.
Ya en la mansión de la Baronesa, hablaban sobre distintos temas muy aburridos, bebiendo un vino de grosellas.
— Su esposo debió de ser un hombre muy serio, tiene una mirada fija en aquella pintura — comentaba Sergio al ver un retrato de gran tamaño, con un hombre de mirada altiva y aspecto orgulloso, colgado arriba de la chimenea.
— Si, además de malhumorado. Para mi suerte, él le dedicaba gran tiempo a la fábrica de cerámicas e inversiones en los bancos, así que nos veíamos poco — sonreía la Baronesa al caminar lentamente por aquel salón sin mirar nada en específico.
Sergio se mantenía sentado en el sofá, jugando con sus dedos al tocar la copa de cristal que tenía en sus manos.
— Disculpe la indiscreción. Pero, si no le agradaba su esposo ¿Por qué decidió casarse con él?
— Fui comprometida por mis padres — la Baronesa toma asiento al lado de Sergio, tomando delicadamente su mano para que le vea — Ahora ya no dependo de nadie y puedo elegir con quien estar.
Sorpresivamente, aquella mujer deposita un beso en los labios de Sergio que lo sobresalta, pero no se aparta, haciendo que la Baronesa profundice aquel beso de manera sensual. Como si recuperará el conocimiento, Sergio niega con la cabeza y se levanta del sofá.
— Discúlpeme señora Baronesa...
— Dime Petra, llámame por mi nombre — Se levanta y le abraza por el cuello, mirándolo con los ojos entrecerrados
— No quiero darle una idea equivocada. Pero no estoy en busca de compromisos...
— Yo tampoco — volvía a darle un corto beso — ya pasé por el martirio que fue un matrimonio, ahora solo quiero disfrutar de la compañía de alguien que sepa valorar la discreción... para no sentirme tan sola. Tal vez, ambos podríamos beneficiarnos de una pequeña aventura.
Sergio no responde. Estaba indecisos y pensaba en lo que le dijo tío Jamal, tal vez necesitaba de una mujer que le traiga alegría y con ello, olvidar su pena.
Aquella mujer le toma de la mano y lo lleva hasta su alcoba, mientras Sergio seguía preguntándose si sería una buena idea estar con ella para tratar de olvidarse de Emelina.
Ya en la privacidad que les daba aquel lugar, la Baronesa se desprendía suavemente de su vestido, enseñando unos senos firmes y redondeados, acercándose a Sergio para que le toque y volviéndolo a besar, mientras ella pasaba sus manos por el pecho de aquel joven que se veía confundido, desabotonando su camisa, ayudándolo a desnudarse.