Todos se habían tomado un receso después de trabajar, un momento ideal para que Sergio pueda hablar con Sebastián, así que ambos se dirigen a un salón para charlar en privado.
— Algo te preocupa ¿qué es? — pregunta Sergio tomando asiento en un sillón con grandes cojines de plumas.
— Nada — Sebastián miraba de manera distraída la vitrina de un estante donde había algunas botellas de distintas formas
— Desde que fuimos al burdel estas extraño y ya lo está notando Emelina — Sergio tenía un tono serio para hablar, que no era propio de él — Si tienes dudas en tu mente, debes de aclararlo, pero no hagas que ella se preocupe de manera innecesaria, ya piensa que tienes algo en su contra.
Sebastián parpadea y sale de su aturdimiento.
— No me había dado cuenta que ella está preocupada
— Quizás porque no le miras — Sergio endulza su voz y vuelve a sonreír — si pasa algo me lo puedes decir sin miedos. Quizás puedo ayudarte.
Sebastián se acerca y toma asiento en aquel sillón al lado de su sobrino. Da un suspiro para aclarar sus emociones.
— Cuando estuviste con una mujer la primera vez, sentiste que al estar con ella ¿podías tocar su alma?
Sergio trata de contener la carcajada al escuchar eso, pero sin éxito.
— No... jamás he llegado tan profundo — ríe de manera divertida, cerrando los ojos por las fuertes carcajadas que se le escapaban.
Sebastián le mira con fastidio y aparta la vista de manera furiosa
— Fue un error tratar de hablar esto contigo
— Perdón, perdón... realmente fui un tonto — Sergio da un suspiro para hablar más calmadamente y comienza a compartir su experiencia — La primera vez fue con una de las mujeres de tío Jamal.
— Si, eso ya lo sé... por eso vas a visitarle tanto
— Te equivocas, no es como todos creen. Aquella mujer cada tanto me coqueteaba o usaba ropa provocadora que me hacían desearla. Un día entró en el dormitorio cuando estaba recostado alistándome para dormir, comenzó a tocarme y se desnudó para que yo también pueda tocarla... pero estaba nervioso. Luego dijo que me enseñaría algo que me gustaría mucho, así que confíe en ella, y esa fue una muy buena noche
— Pensaba que tío Jamal te envió a una mujer a tu habitación una noche.
— Claro que no... si él se llega a enterar que estuve con una de sus mujeres, ten por seguro que me castraría. Él es muy celoso con ellas.
— Pero, ¿no sentías simpatía por esa mujer o cariño después de hacerlo?
— Claro que sí. Después de eso pensaba mucho en ella, y a pesar de que me daba miedo que tío Jamal pudiera descubrirnos, tenía ganas de verla y volver a intimar.
— Eso quiere decir que ¿estabas enamorado?
— Es solo enamoramiento pasajero, por ser la primera vez y compartir algo tan íntimo. Es como si te naciera el querer estar con ella y cuidarle, además de pensar en sexo todo el día. ¿Te está pasando eso con la tal Pequitas?
Sebastián se sorprende por la certeza de ese comentario y con dudas, asiente.
— Calma tío — sonreía Sergio, dándole una palmada en el hombro — Ya sabía que estabas así por eso, pronto se te pasará.
— ¿Tú crees?
— Claro que si, por algo le dicen hacer el amor... tienes un enamoramiento pasajero y te obsesionas un poco con la mujer, pero después se te olvida y piensas como sería hacerlo con la que quieres que sea la madre de tus hijos. Así que no le des vueltas tanto a ese asunto.
— Lo que me dices tienes mucho sentido para mi ahora. Gracias
— Lo mejor sería que hables con Emelina, puesto que tus pensamientos deberían rondar en ella y hacerla sonreír.
— Tienes razón — Sebastián se levanta con una sonrisa en los labios para ir al salón Rosales a buscar a su prometida, pero sin antes darle un abrazo a Sergio.
Emelina estaba bordando telas en compañía de todas las mujeres que componían la familia Fortunato, además de su madre.
Sebastián al ingresar en aquel salón, le pide que le acompañe por un momento para charlar, alejándose hasta una esquina de aquel salón, bajo la mirada de las mujeres que les vigilaban.
— Discúlpame Emelina, he estado distraído en esta última semana y te he preocupado — decía Sebastián con una voz tierna, aquella que siempre ocupaba con Emelina.
— Pensaba que estabas enfadado conmigo por algo. Lo que seas puedes decírmelo, ya que seremos esposos, quiero que tengamos confianza el uno en el otro — respondía esperanzada la joven.
— Solo tenía ideas erróneas que me estaban confundiendo, pero ya se me han aclarado. Lamento tanto haberte preocupado, no volveré a asustarte de esa manera
Sebastián quería darle una pequeña caricia en la mejilla a su prometida, pero se detiene, ya que todas las mujeres que estaban en el salón les miraban.
Ya Sebastián estaba decidido a olvidarse del burdel y Pequitas, puesto que Sergio tenía razón, ese era un enamoramiento pasajero y no perdería la relación que tenía con Emelina por aquella obsesión que fue su primera mujer.