Sebastián había contratado a un cochero para ir hasta el burdel con Loreta.
Al estar ahí, ella se encontraba adentro, buscando sus pertenencias y despidiéndose de sus compañeras, puesto que había aceptado abandonar esa vida, para marcharse con él.
Ahora Sebastián estaba preocupado nuevamente, ya que cruzo la línea con Loreta, involucrándose más de lo que deseaba con aquella joven, puesto que ahora debía preocuparse de protegerla. Pero ¿cómo podía abandonarla ahora que conocía su historia?, ella era un alma pura que solo había venido a este mundo a sufrir, no podía dejar que se sigan aprovechando de ella.
Varias Lobas afuera del burdel le daban abrazos a la joven pelirroja que salía con un pequeño bolso en donde llevaba las pocas cosas que eran de su propiedad, y algunas otras se acercaban al carruaje para agradecerle a Sebastián por ayudar a Pequitas a mejorar su vida. Sebastián se sentía acorralado, ya que, si su familia se enteraba que estaba ayudando a aquella loba por su obsesión con ella, sería un problema, pero no tan grave si se llega a enterar Emelina y su familia, eso sería desastroso.
Loreta nuevamente se sube al carruaje y este comienza a avanzar en dirección a la mansión Fortunato.
Sebastián no podía llevar directamente a Loreta hasta ahí, puesto que todos se preguntarían como él la conoce. Por otro lado, para darle algún empleo en aquella casa, debía ser contratado por el mayordomo o el ama de llaves, con autorización de los señores Fortunato, eso quería decir que cualquiera de los dos le daría aviso a sus padres sobre quien la trajo hasta ahí.
Sebastián le pide al cochero que cambie de ruta, puesto que recurriría a la única persona que podría ayudarlo, y este era el hombre más odiado por su padre.
Al estar en aquella hermosa sala, decorado con adornos exóticos, Loreta miraba cautivada aquellos jarrones que se encontraban por el lugar, pero sin moverse de donde se encontraba. En cuanto a Sebastián, estaba sentado en uno de los mullidos sofás, tan estático como una estatua, levantándose apresuradamente al ingresar el dueño de esa mansión.
— ¡Ah!, qué maravilla verte por aquí Sebastián, desde hace tanto que no he podido charlar contigo. Ni siquiera he podido felicitarte por tu compromiso — Saludaba Jamal a aquel joven de cabello oscuro y ojos color almendra.
— Discúlpame tío Jamal por no venir, realmente me habría gustado pasar antes a saludarte, pero...
— No tienes que disculparte, tú y yo sabemos que eso es debido a tu padre — reía Jamal y se dirige a la joven pelirroja que está acompañando al muchacho — y usted bella dama, es un real placer conocerle.
Jamal toma la mano de la joven y deposita un beso en ella.
— Su nombre es Loreta — comienza diciendo Sebastián — es por ella que he venido a solicitar de tu ayuda tío.
— ¿Ayuda? — pregunta Jamal levantando una ceja.
Sebastián da un suspiro para aclarar sus ideas.
— Necesito que puedas interceder ante mi madre, para que contrate a Loreta en casa como sirvienta doméstica.
— ¿A sí?... ya veo — Jamal les ofrece a aquellos dos jóvenes que tomen asiento y va a una mesita donde estaban unas copas con un licor color burdeo — y tú ¿Cómo conoces a esta señorita?
Sebastián tenía miles de ideas en la cabeza, pero ninguna convincente, así que trata de armar una mentira que era poco creíble, a lo que Jamal frunce el señor y le detiene.
— Sebastián, si quieres que te haga un favor, al menos merezco saber la verdad.
— Perdona tío — responde avergonzado Sebastián.
Él le cuenta a tío Jamal sobre su despedida de soltero, el burdel y la vida de Loreta como Pequitas en aquel lugar, siendo para él una necesidad ayudarle.
Jamal escuchaba en silencio, pero tenía una mirada fría. Sebastián no esperaba esa mirada de parte de aquel hombre que siempre sonreía y se veía despreocupado ante la vida.
— Esa es toda la historia tío Jamal — concluye Sebastián de manera incomoda
— Entiendes que estas comprometido para casarte, siendo tu libre elección hacerlo con la joven que has escogido ¿verdad? — responde Jamal a aquel joven que mantenía los hombros encogidos.
— Si tío, lo sé. Pero solo quiero ayudarla.
— ¿Debo suponer que no la llamaras a esta muchacha para calentar tu cama durante las noches?
— No lo haré
— Así como no debiste de seguir yendo al burdel después de la primera noche con ella ¿me equivoco?
— Pero había pagado por su semana, para que no deba de estar con otro hombre y así darle algo de seguridad — se defendía Sebastián
— Claro que pagaste su semana para ayudarla. Pero ¿Eso era motivo para seguir viéndola y volver a intimar con ella?
Sebastián estaba avergonzado y se le notaba por el rubor de sus mejillas que ya abarcaba su frente y llegaba hasta su cuello.
— Se supones que te has comprometido con Emelina porque le amas, pero aún no se han casado y ya le eres infiel...
— Es raro que tú me digas algo como eso, puesto que tiene más de 5 mujeres que te hacen compañía de ese tipo. No creo que sea correcto que me hables de moral — decía molesto Sebastián.
— Pero yo no me he casado y cada mujer sabe porque está aquí. Pero tú, no eres como yo, tratas de justificar tu propio error de maneras ridículas — habla en forma de regaño Jamal con aquel joven — Si crees que yo te dejaría mantener una vida incorrecta, ocultando tu lujuria, porque yo no soy un buen ejemplo... te has equivocado de lugar muchacho.
— No tío, perdóname. He sido completamente grosero y no tengo justificación por mi actuar — daba una inclinación de cabeza Sebastián en forma de real arrepentimiento — pero, yo no deseo que Loreta sea mi amante ni nada de eso.
— Eso espero, porque quiero que comprendas que Emelina podría tener otros partidos, muchos más convenientes que tú — habla de manera sabía aquel árabe — No prives a tu prometida de estar con un hombre que la quiera de verdad y le de la felicidad que realmente merece, solo por tu egoísmo.