Un Amor Tan Travieso

Capítulo 32

El día estaba amaneciendo y el frío se sentía en el ambiente. Sergio, salía de manera sigilosa de casa de la Baronesa de Biada, puesto que, en aquel último tiempo, no le permitía marcharse, sin antes atosigarle, preguntándole cuando regresaría y dándole propuestas de panoramas para estar más tiempo juntos. Es por esto, que evitaba despertarla por las mañanas.

Caminando por las calles, Sergio estaba atento en encontrar algún carruaje para regresar a casa, hasta que siente a alguien llamándolo, y corriendo tras de él. Por un momento temía que fuera Petra, pero al girarse, ve a tía Perla.

— ¿Estás buscando algún carruaje?... vámonos juntos.

— ¿Qué hace tan temprano por aquí Tía?

— Eso debería de preguntarte a ti — respondía Perla, tomándose del brazo de Sergio y caminando con él por la calle — No me digas que sigues visitando a la Baronesa de Biada.

— Si, vengo de ahí.

— Eso quiere decir que ¿te estas enamorando de ella?... acaso ¿veo señales de un posible compromiso? — insinuaba Perla con un tono picaresco.

— Por supuesto que no tía, nuestra relación no se basa en amor — Sergio da un suspiro apesadumbrado — ella busca diversión y yo... solo una excusa para olvidar...

— Ay mi niño, lo que me dices es tan triste — respondía Perla con una sincera lastima por Sergio — tú no eres alguien que regala su cariño de esa forma, debes de estar muy dolido aun por el compromiso de Emelina y Sebastián

Sergio no quería escuchar de aquello tan temprano por la mañana, ya que el sentir la lastima de sus padres y sus tíos por su amor no correspondido, le arruinada su buen humor, así que decide cambiar de tema.

— Querida tía Perla y usted ¿qué hace aquí a estas horas?

— Solo pasé a saludar a unos amigos, pero se me hizo tarde anoche y me quedé a dormir en casa de ellos — respondía Perla de manera nerviosa.

— Ah sí... su amigo no será por casualidad ¿un árabe? Él tiene su mansión por aquí cerca — sonreía de manera traviesa Sergio.

Perla le lanza una mirada desdeñosa, a lo que Sergio comienza a reír.

— No te enfades tía Perla, ya sabes que sé cuidar tu secreto — decía él, dándole palmadas en su mano sonriéndole de manera cariñosa.

...

Como era habitual, las damas Fortunato, además de Perla y la madre de Emelina, acompañaban a la joven para el bordado de telas que compondrán su ajuar de bodas, lo que les daba mañanas y tardes completas de pláticas.

Ese día, se encontraban todas reunidas en el salón Rosales, al lado de la chimenea charlando, mientras bordaban las sábanas nupciales que usaría Emelina con su esposo en su noche de bodas. Aquellas sábanas eran extrañas y sin aguantar su curiosidad, Emelina decide preguntar.

— ¿Por qué estás sábanas tiene un agujero en el medio?

Las mujeres que estaban ahí se miran incómodas. Celenia y Amelia, no sabían cómo responder aquello, puesto que no debían de tocar aquellos temas con Emelina, y a pesar de que Perla en muchas ocasiones quería responder las inquietudes de la joven con respecto a la sexualidad, Amelia se lo prohibía, puesto que eso molestaría a Doña Leona, ya que era cuestión de las madres hablar de aquello con sus hijas.

— Tiene un hueco en el medio, para que sea digna la forma en que puedas esperar un hijo de tu esposo — respondía Doña Leona a su hija.

Emelina mira interrogante a las mujeres de aquella sala, puesto que no entendía como aquella sabana podía hacer digna la forma en que podía tener un hijo, así que nuevamente insiste.

— Pero, ¿Por qué las sábanas deben tener un agujero para esperar un niño?

Doña Leona da un suspiro cansado y trata de buscar la mejor forma para poder explicar aquello.

— La forma en que debemos de concebir, es humillante y vergonzosa. Esta sábana ayudará a que tu esposo y tú, no puedan ver su desnudez. Así que por aquel agujero, será la única forma en la que se unirán en aquel acto.

Ya en otras oportunidades, su madre le había comentado que aquel acto era desagradable y doloroso, pero todo valía la pena, cuando se tenía en los brazos a su hijo. Esto creaba ansiedad e incertidumbre en Emelina.

— Estoy asustada — decía Emelina mirando aquellas sábanas — le temo a la noche de bodas.

— Tranquila hija mía. Esta sábana también ayudará a que tu esposo no caiga en el pecado de la lujuria, puesto que, para los hombres, esto puede obsesionados y hacer que este acto sea ocupado como diversión y no con el fin único de la procreación. Está en manos de la esposa llevarlos por el camino de la rectitud, siempre recuerda eso Emelina.

— Si madre — decía Emelina dando un suspiro afligido.

Celenia y Amelia se miraban entre ellas, puesto que sentían lastima por la joven a quien veían atemorizada, ya que era otra niña más a la que le infundían el miedo, tomando aquel acto de amor como algo pecaminoso y desagradable que debía de evitarse. Era de esperarse que se le enseñará de aquella manera, ya que las señoritas de alta sociedad se les inculcaba que la sexualidad era algo propio de animales y carente de dignidad.

Perla se notaba molesta y apretaba los dientes, dando una mirada desdeñosa a Doña Leona, por asustar a Emelina, creándose ideas equivocadas sobre ese tema a la pobre chica. Ella buscaría la oportunidad para poder orientarla y que descubra los placeres que le daría el ser amada por su esposo, pero debía ser en algún momento en que se encuentren a solas, para evitar tener problemas con la familia Calero.

Ya Emelina no podía seguir dando puntadas a la tela, tenía tanto miedo sobre lo que había hablado con su madre, puesto que tenía sus teorías. Emelina cada vez estaba más segura que para concebir a un hijo, el hombre debía de abrazar, acariciar y besar mucho a la mujer, para que cuando sienta un revoloteo en el vientre, abrirle por el ombligo y depositar ahí una semilla, casi como un acto criminal como se lo decía su madre, por eso la mujer en comienzos sangraba y los hombres, no tenían hijos con sus amantes, ya que solo le abrían el vientre a su esposa.




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