Sebastián, Emelina y Sergio, estaban reunidos merendando y charlando como en los viejos tiempos. Los novios reían y hacían bromas, después de que Sergio les comentara que había decidido dejar de visitar a la Baronesa de Biada, ya que ellos aseguraban que fue ella quien debió de terminar aquella relación.
— Te ha dejado porque siempre te terminas las galletas de Mantequilla — dice Emelina de muy buen humor, dándole un golpecito en la mano a su amigo para que suelte la última galleta que estaba en la cesta.
— Yo creo que se ha dado cuenta de que le gustas coleccionar bichos — reía Sebastián
— Claro, coleccionar bichos es tan asqueroso y las damas odian eso ¿Verdad Emelina? — miraba Sergio de manera cómplice a su amiga, dejando la galleta que tenía en su mano en el borde de la taza de té de ella.
— Claro que sí, eso es muy desagradable para una dama — reía Emelina y le hacía un gesto a una de las criadas para que traigan más galletas.
Loreta no se encontraba dentro de las criadas que estaban en el salón, ya que debía de estar preparando la recamara de su joven señor. Sebastián había tratado de acercarse a ella en varias oportunidades, pero ella siempre se mostraba distante y con una mirada triste, aunque no se negaba a los abrazos y caricias de Sebastián. Todo aquello hacia que nuevamente él volviera a estar distraído y distante, notándolo su familia y prometida, como ahora, en donde volvía a ver como Sergio y Emelina hablan entre ellos, pero sin escuchar lo que realmente dicen, puesto que nuevamente estaba pensando en Loreta.
— Ya debería de marcharme ¿Me acompañarás a casa Sebastián? — pregunta Emelina, a lo que su prometido solo miraba a su taza de té, dando pequeñas afirmaciones con la cabeza, sin responder
Sergio nuevamente entiende que su tío había perdido la concentración y se apresura para hablar.
— Yo te acompaño Emelina, podemos seguir charlando en el carruaje
— Gracias Sergio — sonríe a su amigo al levantarse y lanzando una mirada desdeñosa a su prometido.
— ¿Ya se van? No me he dado cuenta que tarde es — decía Sebastián saliendo de sus pensamientos — Querida, te acompaño a casa.
Sebastián se levanta también y se acerca a su prometida para ofrecerle el brazo, a lo que ella le rechaza molesta y se acerca para tomar del brazo de Sergio.
— No es necesario que te preocupes, me acompañará Sergio. Tu debes de estar muy preocupado por algo, y no deseo interrumpir tus pensamientos
Ambos se despiden de Sebastián y se marchan.
Sebastián volvía a tomar asiento. Nuevamente su prometida estaba molesta con él por no prestar atención. Debía de ordenar sus ideas rápidamente, ya que le estaba trayendo problemas con Emelina. Pero, no podía hacerlo, puesto que no sabía qué hacer con Loreta.
Mientras viajaban en el carruaje, Sergio aprovecha de preguntar a su amiga.
— No sé si es idea mía, pero creo que estabas feliz de que deje de visitar a la Baronesa
— Si, realmente estoy feliz que termines con esa mujer.
— ¿Porqué?
— Ella me desagrada. Siempre que le saludo, me habla de manera despectiva.
— ¿Es solo eso? Pensé que sería por otro motivo, uno que quizás no quieres decirme
Al decir esto, Emelina se sonroja y el corazón le golpeaba con fuerza el pecho, algo que logra notar Sergio y le hace sonreír.
— No... es solo que ella realmente me desagrada, no te lo quería decir para no incomodarte — respondía de manera nerviosa Emelina, empuñando con fuerza las faldas de su vestido.
— Gracias por ser considerada... es por eso que te quiero tanto
Emelina da una sonrisa discreta, que la oculta de la vista de Sergio, mirando por la ventanilla del carruaje, y a medida que avanzaban, él se atreve a tomar de su mano, entrecruzando sus dedos sin mirarla, también fijando su vista hacia la ventanilla, con una ligera sonrisa en los labios, ya que ella no le rechaza y también entrecruzadas sus dedos con los de él, presionándole delicadamente.
Este gesto le daba esperanzas a Sergio de que su amor tal vez si era correspondido. Había decido acercarse en este tiempo a Emelina, aprovechando las distracciones de Sebastián que, cada vez molestaban más a su prometida, y de esta manera, declararse para el final de esa semana.
...
Como era de costumbre, Loreta esperaba con agua caliente y toallas a Sebastián, para que puede asearse antes de cenar con la familia.
Nuevamente Loreta evitaba verle a los ojos. Cuando él llega a la alcoba, su corazón se agita cuando siente que se aproxima para tomarla del rostro y obligándole a que le mire.
— Necesito que me veas con aquellos ojos cálidos y risueños como antes — susurraba Sebastián acercando su rostro al de Loreta
— Perdóname, pero me es difícil hacerlo
— ¿Es porque me quieres?... soy muy egoísta y no he pensado en ti, solo en lo que me trae alegría y tranquilidad... pero tú, me traes alegría y tranquilidad, aunque trate de evitarlo.
Loreta tomaba las manos de Sebastián que tenía apoyadas sobre sus mejillas y volvía a besarlas de manera tierna.
— Yo le quiero, porque es bueno conmigo
— Estoy muy distraído, no sé qué hacer... en este tiempo, solo pienso en ti, porque te extraño...
Diciendo esto último, Sebastián alcanza los labios de Loreta, para darle un beso delicado y calmado, a lo que ella le correspondía abrazándolo. Al volver a mirarse con ojos enternecidos, Loreta deposita la mejilla sobre el pecho de él, dando pequeños suspiros.
— Me pregunto, cuando dejarás de hacer que mi corazón se vuelva loco, acaso ¿Se terminará esta sensación alguna vez? — pregunta susurrante Sebastián, posando sus labios sobre la frente de ella.
— Yo solo he complicado tu situación y lo lamento, no quiero que tenga problemas por mi culpa — dice Loreta, separándose de él y dirigiéndose hasta la puerta, pero Sebastián se lo impide tomando de su mano.