Después de haber trabajado durante aquel día en las finanzas de las minas con su familia, Sebastián rechaza la invitación que le hacía Sergio para visitar a Emelina, puesto que tenía algo importante que atender.
Al regresar por la tarde, Sebastián llama a su sirvienta personal al salón de lectura.
— ¿Mando a llamar? — dice Loreta sonriente al ingresar al lugar.
— Mi amada, ven conmigo — Sebastián estiraba la mano para que ella se aproxime
Loreta estaba sorprendida que le hable tan despreocupadamente.
— Puede entrar cualquier persona aquí, no deberías tratarme con tanta cercanía.
— Ya no quiero ocultarme más, deseo que seamos libres para querernos sin preocuparnos de nada.
Sebastián saca de su bolsillo un pequeño estuche de terciopelo azul, abriéndolo y descubriendo su contenido, en donde estaba un hermoso anillo con un pequeño diamante. Esto asusta a Loreta, quien cubría sus labios y retrocede, pero Sebastián toma de su mano, para impedir que se aleje.
— Quiero que seas mi esposa, que compartas mis días y noches conmigo...
— No... no... no puedo — Respondía apresuradamente Loreta.
— ¿No me amas?
— No es eso... pero soy una mujer vulgar, no pertenezco a este mundo, yo no sirvo para ser la esposa de nadie y menos de alguien tan maravilloso como tú — decía Loreta llorando.
— Cuidaré de ti Loreta, ya no tienes que preocuparte por tu pasado. Solo te pido que compartas tu vida conmigo, del resto me encargaré yo.
— Pero no tengo nada que ofrecer... no soy nadie...
— Tú tienes todo que ofrecer. Antes de conocerte era tímido y no podía hablar con nadie, pero desde que estas a mi lado, comencé a tener confianza en mi mismo, tú haces que quiera ser mejor y te necesito conmigo. Dame tu amor, tus ilusiones y formemos una familia juntos.
— Pero ¿Qué dirán tus padres? Me rechazarán cuando sepa que era una loba
— No es así, pero sé que te avergüenza tu pasado. No se lo diremos si no quieres — Sebastián le sostenía el rostro y le secaba las lágrimas con el pulgar mientras aun sostenía el estuche con el anillo en la otra mano — Solo importa si me quieres ¿serás mi esposa?
Loreta daba pequeños suspiros ya sin llorar y volvía a regalarle aquella sonrisa amorosa, que era tan característica de ella.
— Si... siempre estaré contigo y me dedicaré a hacerte feliz.
Sebastián colocaba el anillo en el dedo de Loreta y sonreía al saber que ella había dejado sus miedos y aceptaba ser feliz.
— Si en algún momento estás arrepentido de esta decisión, no te preocupes por mí, yo sabré entender — decía Loreta con una voz calmada, mirando aquel anillo.
— Quiero que dejes de hacer eso. Deja de menospreciarte y valora el hermoso ser que eres.
Sebastián le toma por el rostro para besar sus labios y dar un suspiro sobre ellos, mirándole a esos grandes ojos color almendra.
A pesar de que Sebastián había convencido a Loreta de ser su esposa, le costó otro tanto convencerla para darle esta noticia a sus padres. A pesar de sus negativas, aceptó el presentarse ante ellos después de la cena, ya que él había amenazado con decirles, aunque ella no estuviera presente.
— Padres deseo hablar algo importante con ustedes — dice Sebastián al ingresar en un pequeño salón familiar, donde Celenia y Agustín, charlaban al lado de la chimenea que tenía un fuego crepitante.
— Pasa y cuéntanos mi amor — decía Celenia de manera cariñosa.
Sebastián arrastra hasta aquella habitación a Loreta, quien tenía la cara roja hasta las orejas. Agustín y Celenia se miran entre ellos de una manera que Sebastián no podía descifrar.
— Padres... estoy enamorado de Loreta, prácticamente desde que la conocí. Le he propuesto matrimonio y ella me ha aceptado... les pido su bendición.
— Nos preguntábamos cuando nos darías esta noticia y nos presentarían a esta muchacha — reía Agustín
— ¿Como? ¿Ustedes lo sabían? — pregunta asombrado Sebastián.
— Todos los sabíamos. No eres bueno guardando secretos — respondía Celenia riendo.
— Era muy notorio como veías a esta niña, además, sabíamos que tus distracciones eran por eso. Nos alivió cuando decidiste romper el compromiso con Emelina — continuaba Agustín.
— Ven querida, toma asiento y háblanos de ti — le invitaba Celenia.
Para Loreta le era difícil esta situación, pero la amabilidad de los señores Fortunato le reconfortaba, pero a pesar de esto, Loreta no quería dejar de trabaja, o tener un trato preferente ante las criadas, rechazando tener su propia habitación.
La humildad de esta joven, cautivaba a Celenia, puesto que le recordaba a ella en la época que dejó de ser el ama de llaves, para ser la señora de esa casa. Con paciencia, le hicieron cambiar de parecer, a lo que finalmente Loreta aceptó, pero solicitó que el compromiso fuera algo secreto, solo conociendo esta situación sus más cercano, para evitar que la burguesía hablara de ellos, a lo que los Fortunato estaban de acuerdo.
Esa noche, charlaron hasta la madrugada y tanto Sebastián como Loreta, omitieron su pasado en el burdel.
Al día siguiente, se realizó un almuerzo familiar con Víctor y su familia, extendiendo la invitación a Emelina, que ese día se encontraba visitando la casa de su prometido, para anunciar el compromiso de Sebastián.
Para dar está feliz noticia, lo hicieron en el salón de invitados, mientras esperaban el almuerzo.
— Al fin tío, ya nos preguntábamos cuando te decidirías — reía Sergio, bebiendo una copa de un aperitivo.
— Era algo difícil. Loreta es tímida — respondía Sebastián.
— No tienes por qué serlo querida — Amelia se acercaba sonriente a la joven pelirroja — Tanto Celenia y yo, fuimos también criadas y pasamos por lo mismo, así que comprendemos que estas nerviosa por este cambio en tu vida.
— Señora Fortunato ¿podríamos invitarla a bordar con nosotras?... así confeccionaríamos su ajuar y que se una a nuestras pláticas por las mañana — Sonreía Emelina de manera cariñosa a la pelirroja.