Un Amor Tan Travieso

Capítulo 45

Sergio se levanta esa mañana y toma un baño de tina. Se sentía feliz, puesto que ese domingo, vendrían los Calero al almuerzo familiar, para continuar organizando asuntos de la boda, faltando ya menos de dos meses.

Al vestirse, Sergio ajustaba su pantalón y se miraba en el espejo, para ver si su trasero realmente se veía respingado, como le había dicho Emelina hace algún tiempo y que cada tanto se lo recordaba al estar solos en la habitación en casa de tío Jamal.

Su criado de cámara toca a su puerta, ingresando y entregándole una carta que había llegado en la correspondencia. Sergio al ver el remitente, mira con enfado a su sirviente.

— Ya te he dicho que no me entregues estas cartas, solo romperlas o quémalas — Sergio agitaba aquella carta en su mano enseñándosela a su criado

— Lo sé Señorito, pero al llegar una carta para usted, debo de entregársela... es mi obligación — se justificaba el criado

— Pero en este caso no... no quiero que sepan que me siguen llegando cartas de esta mujer

— Es por eso que se las entrego con discreción. Le corresponde a usted saber qué hará con esas cartas. Me disculpo por molestarle, me retiro.

Haciendo una inclinación de cabeza, el sirviente personal de Sergio sale de la habitación.

Nuevamente la Baronesa de Biada, volvía a escribir. Desde que ella se había marchado, continuamente le llegaban sus cartas, a lo que él no respondía, ni siquiera leía, solo las quemaba y arrojaba en la chimenea para verlas arder, y eso fue lo que hizo ahora. No deseaba que su pasado con la Baronesa pudiera perturbar la armonía del noviazgo con Emelina, puesto que ella se había mostrado celosa y no quería que eso terminará en posibles inseguridades que manchen su relación.

Durante la hora del almuerzo, la familia se encontraba reunida, todos charlaban animadamente, ya que Don Manuel comentaba que la locomotora estaba a poco de iniciar sus funciones. La única persona que faltaba en aquella reunión, era Loreta, ya que, a petición de ella, deseaba abstenerse de reuniones familiares con los Calero, para mantener el compromiso con Sebastián en secreto.

Sergio se levanta de su silla para hacer un brindis por los que estaban ahí reunidos y a su vez hacer una petición.

— Don Manuel y Doña Leona... padres. Les quiero solicitar adelantar la boda con Emelina

Don Manuel sonríe al ver el entusiasmo de aquel joven y mira a Víctor Fortunato.

— ¿Usted que dice Don Víctor?

— Ah... muchacho ¿Para cuándo?

— ¿Mañana? Sé que es muy pronto, pero nos conformamos conque sea la próxima semana — respondía Sergio con seriedad.

Nuevamente los que estaban presentes comenzaron a reír a carcajadas, puesto que Sergio tenía muchas ilusiones con respecto a su nueva familia.

— Les dije Fortunato que mi adorada hija, captaría la atención de sus muchachos y ahora mi futuro yerno, ya no soporta la espera para desposarla — reía Manuel Calero

— Querido mío, ya las invitaciones se han enviado, solo quedan menos de dos meses para la boda — sonreía Amelia a su hijo

— Lo sé madre, pero no queremos nada ostentoso, solo una ceremonia sencilla estará bien para nosotros.

— Me pregunto ¿Cuál es el apuro? — pregunta Agustín riendo.

— Es porqué nos amamos y queremos estar juntos — respondía Sergio.

— Pero ya están juntos cada vez que se visitan — insistía Agustín para bromear con su nieto — Yo creo que, el desear adelantar la boda, es por otro motivo que no puedes decir abiertamente.

— Solo quiero ser el esposo de Emelina — Sergio da un suspiro de fastidio al entender que nuevamente su familia se burlaba de él, por su ansiedad de formar una familia pronto con Emelina, así que no dice nada más y toma asiento nuevamente.

— Calma muchacho, ya pronto eso ocurrirá, y todos festejaremos por su alegría— reía Manuel, elevando su copa al joven que se veía avergonzado y molesto.

Luego del almuerzo, todos charlaron y se dedicaron a ver asuntos de la boda que, ocurriría en la fecha ya estipulada anteriormente.

Sebastián decide regresar a casa antes que sus padres, puesto que ya extrañaba a Loreta y deseaba verla.

Al llegar, ella estaba en una sala, practicando su escritura, puesto que, en aquel tiempo, Sebastián se había dedicado a enseñarle a leer. Loreta al verle aparecer, corre a su encuentro, dándole una sonrisa radiante y sus ojos que no ocultaban la alegría de estar a su lado.

Para Sebastián, aquella sensación de inocencia y entrega completa que le daba Loreta, le llenaba el corazón de ternura y, a pesar de que el tiempo pasaba entre ellos, seguía siendo tan intensa como la primera vez.

Sin aguantarlo más, Sebastián la lleva hasta su habitación, puesto que necesitaba de ella y sentir aquel tierno amor que le regalaba, como si fuera el aire que llenaba sus pulmones para vivir, así era Loreta para él.

Al estar en la intimidad de aquel dormitorio, Loreta besaba su cuerpo con ternura, como si cada parte de él mereciera ser amado. Ambos se entregaban al sentimiento, puesto que, al hacer el amor, unían algo más que sus cuerpos y formaban una conexión especial que nadie más que ellos podían entender.

Al finalizar, Sebastián la abraza, ambos recostados sobre las almohadas, mirándose a los ojos y acariciándose.

— Deseo presentarte al mundo como mi esposa, quiero que estés a mi lado en todas las reuniones familiares — decía Sebastián mirando con ternura a Loreta.

— Pero aún no. No quiero que la vergüenza de estar a mi lado te aleje de mí — respondía ella con su mejilla en el pecho de Sebastián.

— Sabes muy bien que eso no es verdad

— Tú dices eso, porque aún no sabes lo que es ser señalado y que el mundo te trate como un desecho.

— Ya pronto nos marcharemos y aquello serán preocupaciones lejanas

Sebastián besaba la frente de Loreta, levantándose de la cama y colocando sus prendas, para esperar a sus padres cuando ellos regresen. Al ver a Loreta como ella también se vestía, comprendía a Sergio porqué deseaba adelantar su matrimonio, puesto que a él le pasaba lo mismo, ya no quería esperar más para poder estar sin preocupaciones con la mujer que amaba.




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