Con cada día que pasaba, era un día menos a la espera del ansiado matrimonio de Emelina y Sergio.
Después de la advertencia de tía Perla, los novios se abstuvieron de sus encuentros en la mansión deshabitada del árabe, dejando pasar un tiempo prudente en sus visitas.
Nuevamente ambos acudieron a aquella mansión, ingresando por la puerta de un gran salón con amplios ventanales. Aquel lugar seguía estando vacío, pero se escuchaba a la distancia el parloteo de algunas criadas que debían de estar limpiando, sin darle importancia a eso.
Al llegar a la habitación y cerrar con llave la puerta, volvieron los novios a tener un encuentro placentero y lleno de pasión, pero a su vez romántico, siendo delicados y diciéndose tiernas palabras de cuanto sentían por el otro, lo que, al aumentar la temperatura, el momento se transformaba en algo completamente erótico.
Sergio estaba distraído besando y apretando los senos de Emelina, ya que sentía que estos, habían crecido en tamaño, en comparación cuando los vio la primera vez que hicieron el amor.
Ambos estaban llegando al clímax, y Emelina elevaba las caderas para que Sergio pudiera embestir con mayor intensidad, logrando ambos disfrutar de un orgasmo compartido, besándose y respirando agitadamente, volviendo a ser aquello, irresistiblemente exquisito. Ambos recuperaban el aliento, mirándose con ojos enamorados.
El perfecto ambiente romántico desaparece, cuando comienza a sonar la manilla de la puerta, debido a que alguien trataba de entrar en aquella habitación, pero que no se abre por estar con llave, seguido de un toque a la puerta.
— Sergio ¿Estás ahí?
Los novios se miran con cara de terror al escuchar afuera de la habitación a tío Jamal.
Emelina entra en pánico y el rosado de sus mejillas es cambiado por un blanco sepulcral. Sin saber qué hacer, ambos se levantan de la cama y recogían sus prendas, mientras Jamal, al no tener respuesta sigue tocando a la puerta y preguntando por Sergio.
Emelina se esconde dentro del guardarropa y Sergio busca un camisón de dormir que tenía ahí.
— Ah... tío, estoy aquí, ya te abro — respondía Sergio, colocándose el camisón de manera torpe y abriendo la puerta — que alegría verte tío, ¿cuándo llegaste?
El árabe sonríe, pero le miraba extrañado.
— Llegamos ayer ¿Qué haces aquí? Vi tu coche afuera, pensé que habías venido a saludarme, pero te encuentro aquí... con camisón
— Ah... si.... es que, estaba durmiendo una siesta, como la mansión estaba sola... venia para corroborar que todo estuviera bien — la excusa que daba Sergio era muy mala, pero no sabía que responder para explicar que estaba haciendo solo ahí.
Jamal levanta una ceja ante esa respuesta, con un gesto de que aquello era completamente ridículo, además que su apariencia agitada, con el cabello húmedo por el sudor, demostraba que estaba haciendo algo muy distinto a dormir.
— ¿Con quién estas Sergio?
— Solo... estoy solo tío.
— No me mientas...
— Claro que no tío
— Vístete y hablaremos. Te espero en el salón Carmesí — decía Jamal con un tono de disgusto.
— Si tío — respondía Sergio con los hombros encogidos
Cuando Sergio cierra la puerta, Jamal camina por el pasillo en dirección a los jardines. Ya conocía a Sergio y sabía que, para ocultar su crimen, saldría escondido con la mujer que le acompañaba por una salida alternativa. A Jamal no le molestaba el hecho de que su consentido comparta la cama con una mujer, pero ahora que estaba comprometido y que había sufrido tanto por estar con Emelina, le molestaba que le fuera infiel a la mujer que decía amar.
Para la grata sorpresa del árabe, efectivamente Sergio sale por el lugar que presupuestaba, sería escogida para su escape. El caminando de manera sigilosa en compañía de Emelina, quien estaba notoriamente asustada. Jamal no podía aguantar la risa que le daba ver a aquellos dos de esa manera y más aún, el saber que su heredero, no había perdido la oportunidad para hacer suya a aquella joven, cambiando su disgusto, por orgullo.
— Ah muchachos, ¿se quedarán a tomar el té y charlar? — pregunta Jamal, saliendo de entre medio de unos arbustos que decoraban el jardín, sorprendiendo a los jóvenes, que le devolvían una mirada de conejillos asustados al ser cazados.
— Ah... tío, es que... ya debemos irnos...
Dice apresuradamente Sergio, arrastrando a Emelina para salir de ese jardín. Ella estaba completamente ruborizada, con una expresión de querer echarse a llorar en cualquier momento por la vergüenza. Jamal deseaba poner incómodos a los jóvenes, pero desiste de ello al ver a la muchacha en aquella condición.
Para Jamal estar con la mujer que se deseaba era algo completamente normal y no había deshonor en ello, pero debía recordar que las reglas sociales de las familias de aquel lugar, eran muy distintas a lo que él creía como correcto, y por esas reglas se regían aquellos dos jóvenes que se habían ocultado en ese tiempo en su mansión. Sería un problema para él si su amigo Víctor se entera que el encubrió aquello.
...
Para Sergio le fue muy difícil calmar a Emelina, ya que deseaba morir por la vergüenza de haber sido descubierta, pero su prometido le aseguraba que todo estaría bien y que tío Jamal, nunca comentaría a nadie que los descubrió. Al regresar a casa, esa teoría se derrumba, puesto que le esperaban en la puerta de la entrada él y su padre Víctor.
— Ven Sergio, tenemos que hablar — dice su padre, dirigiéndose al interior de la mansión en compañía de Jamal.
Los tres varones ingresan al despacho de Víctor y cierran la puerta.
— Ya Jamal me acaba de decir que regresó de un viaje a las américas de dos meses — comenta Víctor, sacando un brandy de la estantería y sirviendo unas copas — Pero aun no entiendo porque visitaban tan seguido a tu tío en su casa en compañía de Emelina, si él no estaba ahí.