Un Amor Tan Travieso

Capítulo 51

Cuando Sebastián regresa a casa, no dijo nada, ni siquiera fue a ver a quienes le estaban esperando con ansiedad, solo deseaba despertar de aquella horrible pesadilla, pero cada vez que comprendía que aquella era su realidad, la desesperación se apoderaba de su cuerpo, nunca había sentido tanto dolor como ahora.

Los hombres que acompañaron a Sebastián, fueron los que le informaron a los Fortunato, sobre lo que ocurrió con el rescate y como Loreta con su familia habían planificado aquel robo.

Como si fuera un volcán, Agustín explota en un ataque ira, a lo que su hijo Víctor lo trata de contener, para que no increpe en esa condición a Sebastián, puesto que le culpaba por haber traído a aquella mujer a su casa y haberlos puesto en peligro.

Al escuchar todo lo que dijeron los acompañantes que ayudaron en el rescate, Sergio corre rápidamente a la habitación de Sebastián para verle. Al llegar, le encuentra arrancando las páginas de sus libros de poemas que hablaban de amor, los mismo que siempre leía y había atesorado por años.

— ¿Pero qué haces? Deja eso, no los rompas — corría Sergio para quitarle los libros que ya tenía hecho pedazos.

— DEJAME... TODO ESTAS SON PORQUERIAS — Grita agitado Sebastián, sin detenerse en su acción.

Sergio llega donde él y le abraza para poder contenerlo, a lo que Sebastián trataba de apartarlo, pero finalmente cede, soltando el libro y apoyándose en su hombro para lanzar un llanto desesperado. Ambos se quedaron así por un momento, hasta que se escucha afuera, a Agustín hablando molesto con Víctor en compañía de sus esposas y llegando hasta donde Sebastián para regañarlo.

— COMO PUDISTE TRAER A ESA MUJERZUELA A ESTA CASA — Grita Agustín

— Papá, no creo que este sea un buen momento para hablar de eso con Sebastián — intervenía Víctor para defender a su hermano, pero la furia de Agustín era inmensa y continúa si hacerle caso.

— HAS TRAIDO A ESA BASURA A ESTA CASA, DEJASTE QUE NOS ROBARÁN Y NOS PUSISTE EN PELIGRO. PAGASTE EL RESCATE Y NISIQUIERA LA HAS TRAIDO HASTA AQUÍ PARA LLEVARLA A LA JUSTICIAS...

— Papá... por favor, mira cómo se encuentra Sebastián... respeta su dolor... — insiste Víctor.

— PERO MIRALO, EL MUY ESTUPIDO DEJO LIBRE A ESA PERRA...

— YA BASTA AGUSTÍN... DEJA DE GRITARLE AL MUCHACHO — dice Celenia conteniendo su tristeza y se acerca a su hijo que no paraba de llorar.

— Pero mira lo que hizo. Nos ocultó que era una loba, además de perder una buena relación con los Calero por irse con esa zorra — Nuevamente Agustín descarga su rabia en contra de Sebastián — Te quedaras castigado en tu habitación, no saldrás y no cenaras... eres un irresponsable...

— YA BASTA PAPÁ — Dice malhumorado Víctor — todos los años que tienes y aun sigues siendo tan intransigente.

— Como te atreves a hablarme de esa manera — responde desafiante Agustín.

— Ven Sebastián, te quedarás con nosotros hasta que nuestro padre entre en razón y su rabia se apacigüe — concluye Víctor

Sergio saca a Sebastián de aquella habitación sin cortar el abrazo.

A pesar de los alegatos de Agustín, Víctor omitió escucharlo y salieron de esa casa, puesto que en ese momento su hermano necesitaba de apoyo, no de críticas.

Sebastián estaba profundamente deprimido, no quería hablar del asunto, sentía que todas sus esperanzas e ilusiones, fueron también robadas por Los Coyotes del Camino.

Al llegar a casa de Víctor, Sergio trataba de animar a su tío, pero era difícil intentar algo con él, ya que se mantenía sentado, lánguido, mirando por la ventana, ni siquiera tenía apetito, solo bebía licor del que le habían llevado las sirvientas, todos sabían que era mejor que ahogar su pena, para que así esa noche pueda dormir, sin pensar en todo lo ocurrido.

Durante la noche, cuando Sergio se estaba alistando para dormir, su criado personal toca a su puerta, para nuevamente entregarle en privacidad una carta proveniente de Inglaterra. Durante aquel tiempo, la Baronesa de Biada, aún continuaba enviando cartas, pero como de costumbre, Sergio la quemó, le preocupaba que alguien pueda descubrir aquella correspondencia y hacer ideas equivocadas con respecto a esa relación, pero le preocupaba aún más que ella pueda seguir insistiendo después de estar casado con Emelina, ya que los rumores corren rápido y eso dañaría las confianzas en su relación. Ahora se arrepentía de aquel amorío pasajero, puesto que ella, no cumplió su palabra de terminar la relación cuando él dispusiera, y ahora sentía su acoso.

...

Diariamente Emelina y Sergio acompañaban a Sebastián para animarle y dar paseos como lo hacían antes, cuando todos eran amigos y la vida era mucho más sencilla. Sebastián agradecía el apoyo que recibía de ellos y trataba de mantenerse calmado, dando la apariencia de que todo estaba bien para no deprimirles. Pero por dentro, estaba amargado y con cada día que pasaba, sentía que el amor no era para él. El daño sufrido en sus emociones fue profundo y se sentía tan tonto al haber confiado ciegamente en alguien a quien apenas conocía, usando su ingenuidad y timidez para aprovecharse de él. A pesar de todo aquello, no podía dejar de pensar en Loreta, la añoraba y volvía a llorar en la intimidad de su alcoba, sintiéndose estúpido por seguir amándola tan profundamente.

En varias oportunidades, Sebastián estaba tentado de ir en la búsqueda de Loreta, tomar de su mano y escapar muy lejos, sin importar quienes eran y comenzar nuevamente, cualquier cosa que alivie aquella desesperación y angustia que sentía. Pero nuevamente callaba la voz de su corazón herido, recordándose lo ocurrido y cambiando su amor por odio, ya que necesitaba de aquella fuerte emoción para poder continuar su vida y hacer desaparecer a Loreta de sus pensamientos.

Ya pasado una semana, Sebastián regresó a la casa de su padre, quien ya estaba más calmado y todos en aquel lugar, decidieron no volver a hablar del asunto.




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