Pasaron un par de días y Sebastián aprendía el manejo de la empresa naviera en compañía de tío Jamal. A pesar de que los días se mantenían tranquilos para la pareja de enamorados, ya se corría el rumor entre la servidumbre, sobre la relación de Sebastián con una antigua loba y miembro de los Coyotes del camino, lo que llegó a oídos de la burguesía, alegrando los chismes entre amigos.
Una tarde, visitaron a Sergio y Emelina en la mansión Calero, para poder conocer al pequeño Sebastián, tomando el té con algunos bocadillos en un salón decorado con gruesas cortinas escarlatas. Loreta estaba encantada al tener a ese bebé en sus brazos, y en su interior, un pensamiento cruzaba por su mente que, le alegraba y le hacía preguntarse, si ella algún día también podría ser madre.
— Soy tan felices por ustedes. Su bebé es precioso — decía encariñada Loreta al ver como el pequeño estiraba sus manitas al despertar.
— Si, es precioso, porque se parece a mí — reía Sergio.
— Puedes venir cuando lo desees Loreta, me alegra que estés aquí — respondía Emelina sonriente — Además que Sebastián, debe de estar muy ocupado con el trabajo de los barcos y así no me siento tan sola con el excesivo trabajo de Sergio.
— Gracias, vendré y podré confeccionar algunos trajecitos para el bebé. Excepto los días en que vengan Don Agustín y Doña Celenia — decía Loreta de manera triste.
— Deben tener calma, todo esto pasará. Ya verán que en unos días, todo quedará en el pasado — les daba ánimo Sergio — No se arriesgaran a perder a un hijo por mantener el rencor.
— Si, eso espero. Aunque con todos los rumores que corren sobre nosotros, eso puede afectar la decisión de papá — respondía Sebastián.
— Sabes muy bien que nuestra familia no se guía por esos rumores
Los jóvenes seguían charlando y disfrutando de aquel momento, hasta que Emelina debe retirarse por un momento, para mudar al bebé y darle de lactar.
No pasó mucho, hasta que ingresa al salón Don Manuel Calero. Todos se levantan de sus sillas para darle sus respetos.
Don Manuel mira a Loreta con una expresión extraña y llama a Sergio para apartarlo y hablar con él de manera sutil.
— Esa muchacha ¿es la loba?
Aquella pregunta incomoda a Sergio, puesto que no sabía cómo responder.
— Don Manuel, la gente dice muchas cosas.
— Responde a lo que te pregunté — dice Manuel con tono severo — ¿Es o no es? Recuerda que me has prometido en el altar que no volvería a cuestionar de tu honor, así que espero que respondas con la verdad.
— Ella desde hace mucho que dejó esa vida — responde Sergio con la mirada baja, avergonzado y mirando en dirección a Sebastián y Loreta que le devolvían una mirada expectante.
Sin decirle nada, Manuel se aproxima a los jóvenes que aún estaban de pie.
— Necesito pedirle que se retire de esta casa — Manuel se dirige a Loreta.
— Don Manuel, ellos son mis invitados — interviene Sergio molesto.
— Pero esta es una casa respetable y espero que se siga manteniendo igual. No me enfadaré contigo Sergio, porque sé que deseabas que te visitará Sebastián y no tienes la culpa de la mujer que él ha escogido.
Aquello avergüenza a Sergio, lo que volvieron sus mejillas de un color rojo intenso, puesto que no podía defenderles, ya que esa era la propiedad de Don Manuel y debía de mantener la armonía con su suegro, dejándolo en una incomoda posición.
— Esta bien Don Manuel, nosotros nos retiraremos ahora. Disculpe la molestia que pudimos ocasionarle — dice Sebastián bajando la mirada.
Esa respuesta era lo que necesitaba Manuel escuchar, y se marcha nuevamente de aquel salón. Sergio no tenía palabras y le preocupaba la reacción de sus invitados.
— Les pido disculpas, me siento avergonzado... — partió diciendo Sergio, pero fue interrumpido por Sebastián.
— No tienes por qué estarlo. Nosotros entendemos y te pedimos que nos perdones por dejarte en una situación difícil — contesta Sebastián.
Antes de que regresara Emelina, ya se habían marchado Loreta y Sebastián, dejando a Sergio con una sensación amarga, presintiendo que cada vez está situación, se pondría peor.
A medida que el tiempo pasaba, ya Sebastián no podía salir tranquilamente a la calle y mucho menos con Loreta, debido a que su cabello pelirrojo le delataba, todo gracias a una publicación en la sección de chismes del periódico, haciendo conocer la situación de Loreta y su pasado como Pequitas, haciendo que las habladurías fueran más escandalosas, pero ahora con fundamentos. Eran apuntados con el dedo y algunos varones, lanzaban comentarios obscenos con respecto a que ellos también habían probado los placeres que daba "Pequitas".
A pesar de que Loreta se mantenía firme al lado de Sebastián, ella ya no podía seguir con la presión del estigma social y sentir que había arruinado la vida de Sebastián, además, de aún mantener la culpa por lo ocurrido con los coyotes del camino. Esa noche ambos tuvieron una discusión.
— Sabíamos que esto pasaría, y yo lo acepté así — decía de manera cariñosa Sebastián, tomando de las manos de Loreta.
Ella lloraba profusamente, con una respiración entrecortada, sentada en un bello sofá en casa de Jamal.
— Pero Sebastián... tú padre no ha cambiado de parecer, la gente se burla de nosotros... y yo me siento tan tonta, sucia y despreciable.
— Que quieras alejarte de mí, solo nos traerá más desdichas. Ya pasé por un periodo en el que estuvimos separados, y fue el momento más amargo que he vivido, no quiero sentirme así nunca más.
— Pero siempre sentiré que, a causa mía, has perdido todo... yo... soy lo peor que te a pasado — volvía Loreta a llorar amargamente.
Sebastián tenía una pequeña risita en los labios, al ver a Loreta tan afligida por él, puesto que la situación actual no le preocupaba y tenía las esperanzas de que algo mejor estaba aguardando por ellos. Tener a Loreta a su lado, hacía que sus miedos desaparezcan.