Un Amor. Un Destino©

ANTES DE

Mariana, como sus padres le pusieron vive en un pequeño pueblo alejado de la ciudad. Se casó muy joven con un Hombre que en su momento era muy simpático. Aparentaba ser alguien multimillonario dueño de grandes propiedades.

En el pueblo, las manecillas del reloj  marcan las siete de la mañana y como en todos los hogares del pequeño pueblo, las mujeres se levantan muy temprano para realizar labores del hogar, pues ahí, los hombres las catalogan como un simple ser que sirve únicamente para dar de comer y lavar la ropa.

Esa mañana era muy distinta a las demás, después de varios años Mariana se levantó muy temprano y se sentó en una enorme piedra frente a su casa, los rayos de sol eran cálidos, las golondrinas aun revoloteaban y por la mente de Mariana solo pasaba aquel triste recuerdo que todos los días la atormentaba. El día de su boda.

Para ella, aquel día fue el más placentero, el más feliz que jamás había vivido, y por supuesto, ese día, sería el comienzo de su triste y desdichado destino.

Uno tras otro los recuerdos fueron fluyendo, la noche de su boda parecía que había sido ayer. Cerró sus ojos y se dejó llevar por la ventisca del tierno amanecer. Recordaba con total claridad que después de la gran gala los invitados se empezaron a retirar, y sus padres emocionados no paraban de llorar, estaban muy agradecidos con Dios y con la vida de haber puesto un hombre tan maravillosos en la vida de su hija Mariana.

Cuando todos se habían marchado, Mariana y su recién esposo, Víctor, se despedían de la familia. En tan solo unas horas tomarían el vuelo que los llevaría directo a Inglaterra donde disfrutarían de su luna de miel.

La limosina se alejaba con destino al aeropuerto de la ciudad de México. Atrás quedaba tan solo un recuerdo de su hermosa inocencia, pues ahora era parte de una familia, se había convertido en mujer, en la mujer de Víctor Gamaliel.

Al llegar al aeropuerto, amablemente los esperaba ya una señorita muy guapa, vestía muy elegante, un saco negro y una minifalda muy entallada, un cuerpo muy definido que resaltaba su destacada personalidad, a su lado, un misterioso hombre con un portafolio en brazos.

 El recién esposo, Víctor, los saludo con mucha amabilidad... Mariana sorprendida sin saber qué hacer, simuló estornudar.

–Perdón –se disculpó.

La guapa señorita de minifalda la vio a los ojos por primera vez. –Así que tú eres Mariana – afirmó mientras la observada detalladamente de pies a cabeza.

– ¡Mamá! –la voz de su hijo la trajo a la realidad… Se limpió los ojos tratando de ocultar sus lágrimas y abrazo al pequeño Alessandro mientras se adentraban en la pequeña choza en que vivían.

La vida que Mariana había llevado durante los últimos cinco años, no era nada buena, sino todo lo contrario; sufrimiento y dolor. Eran contados los días en que no recibía golpes de Macario, su actual esposo.

Macario, un hombre de cuarenta años, tiempo atrás había “conocido” a Mariana. Todo comenzó en un bar de la ciudad de México, esa ocasión el rudo hombre acompaño a quien hasta ese momento era su patrón, el Sr. Betancourt. Habían realizado un viaje por cuestiones de negocio, unas propiedades en la zona rosa de la ciudad de México y una tierras en el estado de Colima eran la prioridad.

Esa noche, Macario el simple trabajador y conocedor de terrenos, fue invitado por su jefe, el reconocido Sr. Betancourt a tomarse unos tragos en un llamativo bar del centro histórico de la inmensa metrópoli Mexicana. Dos, tres, cuatro, las copas ya no se podían contar, una tras otra y las horas pasaban.

En la mesa de enfrente, un hombre de aproximadamente treinta años muy parecido, disfrutaba de una copa de vino acompañado de una señorita muy elegante. Ambos vestían casual. A tan solo unos pasos, un misterioso hombre con traje negro parecía escoltarlos. 

Macario, como todo un hombre de rancho se sentía muy macho y parecía estar muy interesado en la hermosa señorita… se levantó de la silla donde estaba postrado por horas y se dirigía al baño. Al pasar frente a la mesa de la chica, tropezó torpemente azotando su pesado cuerpo en el sólido piso. El hombre y la joven asombrados lo voltearon haber. Macario se intentó parar pero fue imposible hacerlo por sí solo, se apoyó justamente de la silla donde la elegante mujer disfrutaba su copa de vino, en el intento, jalo con fuerza que la silla parecía romperse…

– ¡Cuidado!  –el Sr. Betancourt lanzo un grito desesperado y de inmediato se puso de pie tratando de ayudar.

Asombrada, la sexi joven se levantó del lugar y corrió a los brazos del misterioso hombre de traje negro, quien para ese entonces ya estaba frente a ellos con el rostro enfurecido.




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