Desde ese día el Sr. Betancourt jamás volvió a saber nada de su gran amigo y empleado, Macario.
Betancourt continuó con su rutina y regresó al Estado de Colima donde efectuó la compra de sus tan anheladas propiedades en el puerto de manzanillo. Días más tarde volvió a Inglaterra donde ya lo esperaba su amada esposa, Katering.
Meses más tarde en un prestigiado restauran de la ciudad de Guadalajara, México, se efectúa un desayuno. En la mesa, “la gran señora”, a su lado, aquel guapo hombre que siempre la acompaña a todas partes, y por supuesto, el guarura que siempre porta traje negro, se encuentra a escasos metros.
En aquella mesa había alguien más, Macario, compartía el desayuno con ellos. Era totalmente distinto, ahora parecía vestir ropa fina y botas elegantes.
El desayuno termino y fue el, el primero en retirarse. Con paso sigiloso se dirigió al estacionamiento y subió a su nueva adquisición, una camioneta lobo blindad último modelo. El color negro resplandecía con los intensos rayos de sol; Condujo hasta una enorme casa en el corazón de la ciudad, ya lo esperaba un hombre de traje muy elegante. Le entrego un sobre y Macario a cambio, le daba un portafolio.
Con la misa rapidez, Macario regreso al restaurant donde aún lo esperaba “la gran señora” y el adonis hombre.
Abrieron el sobre, y su contenido eran simples hojas con nombres y direcciones de varias personas. Para ellos, parecía información sumamente valiosa.
Entre todas las direcciones resaltaba un peculiar nombre.
“Mariana Sandoval”.
En su descripción
Originaria de la ciudad de México, con 23 años de edad esta por graduarse de la universidad en la carrera de ciencias de la comunicación. Actualmente trabaja para una financiera a distancia con sede en la ciudad de Miami. Es la mayor de tres hermanos, su mayor sueño es llegar a ser una gran actriz. Tiene un cuerpo espectacular con las medidas 60 – 90 -60 y una altura de 1:75.
– ¡Yo me encargo de ella! –Macario exclamó con una voz de emoción mientras pasaba un dedo por su labio inferior.
– ¡No! De ella me encargo yo –afirmó el atractivo hombre acompañante de la gran señora. Macario simplemente bajo la mirada y rechino los dientes sin decir una sola palabra. Aceptó sin renegar.
Cada quien tomo su rumbo y, no se volverían a ver hasta en tres meses con el objetivo logrado.