Un Amor. Un Destino©

CAPITULO II

Ciudad de México. El caos reina en la gran metrópoli, cientos de personas transitan a diario las inmensas avenidas. Adultos, jóvenes y niños expuestos a inclemencias de la sociedad.

– ¡Mariana te veo el lunes por la mañana! Recuerda que tenemos exposición. Bye –Un abrazo y un beso eran la despedida de Mariana y su  mejor amiga de tiempo atrás.

Camino a casa se le antojo un café del lugar donde solía ir los fines de semana con Marissa, su mejor amiga. Esta vez, iría sola, pues su compañera fiel pasaría sábado y domingo con sus papás en la casa de Acapulco.

El sábado por la tarde Mariana se puso unos jeans muy ajustados y un blusón, en el mes de abril el calor es insoportable y ella prefiere vestir prendas holgadas para evitar sofocarse.

Llegó al lugar y se fue directo a la mesa de siempre. Al fondo en la terraza con vista a un pequeño lago artificial. Ahí disfrutaba su pastel favorito acompañado de una rica taza de café. La ventisca del lago acariciaba su delicado rostro mientras ella disfrutaba la tarde leyendo su novela favorita. “El destino de un transexual”

Sin darse cuenta la noche cayo tan rápido como la tarde se esfumó. Tenía que retirarse, a sus papas no le agradaba la idea de que anduviera sola por la noche.

Pagó la cuenta y se levantó sutilmente pasando su larga cabellera a su hombro izquierdo, alzo la mirada y se dio cuenta que en la mesa de enfrente un hombre muy guapo no le quitaba la mirada de encima. Fingió no importarle y apresuro sus pasos un tanto nerviosa a la salida.

–Disculpe señorita, esto es para usted –el hostess le entrego una rosa  color roja, tan intensa como el matiz de sus labios.

– ¿Para mí? … preguntó sorprendida.

–Sí, para ti –respondieron detrás de ella.

Aquel hombre guapo que la observaba en la terraza se acercó muy despacio y la tomo de la mano. Sus miradas se fijaron y el corazón de Mariana parecía explotar. Nunca antes alguien le había regalado una rosa roja.

Su exaltada agitación era notoria, soltó la rosa y sin voltear atrás salió corriendo del lugar.

Llegó a casa y sin hacer el menor ruido posible subió a su habitación. No podía creer lo que había pasado en el café. Se tumbó en la cama boca arriba y coloco una almohada en su rostro. No podía dejar de pensar en aquel hombre tan guapo que la sorprendió con tan elegante detalle. Pensando en eso, se quedó dormida.

A la mañana siguiente muy relajada se despertó, como todos los días abrió las ventanas del balcón y en la parte de abajo, encontró un enorme ramo de rosas rojas con una pequeña tarjeta. Muy sorprendida por lo que había encontrado, se acurruco en el pequeño espacio y comenzó a leer.

Para la mujer más hermosa que han visto mis ojos.

Víctor

            ¡Víctor! – ¿Quién es Víctor? –se preguntaba una y otra vez tratando de ubicar si en algún momento de su vida había tenido algún acercamiento con el misterioso hombre que dejo el ramo de flores.

            Fue imposible, jamás logro recordad absolutamente nada. Cogió las rosas y se las llevó a la cocina. Las coloco en agua y las puso en el centro de la pequeña mesa que  complementaba la sala de la casa.

            El hombre de la tarde anterior le había causado demasiado asombro por su inigualable belleza, tez blanca, con una pequeña y ligera tendencia al color moreno, una barba muy cerrada y un cuerpo espectacular. En su rostro, unos ojos verdes cautivaron su atención.

Esa tarde del domingo Mariana espero a que el sol empezara a caer, fue entonces cuando  se puso el vestido más hermoso que tenía en su guarda ropa.

            Era un vestido negro con  encajes sensuales, en la parte de enfrente tenía un corte “V” dejando ver parte de sus senos, la parte de atrás era redondo. Se puso unas zapatillas color negro y color plata en la parte baja de la plataforma, apenas y se veían en cada paso por el largo del vestido cautivador. Se acomodó el cabello e hizo una especia de coleta para luego recogerlo en una especie de cebolla, lo hacía con toda delicadeza tratando de que ni un solo cabello se moviera del lugar… se colocó unos aretes muy brillantes que colgaban de sus pómulos dejando relucir la espectacular altura de su cuello, coloco un tono rojo intenso muy brillante en sus labios y se dispuso a salir. En su mano una pequeña cartera color plata resaltaban una personalidad imponente. Su destino, un conocido restaurant donde se reuniría con otras compañeras de clase para ver los preparativos de su graduación.




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