Era lunes, inicio de semana que el demonio se preparaba para trabajar; mientras que Alma se alistaba para internarse en el hospital, ya que debían remover un tumor que obstaculiza algunos de los nervios. Era una cirugía delicada pero el demonio estaba seguro de que aquello saldría bien, ya que los poderes que aún tenía, que le había quedado, los utilizaba para darle vida a personas jóvenes que necesitaban vivir. La joven ángel de luz, también se preparaba para ir a visitar al demonio y seguir insistiendo.
—¿Por qué estás tan feliz? — preguntó el demonio a su secretaria.
—Estoy emocionado porque te tomaste el fin de semana libre, porque por primera vez estás sonriendo y eso me hace feliz, estoy segura de que esa felicidad tiene nombre y apellido —respondió eufórica, a lo que el desterrado sonrió, dejando ver aquella hermosa sonrisa que había ocultado todo el tiempo.
—Si, la verdad…
—Hola, buenos días —interrumpió la humana.
—Hola —sonrió Sabrina —, me estaba diciendo mi jefe, que sería bueno que desayunaras afuera, antes de internarte, porque la comida del hospital —hizo un gesto desagradable —, es terrible; el invita.
Era una verdadera lastima que Alma no pudiera ver los gestos que la secretaria hacía y con los que el cirujano respondía. Él estaba feliz, porque aunque no se le hubiera ocurrido, era buena idea comer en otro lugar que no fuera en el hospital.
—Vamos, Alma —el desterrado, tomó la mano de la humana.
—Luego te veo Sabrina —sonrió la humana con un tono de burla porque no podía ver, pero las comodidades de las palabras no las podía dejar.
—En verdad, literalmente pronto me verás —gritó la secretaria ya que el desterrado y la humana iban a cierta distancia.
Se sentaron en un restaurante, el que estaba frente al hospital, pidieron algo para comer y hablar cosas triviales sobre el fin de semana juntos.
—No logro explicar, por qué siento que te conozco desde siempre —declaró Alma.
—Siento que siempre estuve a tu lado, yo también siento que te conozco de toda la vida —indicó el demonio, sonriendo.
En ese momento, la pequeña ángel, estaba frente al restaurante, había escuchado todo lo que hablaban y estaba mirando al desterrado sonreír como un ángel enamorado. Aquello, por alguna razón le dolía, quería que la mirara como estaba mirando a la humana; pero Solange lo que más le importaba era que el ángel descubriera sus alas y fuera feliz, así no fuera con ella. La joven se había quedado mirándolos, así que el demonio al sentir aquella energía de la ángel, volteo y la miró, esta le regaló una sutil sonrisa, a lo que para su sorpresa, el demonio respondió con una sonrisa similar. La ángel comprendió lo bien que la humana le hacía al desterrado. Suspiro profundo y entró al restaurante, se sentó en una mesa, lejos de él para no incomodar, pidió su desayuno, no tenía hambre pero había llegado hasta ahí, para comer y ver al demonio, así que se obligaba a comer aunque fuera un poco, estaba triste y ese sentimiento el desterrado lo percibía, por lo que el demonio se prometió darle una oportunidad a lo que ella le estaba ofreciendo. Todo eso no era más que por la humana, la joven sin luz en su ojos, lo hacía un mejor ser, uno que entre tanta oscuridad, le encendía una luz.
Al terminar el desayuno, el demonio y la humana sonriendo, entraron al hospital, donde Alma se puso en manos del personal de medicina, a partir de ahí, haría y estaría a cómo los enfermeros y médicos dijeran e hicieran con ella. Le pondrían en una dieta antes de la cirugía y otros exámenes que deberían hacerle. El cirujano estaba revisando en el computador, algunos puntos importantes para la cirugía que llevaría a cabo ese día. Era una operación simple, al menos para él, pero aún así, le gustaba prepararse bien; de un instante a otro, sintió el olor del ángel, apartó la vista de la computadora y la miró.
—Lamento aparecer así, pero por la recepción no me hubieran dejado pasar — sonrió la ángel.
—Tranquila, siéntate —Solange se quedó, por tan solo un instante, estupefacta por el cambio drástico del desterrado, pero luego recapacito y tomó asiento.
—Me alegra verte diferente, mejor, feliz —señaló la ángel —. Mira, hay unos dioses que viven en el Olimpo, bueno, esa es solo la sala de reuniones ya que todos tienen su lugar, su paraíso, su cielo: Zeus es nuestro dios; Selene se encarga de emparejarnos, ésta ha tenido muchas aventura y por consecuencia, hay seres mágicos, descendientes directamente de la Luna, o sea, como la familia real de los vampiros y la familia real de los lobos, hombres lobos…
La ángel le contó toda la historia de los dioses, aquello al desterrado le parecía difícil de creer pero en lo más profundo de su corazón, sabía que la joven no mentía, porque frente a él, estaba un ángel de luz que no era desterrado por el "Dios" que lo desterrado a él. Era tan hermoso que hubieran dioses y un mundo así, que le causaba emoción.
—¿Será que aun tengo mis alas? —pregunto intentando mirar su espalda sin logro alguno.
—Si —respondió la ángel riendo—, claro que si, solo que al ser un ángel caído, al caer, tus alas se ocultaron para que el humano no te las mirara, un ángel sin alas, muere, bueno, los descendiente de los dioses, no mueren pero suelen sufrir mucho.
—Si acepto a tus dioses, ¿me darán elegida?