Un ángel cayó

Capítulo 25

—Tengo novia, es una buena chica y siempre me he creído, ser buen chico —dijo Alan muy nervioso porque tenía a Solange de la cintura y muy cerca de sus labios.

No sabían como había pasado, pero la Ángel no podía contenerse, estaban solos y las cosas que sentía por él, eran demasiado, así que solo se sentó en el mismo sillón que él estaba. El humano también aportó a la cercanía puesto que se movió un poco hacia ella y la miró de tal forma que Solange no pudo contenerse y se montó encima de él quedando a horcajadas, Alan disfrutaba sentirla encima de él y tocarla con las manos puestas en su cintura.

—Si, pero lo que yo siento por ti y lo que tu sientes es algo sobrenatural, ¿acaso te ha pasado con alguien más?

—No, no entiendo qué me pasa contigo, es como si… como si fueras mi alma gemela.

Tomó los labios de él e introdujo la lengua en su boca. Él seguía aquel beso que lo estaba quemando de deseos. Solange no quería hacerle daño a Alma, pero sus instintos no la dejaban hacer las cosas bien y con calma. La diferencia de ella y Daniel, fue que Daniel tuvo tanto autocontrol con la humana, porque ella no era su elegido, pero Solange, si estaba frente a su elegido y no tenía fuerzas para contener lo que sentía, a parte de eso, se consolaba sabiendo de que la humana ya había comenzado a sentir cosas por Daniel, así que no sufriría demasiado.

—Disfrutemos ahora, mañana pensamos con la cabeza fría —propuso la Ángel.

—No creo en dios, pero que me perdone —dijo Alan mientras se volvían a besar.

Busco la piel de la joven y la encontró dulce como y fresca como helado de vainilla. Metió las manos en el pantalón de ella, sintiendo sus nalgas sin bragas y se excito aún más de saber que aquella joven no tenía nada bajo el pantalón. Los gemidos no se hicieron esperar pero todo aquello fue interrumpido por la puerta abriéndose, se separaron y miraron a Sabrina en compañía de Alma, esta última, estaba con el rostro color carmín por el enojo que le causó ver aquella escena. Ni siquiera le dolía, no más sentía enojo por la humillación y traición.

—¡Alma, Alma, lo siento! —se disculpó pero sin alejarse de Solange, no podía, no razonaba y simplemente el dolor de Alma, le dolía pero lo que sentía por la joven que estaba a su lado, era más fuerte que la empatía.

Alma no dijo nada, no podía y no quería, ¿cómo reclamarle si ella ya había sido infiel? Nunca habia tenido intimidad con nadie que no fuera Alan pero su mente era volátil cuando estaba cerca de su cirujano. Se sentía hipócrita reclamar algo que ella aunque no había hecho pero sentía deseos de hacerlo, aún así, su enojo era algo que la hacía sentir deseos de gritar. Camino hasta su cuarto y comenzo a acomodar la ropa en una maleta, no quería estar ahí porque si pasaba unos minutos más en aquel lugar, se tiraría encima de Alan a golpearlo y era algo que iba contra su moral, así que mejor salía corriendo.

—Alma, debemos hablar —pidió Alan al verla salir con las maletas.

—Cuando este tranquila y no sienta ganas de golpearte —respondió mientras caminaba a la salida y Sabrina la seguía.

—Lo siento —dijo Salange ya cuando habían quedado solos, sintiéndose irresponsable porque así había actuado.

—Debes estar pensando de que soy un estúpido —Alan se dejo caer en el sillón y cubrió su cara con ambas manos sintiéndose frustrado porque en ese momento sabía que su relación con Alma había acabado, que estaba arruinada, lo que en verdad le preocupaba era lo que sentía por la joven que era casi una desconocida y lo peor para él, era que ella lo había conocido en una relación que destruyó por alguien que recién miraba, lo que lo dejaba como un traidor pero la Ángel sabía que no era a como él se estaba sintiendo porque era consciente de que el hilo rojo era demasiado fuerte, que aunque el humano no lo sintiera a como ella, era inevitable la atracción desmesurada.

—¡Oye! Yo no pienso eso de ti —se sentó a su lado y froto su espalda—. Solo nos dejamos llevar, creo que es necesario darle tiempo a ella y a ti, mientras tanto, te ofrezco toda mi amistad incondicional.

Mientras Daniel y Valeria se habían tomado todo el tiempo posible comiendo helado en la heladería del supermercado, pero ya iban de camino, casi llegando al edificio del joven humano; Alma y Sabrina estaban afuera del edificio de Alan.

—¿Vamos a mi casa? —ofreció Sabrina—. Mira, no tengo mucho espacio pero creo que podrías quedarte unos días.

—¿Quedarse contigo? ¿Por qué? ¿Que ha pasado? —se escuchó la voz de Daniel quien se acababa de estacionar y bajar del auto junto con Valeria.

—Pasa que encontramos a Alan y a tu amiga —Sabrina señaló al Ángel con el dedo índice—, besándose y casi que se daban como a cajón que no cierra.

—¡Ay, madre Selene! —exclamó el Ángel—. Toma mis llaves, lleva a Alma a mi apartamento porque en el que ella estaba antes, no esta limpio como para que se regrese ahí.

—Lo siento, amiga, la idea era que se enamorara de Daniel, estoy confundida —confesó Valeria abrazando a su amiga.

Valeria estaba confundida porque había mirado llorar a Solange por el médico y ahora así, de un momento a otro, se había fijado en el exnovio de Alma.

—Tranquila, no pasa nada —dijo Alma.

—Y tú ¿por qué no vas con nosotras? —cuestionó Sabrina a su jefe.



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Editado: 30.01.2023

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