Un ángel cayó

Capítulo 32

Llegaron al edificio, Valeria había olvidado por un momento la melancolía de aquel viaje que haría y estaba con una gran sonrisa en el rostro sabiendo lo que su amiga vería al entrar al apartamento.

—¿Por qué sonríes así? —pregunto Alma sonriendo ella también, porque la alegría de Valeria contagiaba.

—Ya verás…

La joven abrió la puerta y frente a ella había una decoración como si alguien cumpliera años; ella sonrió sin imaginar a qué se debía aquello. Había pastel y pizza en una mesa mientras que Daniel las invitó a sentarse donde ya estaba sentada Sabrina. Hasta que se puso de rodillas supo lo que Daniel haría y que se debía todo eso.

—Alma, necesito que me aceptes como tu esposo, también necesito que aceptes ser mi socia y ayudarme a trabajar, porque yo solo, no puedo y si tienes miedo de trabajar para mi y una vez que lo nuestro termine quedar sin nada, no te preocupes, que firmaremos uno y mil contratos antes del matrimonio para que estés tranquila, pero necesito que le sigas dando sentido a mi vida, porque sin ti, sin ti solo soy un demonio; a tu lado, me convertí en el Ángel de luz que soy y solo tú, logras eso.

Para la humana era un gran paso pero el que aceptara no significaba que se fueran a casar "ya" y de todo eso, más que el matrimonio, lo que le gustaba era la propuesta de negocios, así que después de quedarse unos largos segundos en silencio para, según ella, dar suspenso a las cosas, sonrió aceptado, mientras ponía su mano para que el Ángel le pusiera el anillo que tenía listo para ella.

—Vamos a celebrar entonces —pidió Sabrina.

—Y Marcus, ¿no va a venir? —preguntó Alma.

—No —dijo sonriendo, Sabrina—. Me dijo que esta formalizando una relación con un chico; ahora me quedé sin mi sesión de sexo gratis, tendré que buscar a otro voluntario.

Todos rieron por lo último que había dicho; en Sabrina sería fácil, porque era hermosa y en el hospital trabajaban muchos hombres jóvenes, aparte de que el embarazo la hacía ver bastante atractiva, aún más de lo que normalmente era.

Entre pláticas y risas, comieron y celebraron aquel compromiso, también señor gato era parte de la celebración, ya que no quería despegarse de Sabrina, puesto que desde que está, quedo embarazada, aquel gato negro la esperaba ansioso por estar cerca de ella y de aquel vientre un tanto abultado.

—Señor gato, adora a tu bebé —dijo Alma—. Daniel, quiero unos tres bebés, las quiero a las tres, niñas.

Aquel hombre la miró con el ceño fruncido pero con una media sonrisa; algo confundido, no sabía si aquello era una bruma, puesto que había escuchado a Alma en varias ocasiones decir que tener hijos no era algo que anhelara.

—¿Hablas en serio?

—Si, a menos que tu no quieras; o sea, jamás fue mi sueño ser mamá, pero ahora que me voy a casar con alguien que tiene dinero, pues me gustaría ser mamá de unas tres niñas, que tengan una edad seguida, no más de dos años de diferencia.

—Me parece genial, ¿y será que quieres parir tanto? —dijo Daniel, imaginando a su mujer parir y parir varias veces seguidas.

—No, mejor adoptemos; una afro, otra que tenga ascendencia latina y una europea —pidió emocionada.

—Bien, está bien.

—dejarán de querer a mi bebé —habló Sabrina haciendo pucheros fingidos.

—No, tu bebé es nuestro primogénito, lo amamos —aseguró Daniel.

Valeria estaba feliz de ver que su amiga se estaba implementando a una familia y que sería feliz, así podría disfrutar en Costa Rica sin preocuparse por ella.

—¿Y tus planes Valeria? —preguntó Sabrina.

Valeria les comento sobre el viaje al pequeño país centroamericano; también les comento que tenía planeado, quedarse a vivir ahí y si el destino se lo permitía, hacer una familia pero no tenía prisa, quería llevarlo con calma, siempre había disfrutado de su soltería y lo seguía haciendo, pero si se daba algo serio, que para ella, estaba bien. Ya con un buen empleo y una estabilidad económica bastante buena, podría aceptar algo serio, sin embargo, recalcó en varias ocasiones que no tenía prisa por amor, que su mayor amor era ella.

Con eso, pasó el fin de año y con ellos, los días, semanas y los meses; Alma no dejaba de comunicarse con Alan y Daniel se comunicaba con Solange, la pequeña Ángel a la que le debía la vida. Jamás podría olvidar que ella había dado sus alas a él.

Viajaban a la ciudad donde vivía Solange con el humano, Alma iba nerviosa y con muchos miedos, porque no había visto a ninguno de los dos desde aquella vez que los miro juntos, cuando aún él andaba con ella, sin embargo, sentir la mano de Daniel apretando fuerte la suya, le daba fuerzas.

En el aeropuerto local, Alan era quien los estaba esperando y para sorpresa de la humana, su exnovio saludó con un abrazo a Daniel, cosa que jamás imaginó, ya que recordaba que lo había despedido, pero no dijo nada, ella también fue saludada con un abrazo.

—Hay algo, algo diferente —observó la humana—. No sé que es pero te noto tan diferente.

Podía ver en él, algo diferente y quizá no era que mirara algo, más bien, sentía algo que no podría descifrar porque era imposible de ver a simple vista humana, pero Daniel lo miraba, él si lo podía ver, tenía luz, estaba reclamado por Solange y Alan ya comprendía todo, desde que fue marcado, se le abrió la mente mirando y entendiendo aquella naturaleza que estaba oculta para los ojos humanos.



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Editado: 30.01.2023

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