Un ángel cayó

Capítulo 33

Llegaron a casa y fueron recibidos por Solange, de la misma manera como pasó con Alan, esta se notaba muy feliz y tranquila, tanta tranquilidad que era contagiosa, igualmente la humana no tenía nada que reprocharle porque sería una hipócrita al hacerlo, sabiendo que ella, estando con Alan y anhelaba a Daniel.

—¡Es un lugar preciso! —exclamó la humana.

Jamás en su vida había visto tanta vegetación, naturaleza; era aquella casa, un lugar de descanso; un lugar donde no se escuchaban ruidos de autos, no había un solo ruido que dijera "ciudad", ya que la casa de Solange, como todo Ángel, tenía su casa lejos del pueblo y en lugar bastante puro, donde se respiraba aire sano.

—Hay un río —informó Solange mientras caminaba delante de ello, para mostrarles lo que sería su cuarto—. Iremos mañana por la tarde, lo disfrutarán, lo sé —aseguró.

Les mostró la habitación y los dejó para que se instalarán, mientras ella se iba a terminar de organizar la cena.

—¿Crees que Selene los junté como elegidos? —Alan tenía mucha curiosidad de saber aquello, porque pese a que Daniel estaba seguro de que sí pasaría, los demás no estaban tanto y eso generaba suspenso.

—No lo sé, yo espero que sí —dijo, Solange entre suspiros llenos de esperanza.

Aún no olvidaba todo lo que sufrió al amarlo mientras él amaba a Alma; mucho menos olvidaba como le dolió entregarle las alas y en lo más profundo de su corazón esperaba de que todo aquello que había sufrido, no fuera en vano y que Daniel fuera verdaderamente feliz, completo, completo con todo y elegida porque ella había dado todo, por la felicidad de Daniel, no sufrió por él, para que él sufriera.

Ella era feliz, tenía a su elegido ya reclamado ante los dioses, elegido que le ayudó a sanar el dolor que le provocó la pérdida de alas; ella quería que Daniel también se sintiera a cómo se sentía ella con Alan.

—No puedo creer esto —confesó Alma quien era la única humana en aquella casa—, Solange y Alan se miran tan… tan… no sé… tan… feliz podría ser, pero es más que eso, veo en ellos algo más, pero no se que es.

—Lo que miras en ellos, es amor verdadero, puro y sincero, es eso mismo que sentiremos tú y yo, solo que más adelante, un poquito más adelante —dijo mientras se acercaba a ella dejándole un beso casto en los labios pero no solo quería un beso, de ella quería más, quería estrenar aquella habitación; quería usarla de buena manera, tal como se debía—. Vamos a darle buen uso a esta habitación.

—¡En serio, amor! Vengo cansada del viaje, quiero comer y dormir.

—Está bien, vamos que Solange ya está esperándonos para comer —acepto.

Daniel sentía en su corazón que pronto, muy pronto serían juntado por Selene, como elegidos y esperaba ese momento con ansias; sabía que cuando la reclamara ante los dioses, ella no sentiría más cansancio, comprendería todo lo que le falta por entender y que ella, se sentiría así a como se sentía Alan con Solange.

En la cena, hablaron y se rieron un poco de todo, se sentía paz y amor sincero, en aquella mesa no hubo espacio para rencores o envidia. Al día siguiente Solange preparó una tarde de pícnic; alistó comida hasta más no poder y con ropa cómoda, caminaban por un angosto camino que estaba entre montes y árboles. Durante el camino, muchas veces Alma se quejó por algunos arbustos que al contacto con la piel, daban un poco de picazón; iba sudada, pero al llegar al río, sonrió, estaba frente a un lugar maravilloso hasta más no poder: había piedras grandes y pequeñas, en un agua cristalina; lo que más provoca brillo en los ojos de la humana, era un salto de agua a una altura no tan alta. Aquello era el fenómeno más solemne del universo a los ojos de la humanidad.

—Yo quiero vivir aquí, definitivamente —exclamó aún con asombro y sin dejar de observar meticulosamente el lugar.

—Bueno, aquí no podríamos hacer los albergues y centros de salud —dijo Daniel, quien sabía que su prometida no hablaba literalmente, era una simple exclamación pero aún así, decidió bromear un poco mientras ponían un manto en el suelo donde había mucho césped, colocaron en un lugar las canastas con comida, pero Alma no quería comer, quería meterse a esa agua cristalina y dándole rienda suelta a sus deseos, corrió hasta adentrarse al río; por supuesto Daniel la siguió encantado de meterse con ella al agua.

—Si estuviéramos solos, haríamos más que bañarnos —dijo Alma, en el oído del Ángel, provocando a este, una enorme sonrisa.

—Si fuéramos ángeles, pudiéramos tener intimidades, sin pena a que nos miren otros ángeles.

—Los ángeles no hacen esas cosas —aseguró la humana.

—Si lo hacen, los ángeles sienten amor, dolor, tristeza, pero dios los condenó, los condenó con miedo, de que si haces o sientes, te destierra al infierno —confesó—. Para que no hubiera revelación, dios sembró miedo, disfrazado de amor.

La humana jamás había notado algo raro cuando Daniel hablaba de aquellas cosas, que según ella, era pura fantasía, pero en ese momento, estaban dentro del agua, ella frente a él y observando sus ojos, su mirada, se dio cuenta que había algo más, que ahí, había melancolía, que había un recuerdo real pero se sentiría como una esquizofrénica si preguntaba algo, así que se limitó a suspirar y hacer silencio.

—Pero —dijo la humana después de un tiempo en silencio, no pudo seguir callando y suspiro para decir algo que pensó—, si es así, es mejor ser un demonio, estar desterrado pero ser feliz y vivir el amor, de que vale un cielo si es vano, si no hay sexo, si no hay amor.



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En el texto hay: fantasia, angeles, amor dolor

Editado: 30.01.2023

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