Un ángel cayó

Capítulo 35

Aquellas vacaciones en casa de Solange y de Alan, habían sido las mejores para Alma, había quedado enamorada de aquel sitio y quería volver, quería regresar y quedarse a vivir en aquel lugar pero antes de eso, necesitaba hacer muchas cosas en la ciudad; necesitaba crecer y concluir todos los proyectos que se había planteado con su prometido.

Estaba de regreso; después de una despedida y muchas promesas de regresar y de que los ángeles también irían a la ciudad, la humana y el Ángel, se subieron al avión y menos de lo pensado, ya estaban en casa; no les tomó por sorpresa que Sabrina estuviera en el lugar hablando con el gato, con señor gato y ambos estaban como si fueran seres de la misma raza; el gato la miraba escuchándola atento a todo lo que le decía y cuando él soltaba un maullido, ella le respondía.

—¿Ahora hablas gatuno? —pregunto, Alma mientras sonreía.

—Si, siento como si le entendiera, ¿me lo regalas? —pidió Sabrina mirando a Daniel.

—Estás muy apegada a Gato, pero Gato es mi gato, no podría dormir sin él —respondió.

—Te consigues a otro gato —propuso Sabrina.

—Y tú, ¿por qué no te buscas a otro gato? —contra dijo, Daniel.

—Es que es a Gato, al gato que quiero.

—Yo también —dijo el Ángel.

—Dejen de discutir por gatos —los regaño Alma quien se había mantenido al margen de aquella discusión— ¡Vamos!, ayúdame ordenar esto —pidió la humana mientras señalaba las maletas.

Daniel dejó sola a la rara humana que tenía aquella conexión con un gato negro y de la raza más común pero hermoso por el cuidado que el Ángel le daba y fue hasta la habitación a ayudarle a su prometida a deshacer las maletas; mientras estaban trabajando en ello, él la miraba y suspiraba por lo bajo para que ella no escuchara; eran suspiros de desesperación, aunque no lo dijera en voz alta, comenzaba a dudar de que aquella marca llegara y no entendía  porque aquello se estaba tardando tanto si cuando fue aceptado por los dioses del Olimpo, él ya la amaba demasiado.

—Te digo algo …

Él la observó para escuchar lo que su novia le diría, ya habían terminado de ordenar, cuando la humana se sentó en el borde de la cama y llamó su atención entre suspiros.

—Hay veces siento que hay un mundo oculto, o sea, que hay más de lo que mis simples ojos pueden ver —sonrio de manera nerviosa—, también temo estar loca y que me veas como una esquizofrénica.

Definitivamente aquella humana había nacido para el Ángel, él lo sentía en su corazón;  sentía que estaba más que preparada para adentrarse a aquel mundo mágico y era por eso que cada día, comprendía menos las razones de los dioses por las que no los habían marcado.

—¡No te quedes callado! —exclamó, Alma—. Me haces sentir como una esquizofrénica hablando con su psiquiatra.

—Es que me quedo callado, porque me impresiona que alguien piense tan igual a mi —le dijo el Ángel, sonriendo—. Si lo hay, ¡claro que hay un mundo mejor que este!, creo que el ser humano es muy malo como para poder verlo, si lo mira, lo destruiría.

—Eso es verdad.

El Ángel se acercó a la humana y le dio un fuerte abrazo; estaba feliz y su corazón palpitaba con fuerza cuando estaba con ella y más aún cuando la tenía entre sus brazos.

Después de aquel día en el que acababan de llegar, pasaron las semanas y con ellos unos pocos meses y así fue que Sabrina dio a luz, estaban felices; era como si fuera el primer hijo de Daniel y Alma, Sabrina por su parte estaba demasiado feliz porque su hijo era mucho más que amado.

—La tía Valeria, debemos avisarle, se pondrá feliz —propuso Alma.

Su mejor amiga, había viajado en febrero, así que no pudo estar en aquel momento tan importante pero para eso estaba la tecnología que tanto contamina el ambiente pero que era tan útil en aquellos momentos. Fue Alma la que marcó el número de Valeria a lo que esta respondió de inmediato y así le comentaron que hacía cuarenta minutos, había nacido el primogénito de los tres amigos, era primogénito de todos porque también sería como el primer sobrino de Valeria ya que todos habían formado una grande y hermosa familia.

—Nació… por fin nació el sapito —exclamó Valeria.

—Ranita, se escucha mejor ranita —reclamo Alma.

—Caballito —dijo Daniel.

—¡Ya!, —alzo la voz, Valeria—. Sapito se escucha mejor.

Siguieron con aquella tonta discusión mientras Valeria se reía a carcajadas dentro de su oficina; por supuesto sus compañeros ya no se asustaban cuando escuchaban sus risas, sola, adentro de aquel lugar, ya que se habían dado cuenta de que la española, había dejado una hermosa familia en su natal país.

Al terminar la visita, se despidieron de Sabrina y le cortaron la llamada a Valeria. Sabrina no quiso que nadie se quedara haciéndole compañía, ya que en el hospital del Ángel, la estaban cuidando muy bien y el enfermero que le tocó ese día, era muy atento, se lo habían puesto a propósito, ya que Daniel sabía que aquel enfermero, era siempre más amable de lo normal, con todos los pacientes.

—Bueno, ahora a esperar seis meses —exclamo el Ángel.

Ellos habían quedado en que se casarían seis meses después del parto de Sabrina, para que esta, pudiera asistir y dejar al bebé con una niñera, ya que Sabrina sería una de las testigas de la boda, el otro testigo sería Alan, mientras que Solange, su dama de honor, ya que Valeria no podría viajar porque justamente en la fecha que supieron, a ella le tocaba un viaje de negocios a Francia.



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Editado: 30.01.2023

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