Había pasado un poco más de un mes cuando Sabrina decidió regresar a su apartamento ya que se sentía muy bien y pronto comenzaría a trabajar. Se llevó con ella al híbrido, ya que sería él quien le cuidara al bebé, sin embargo era una mujer que siempre solía prevenir sus problemas así que tenía en alerta a Alma, quien ya tenía varios currículos en las manos, de diferentes mujeres y hombres, disponibles y capacitados para cuidar niños; por si después de follarse a David, algo se complicaba, tendría a mano a alguien que llegue a ver a su hijo; aunque estaba demás decir que Daniel, no tenía problemas en darle libre para que se encargue del bebé pero ella no quería eso, ella quería trabajar.
—Bueno, aquí puedes hacer conmigo lo que tú quieras —dijo Sabrina, pero en realidad, aquello le quedaba bien decirlo al híbrido, porque era ella quien quería hacer muchas cosas con él.
—Tú, haz tú, lo que quieras conmigo.
Ya que era noche y el bebé dormía, aprovecharán al máximo aquel tiempo que tenían libre porque normalmente eran un par de horas las que tenían antes de que la criatura despertara exigiendo su comida. Él quería algo romántico pero eso no era lo de Sabrina, por ende, tuvo que complacerla con besos intensos y dándole como aquellos cajones que no cierran. Aquella noche estaba en cuarto creciente; Selene sonreía felizmente y fue en el clímax que quedaron marcados para la eternidad.
Sin necesidad de explicar, comprendió cada cosa y pudo ver al híbrido, por primera vez no miraba a un hombre, miro al híbrido; cayó en brazos de Morfeo quien siempre ayudaba a preparar aquella mente mientras están inconscientes; el híbrido se abrazó a su hembra quedó dormido, no por mucho tiempo, porque a los pocos minutos de dormidos, fue despertado por aquel llanto.
Se levantó, le preparo el biberón, lo alimentó, le sacó los gases y luego lo puso a dormir. Volvió a la cama con su hembra, está despertó hasta al día siguiente, como siempre muy temprano, le sonrió al híbrido y lo miró de arriba abajo.
—¿Por qué los humanos no podemos ver lo que veo ahora? —pregunto, tomando a su nene en brazos y absorbiendo el aroma de la criatura; sentía las esencias que el simple humano no podía.
—Porque cuando la información llega al cerebro, este lo interpreta con lo primero más coherente para el humano; lo relaciona con lo más parecido.
La humana ahora miraba aquellas auras; aquella alma; podía mirar la mezcla de todos los seres mágicos en su macho y por eso, no era necesario decirle nada, aquel era un híbrido. ¡Claro que sí, pasaron el día hablando sobre el tema!, ella quería ver lo que podía hacer; le pidió que se convirtiera; quería verlo en su naturaleza: era una rara criatura que a los ojos de Sabrina y a los ojos de todos los seres mágicos, era preciso; luego se convirtió en la mujer del hospital; se convirtió en señor gato, para luego volver a su forma humana.
Después de ese día, la vida de Sabrina no sería igual; miraba el mundo diferente, miraba la realidad que el humano no podía ver; entonces comprendió aquello que leyó un día (no recordaba de quién era el escrito), pero decía algo como "los ojos miran, hasta donde el cerebro lo permite", o sea, que siempre hubo más, pero su cerebro no le permitía ver, porque su mente no estaba preparada para verlo, pero ya era diferente.
Al día siguiente que fue a trabajar mientras el híbrido hacía de papá; espero ansiosa a Daniel, quería conocer a un Ángel, quería verlo como realmente era. Al verlo llegar, se emocionó tanto, que su expresión era notoria, a Daniel aquello no lo tomó por sorpresa porque conocía a Sabrina y sabía que la primera noche solos en el apartamento, tendría intimidad con el híbrido.
—¡Eres tan bello! —exclamó mientras lo abrazaba.
—Sabrina, ¿estás bien? —preguntó Alma, algo confundida.
—Jamás había estado mejor —sonrió.
El Ángel estaba envuelto en un aura de un blanco intenso y brillante, Sabrina se sintió muy triste cuando se dio cuenta de que su amiga, no tenía aquel olor característico que la señala como la elegida del Ángel. Daniel se dio cuenta de que el cambio de actitud se debía a eso.
—Sabrina, estás bipolar —volvió a hablar Alma.
—No, no es eso amor, necesita tiempo, es que tú no sabes pero ella anoche formalizó con David, démosle tiempo —después de aquella explicación, el Ángel envió a su prometida a buscar los últimos documentos que necesitaban para casarse, ya que faltaba muy poco.
—¿Por qué? —preguntó Sabrina, ya cuando Alma se había marchado dejándolos solos.
—Soy un Ángel caído, no nacido y se supone que los dioses del Olimpo me darían como elegida, de la persona que estuviera enamorado a la hora de ellos aceptarme, y si no estaba enamorado, me buscarían una ellos, no entiendo porque no nos han unido si yo ya amaba a Alma —explicó y para Sabrina no necesitaba más explicaciones, lo entendía todo, aun así, se sentía triste porque existía la posibilidad de que su amiga, no estuviera por la en eternidad acompañándola en el mundo.
Sabrina se sorprendía con cada cosa que miraba, ya que cada que observaba a un ser mágico, le parecía majestuoso y no evitaba y no podía esconder aquel asombro, los seres mágicos sólo le sonreían, sentían que era una nueva miembro de aquel mundo oculto para el humano.